Vivian (Emma Thompson) encarna a una profesora de literatura, académica, soltera ,extremadamente disciplinada y racional, a la que diagnostican de un cáncer de ovario avanzado. La película está hecha al estilo “Cinco horas con Mario” en un estilo monologuista, recordando a la obra teatral de la que procede. Es sobrecogedora, profunda, reflexiva, emotiva y con un tempo “piano-piano” que le confiere un extraordinario valor. Los monólogos de la protagonista invitan a una profunda reflexión sobre el impacto del diagnóstico, la comunicación médico-paciente (a veces convertida en des-comunicación), el aprendizaje del sufrimiento, la soledad, las paradojas de los tratamientos, la deshumanización de la medicina actual, el exceso de pruebas diagnósticas, la falta de intimidad, el ensañamiento terapéutico, la necesidad de cariño y bondad de los profesionales que le atienden. Es una dura crítica al sistema sanitario y a sus profesionales, donde el personal de enfermería queda algo mejor parado por su papel fundamental como cuidadores. Ella misma también hace autocrítica de su vida, pues pensaba que cultivando exclusivamente la racionalidad podría salir adelante. Se da cuenta que no es así, y concluye que lo importante que es la “inteligencia emocional”. Descubre que el cultivar las emociones lejos de parecer “cursi”, se hace imprescindible. En esos momentos se precisa esencia, sencillez, simplicidad. Es lo que realmente nos hace felices, completos.
Estamos hablando de vida y muerte, pero no en sentido abstracto, sino de MI VIDA y MI MUERTE. Una película extraordinaria con una soberbia interpretación por parte de Emma Thompson.