Querido F:
Hace 12 años, un 17 de julio, la vida comenzó a tomar un cariz diferente con tu partida. Se abalanzaron sobre mi cabeza muchos recuerdos y sentimientos, algunos de ellos encontrados. Por un lado me sentía triste porque sabía que ya no sería posible tener el privilegio de verte, de abrazarte o de escucharte. Pero al mismo tiempo, me sentía aliviada al saber que ese sufrimiento de días atrás había por fin cesado. Al mirar hacia atrás en estos doce años de ausencia y releer otros posts anteriores, me doy cuenta de cuánto me ha influido tu partida en mi perspectiva sobre la muerte y el amor.
Recientemente, he leído un libro fantástico titulado “El niño que se enfadó con la muerte” de Enric Benito. Este libro ofrece una visión profunda, bien traída y humanista sobre cómo enfrentar la pérdida de un ser querido, incluyendo relatos autobiográficos. Algunos de ellos me traen a la memoria experiencias personales y profesionales similares, pues Enric es oncólogo médico y dedica gran parte de su trabajo a divulgar sobre los Cuidados Paliativos. Su visión sobre el proceso de morir o como él le llama “morimiento” establece un paralelismo con el nacimiento que resulta francamente inspirador.
Una de las principales enseñanzas que saco es que la muerte es una parte natural e inevitable de la vida. En lugar de verla como una enemiga, se nos invita a aceptarla como un tránsito. De este modo, recordarte me permite ver esta verdad con mayor claridad. Tu valentía y dignidad durante la enfermedad me enseñaron que la vida, aunque a veces puede resultar dolorosa, es un ciclo completo que incluye inexorablemente el proceso de la muerte. Comprender estas enseñanzas vitales y aceptarlas nos sanan y nos ayudan a estar mejor preparados.
Mantener tu recuerdo y ofrecer este humilde homenaje en forma de letras y pensamientos sueltos es un canto a la vida vivida, bendecida por muchos momentos compartidos que estuvieron repletos de desafíos. cariño y alegría. Ese puñado de recuerdos fortalece el legado que nos dejaste y tu espíritu bondadoso alberga de forma intangible en nuestros corazones. Es un poso de afecto que nos fortalece, nos consuela y aún a día de hoy nos guía.
En estos doce años han pasado muchas cosas como te puedes imaginar. Las exigencias del trabajo, cada vez más complejo y exigente, repleto de nuevos desafíos me hace cada vez más difícil encontrar tiempos de silencio para una buena escritura reflexiva y pausada. Sin embargo, considero que es bueno retomarlo y entender que lo que aquí dejo plasmado puede trascender y ayudar a mucha gente. Confío en que de alguna forma me empujes, all´dónde estés a conseguir este propósito.
Gracias por permanecer en nuestros corazones y ser un faro de luz en mi vida.