Todo se inicia con el parto de Anne y el nacimiento de Amina cuya grabación le había encomendado a su amiga Barbara Celis. El diagnóstico precoz de la leucemia llevó a la propia madre a querer seguir filmando, pues su idea era demostrar que su hija sobreviviría a aquel trance. Se inicia así una narrativa en el que el espectador es testigo de tres años de las diferentes fases de la enfermedad: diagnóstico, tratamiento, ingresos hospitalarios, recaídas, complicaciones. También se objetivan esa amalgama de sentimientos que surgen ante un proceso de enfermedad grave: euforia, resiliencia, negación, ira, miedo, tristeza, conflictos de pareja, etc. Así surge algo no planeado, no previsto, pues iba a ser una película familiar sobre la vida y curación de esa pequeña Amina, adquiriendo con el tiempo unos tintes muy diferentes.
El valor de este documental no es de hacer de esta historia un “reality” como podríamos imaginar, sino de dar rienda suelta a los sentimientos, pues la mayoría de las personas que sufren este tipo de situaciones complicadas lo hacen en silencio, a solas y sin testigos a ser posible. Aquí se puede palpar la realidad de un Hospital Infantil de Oncología, con sus juguetes, pero también con las bombas de infusión para quimioterapia y otros artilugios de hospital. Los padres se empoderan, buscan grupos de apoyo y hacen una especie de “máster” acelerado en Oncología Pediátrica, descifrando lenguajes e interpretando analíticas.
La realidad supera con creces a muchas historias de la ficción sobre el mismo tema. La leucemia es la enfermedad oncológica más cinematografiada de la historia, posiblemente por el impacto social que produce ver a niños y jóvenes afectados por esta enfermedad. Finalmente se produce un desenlace fatal que hace que emanen sentimientos de “dolor psicológico total”. Se formulan preguntas sin respuestas y la vida parece un sinsentido. En el aire se queda la pregunta de si hay vida detrás de la muerte de un hijo.
Anne se aferra al recuerdo omnipresente de su hija, compartiendo imágenes filmadas con su familia. Tomasso no lo supera. Hechos de este tipo pueden unir más o desestabilizar una pareja como les ocurrió a ellos, pues tuvieron que tomar caminos separados ya que no encontraban el equilibrio necesario tras el fallecimiento de Amina. Ambos huyeron de Nueva York y se refugiaron en sus sendos paises de origen para mitigar el dolor del recuerdo. Como dice Tomasso: “Aceptarlo no significa superarlo”. A pesar de lo oscura de esta travesía de dolor, Barbara Celis consigue dar un bello rayo de luz al espectador.