Querido compañero:
Ayer me sobresaltó la noticia de que te habías ido para siempre. Y digo que me sobresaltó, porque aunque sabía de tu mal con el que convivo a diario, no podía imaginarme que mi saludo de tan solo hace una semana se convertiría en el último. Recuerdo que nos vimos en el comité rodeados de otros compañeros donde estábamos discutiendo tu caso. ¡Qué consciente eras de lo que te estaba pasando! Tanto es así que mirabas incrédulo al que te comentaba que aquello era un seroma de lenta evolución. El silencio y las miradas lo decían todo.
La Ley de Murphy se ensañó contigo sin ningún género de duda. Estabas enfadado con el mundo y con razón. Esa Medicina que tú tanto amabas te mostraba su lado oscuro y casi siempre te tocaba bailar con la más fea. Afrontar todo ese compendio médico metido en ti no era una tarea fácil, pero puedo decir a tu favor que lo hiciste con mucho valor y dignidad.
Ahora que no estás vienen a mi mente muchos recuerdos compartidos. Siempre me echaste una mano en “la séptima del Divino” cuando surgía alguna complicación cardiológica o infecciosa en un paciente oncológico ingresado, pues reconozco mi óxido en dichas materias. Tú sabías un poco de mucho como buen internista que eras y yo mucho de muy poco como especialista. Pero formábamos un buen tándem colaborativo y eso era lo que nos hacía grandes. Gracias a tú buen hacer conseguí controlar alguna que otra arritmia despistada. Me quedo con este y otros buenos recuerdos como las tertulias en la cafetería, pues ambos te honran como médico y como persona.
Deseo enviar desde estas pequeñas líneas un abrazo muy fuerte a tu familia, pues para ellos no va a ser fácil llevar tu ausencia. Desde aquí mi apoyo y mi cariño estarán siempre presentes. Un abrazo y descansa.
Para despedirme te dejo con una bella canción clásica de Pau Casals “El cant del ocells” (El canto de los pájaros) interpretada por Archi di Roma y Valerio Taddeo ¡Sublime!