Entre estas imágenes bucólicas y libres de esta peculiar y solitaria granjera, se entremezclan imágenes de Max que es diagnosticado de su cáncer de páncreas a través de una TAC. El encuentro de Max con su médico resulta un tanto artificioso, frío y melodramático pues le anuncia que padece un cáncer de páncreas avanzado sin el más mínimo sentido humano. Surge en Max una calma contenida, pues tiene que asimilar que su existencia se desmorona. Le recomiendan que siga con sus rutinas para no perder el control. Comenzará a realizar pequeñas transgresiones como invitar a cenar y ser rechazado por la recepcionista del local de compra-venta de coches donde trabaja con su amigo Hans. Toma conciencia de que ante la muerte todo se vuelve con una urgencia inaudita. Le llega de golpe y desea irse a México a pasar sus últimos días al sol. Como no cuenta con el dinero necesario, decide robar los ahorros que guarda con su amigo en el negocio, con tanta mala suerte que es descubierto por el propio Hans. En la huida a bordo de un poderoso Jaguar, Max comprenderá que todo control es inútil y que el destino implica necesariamente la imposibilidad de ir contra él. Con los ojos cerrados, Max suelta el volante y se abandona a 180 km/h. La ingrávida secuencia del accidente en cámara lenta muestra a un Max feliz, dando tumbos dentro de la cabina del automóvil, con astillas de cristal y otros objetos flotando a su alrededor. Ese accidente voluntario será el punto de inflexión de la trama.
El Jaguar destrozado cae en medio del terreno de la granja que Emma está a punto de perder por las deudas hipotecarias. Ella será quien le rescatará y le curará las heridas a Max. Se encontrará con una gran cantidad de dinero que él llevaba y la tentación se encargará del resto. Emma prenderá fuego al coche y le hará creer a todos que el fuego se inició solo y que nada se salvó. Max decide ocultarse en la granja de Emma y se ven empujados a convivir. En la película se notan los detalles del carácter opuesto de sus personalidades. Emma es vital incluso cuando mata y también es puro deseo primario. Max es un pobre fallido hombre de la ciudad, insatisfecho y moribundo. La naturaleza, sin embargo, comienza a obrar en ellos. Emma en un principio obtendrá más de un beneficio de la relación con Max, pero será este último quien claramente se quede con la mejor parte. El miedo a morir es peor que la muerte misma, le dice ella cuando le muestra cómo sacrifica a sus cerdos entre juegos y sin necesidad de sogas, tironeos ni gruñidos desesperados. La muerte entonces es apenas el punto final. Tal vez así se la pueda aceptar y hasta evaluar oportunamente su conveniencia.
En “La suerte de Emma” hay una historia de amor y un poco de comedia, conduciendo el relato plácidamente a su destino. Si bien puede decirse que el final es fácilmente predecible, no se debe dejar de reconocer que aún así la dura belleza de la película consigue mantener la capacidad de impacto. Aunque la película abuse de algunos recursos visuales, la pareja consigue hacer de Emma y Max dos personajes tremendamente humanos: tan encantadores en sus defectos y virtudes, como familiares en sus miedos y deseos. Es mérito del director Sven Taddiken es que la empatía entre ellos se dé naturalmente. Responsable también del tono equilibrado de la narración, Taddiken logra recorrer con éxito un camino difícil.