Como dice Paulo Coelho, las lágrimas son palabras que necesitan ser escritas. Esas lágrimas de entonces van a adquirir forma de escritura hoy. Hace ya la friolera de 20 años, que en mi “storytelling” se produjo un renacimiento en un 30 de Julio. Fue tras un aparatoso accidente de tráfico cuando mi familia y yo nos dirigíamos desde Barcelona a una boda de un amigo en Madrid. Sucedió en la autovía a la altura de un pueblo soriano conocido como Arcos de Jalón.
Todo ocurrió demasiado deprisa. Yo estaba dormida colocada detrás del conductor. Sólo recuerdo que sentí un fuerte golpe y al segundo siguiente tuve la sensación de salir despedida del coche. Me quedé finalmente atrapada en el coche y arrastrada por su inercia. Pronto se acercaron unos trabajadores del MOPU a auxiliarnos. Nos ayudaron a salir, levantaron el coche y salí estrepitosamente. No tuve afortunadamente, lesiones graves, tampoco mi familia. En aquel instante parecía estar anestesiada, pues no sentía dolor. Éste sobrevino más tarde.
Tras un tiempo que se me hizo infinito, vino una ambulancia y nos trasladó al Hospital de Soria. Ese camino se me hizo eterno también, permanecimos en Soria tres días y finalmente volvimos a casa. Tanto la gente anónima que nos auxilió en aquel instante como los sorianos, tuvieron un comportamiento ejemplar que no olvidaré jamás. Lo primero que sentí fue una gran sensación de irrealidad, de estar viviendo una película. Eso no me podía estar pasando a mi. Estaba confusa, y me preocupaba quizás más la suerte de los demás.
Esa película se repitió en sueños mil veces, con una angustia inusitada. Me formulé miles de preguntas y me replanteé otras tantas. El dolor físico acabó un día por irse. El dolor psíquico tardó un poquito más, pero me recuperé. Con el tiempo no he olvidado este hecho y mi hermana y yo incluso nos felicitamos como si fuera nuestro cumpleaños. La vida me dió una segunda oportunidad, por fortuna, que espero haber aprovechado. Con la experiencia que he vivido a través de mis pacientes y con la mía propia he aprendido a valorar las cosas pequeñas y me propongo vivir el presente saboreándolo incluso en los momentos más complicados.
Estos días atrás nos hemos estremecido y conmovido. Hemos vivido un sentimiento de profunda tristeza por la tragedia sucedida en un tren Alvia a tan sólo 4 km de Santiago de Compostela. Hemos sentido el llanto de quebranto de muchas familias. Historias rotas e inacabadas. El sinsentido. Muchas preguntas sin respuesta. Mucho dolor inconsolable. Sólo nos queda honrar la memoria de los que ya no están. También hay algunas historias con final feliz que sin duda recordarán el 24 de Julio como una fecha en la que nacieron por segunda vez y que la vida les brindó una segunda oportunidad como me sucedió a mi. El ejemplo de solidaridad del pueblo gallego ha sido digno de mención. En otras tragedias colectivas y similares vividas antaño se repite desgraciadamente el argumento descrito.
La vida es un poco ese tren en el que todos viajamos. Un tren que nos lleva al mismo destino. Algunos viajeros se apearán antes de tiempo o simplemente nos han adelantado para un encuentro futuro más o menos lejano. Imagino a ese tren cargado de oportunidades, de ilusiones, de proyectos posiblemente inacabados a la espera de que alguno de nosotros siga el testigo de los que se han ido.
Una experiencia muy difícil, gracias por compartirla con nosotros.
Gracias a ti por leerlo!! Un abrazo!
Una experiencia que, sin duda, deja una huella imborrable que te hace asumir que esta vida tiene un final. Afortunadamente no era tu hora, vuestra hora.
Disfruta la vida, cada momento es único.
Gracias Jose Antonio por tu amable comentario. La vida como bien dices, hay que vivirla con intensidad y en toda su dimensión. Sólo tenemos una y hay que cuidarla con esmero. Un abrazo.