La película Presidente Miterrand (Le Prometeur du Champs de Mars, en francés) narra la historia del fin de un mandato y del final de la vida cuenta del Presidente de Francia François Mitterrand que entregó sus últimos años de vida a la República francesa. El socialista ejerció de presidente entre 1981 y 1995 (murió en 1996), una época en la que se derribó el muro de Berlín y los países comunistas y el comunismo entraban en la más absoluta decadencia. El presidente (interpretado de forma magnífica por el veterano Michel Bouquet) estaba librando sus últimos combates contra un cáncer de próstata, enfermedad que al parecer ya padecía en fase inicial antes de su mandato y que evolucionó de forma prolongada con metástasis óseas. En el filme vemos a un joven y apasionado periodista (interpretado por Jalil Lespert) que intenta arrancarle unas lecciones universales acerca de la política y la historia, acerca del amor y la literatura…, certezas acerca de la vida. Pero el anciano apenas logra brindárselas porque para él ya había llegado el momento en que pasado, presente y futuro se confunden en uno solo, el tiempo en el que sólo perviven las dudas, el tiempo en el que todos los hombres son iguales: el tiempo de la proximidad de la muerte. El director francés Robert Guédiguian dirige este homenaje a François Mitterrand, en el que se destaca la personalidad ambiciosa del ex-presidente a la vez que se intentan despejar algunos interrogantes de la época. Está basado en el libro Memorias interrumpidas, a partir de unas conversaciones con Georges-Marc Benamou.
Guédiguian deja por una vez Marsella y su clase trabajadora para ofrecer un retrato sobre los últimos días del presidente Mitterrand y su relación con su biógrafo. “Anote, anótelo todo y dígales que no soy el diablo”, le dice el mandatario socialista, a quien está a cargo de publicar sus memorias. Si Mitterrand como socialista paradójicamente nunca dejó de defender y perpetuar el orden burgués, Guédiguian elige sacar a la luz el contexto de su pretérita resistencia al régimen de Vichy durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Lo que queda claro en Presidente Mitterrand es el retrato intelectual del personaje, cuya erudición está al servicio de una particular concepción estética de la intimidad. Finalmente, Guédiguian repite la sabiduría de “Ciudadano Kane” a la hora de develar el secreto de una vida: aquí está prohibido pasar; la belleza del último plano de la película bien remite en su espíritu al inicio de la opera prima de Orson Welles.
Guédiguian deja por una vez Marsella y su clase trabajadora para ofrecer un retrato sobre los últimos días del presidente Mitterrand y su relación con su biógrafo. “Anote, anótelo todo y dígales que no soy el diablo”, le dice el mandatario socialista, a quien está a cargo de publicar sus memorias. Si Mitterrand como socialista paradójicamente nunca dejó de defender y perpetuar el orden burgués, Guédiguian elige sacar a la luz el contexto de su pretérita resistencia al régimen de Vichy durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Lo que queda claro en Presidente Mitterrand es el retrato intelectual del personaje, cuya erudición está al servicio de una particular concepción estética de la intimidad. Finalmente, Guédiguian repite la sabiduría de “Ciudadano Kane” a la hora de develar el secreto de una vida: aquí está prohibido pasar; la belleza del último plano de la película bien remite en su espíritu al inicio de la opera prima de Orson Welles.