Relato de verano: Manuscrito en un papel

María vino remitida por el Servicio de Cirugía General muy asustada. Un cáncer anaplásico de tiroides había crecido en su cuello de forma espectacular en pocos meses. Su tamaño alcanzó proporciones que lo hacían inoperable. Acudió a la consulta de Oncología Rdioterápica junto con su marido y dos de sus hijos con la esperanza de encontrar alguna solución. María apenas podía articular palabra y tenía un fuerte estridor. Tampoco podía tragar los alimentos en condiciones. Estaba rota de dolor, de abatimiento y de angustia.
En aquella consulta la doctora le explicó el tratamiento lo mejor que pudo, pero María estaba bloqueada por los nervios, sobrepasada y su angustia era desorbitada. Al percatarse de ello, la doctora habló pausadamente con la familia, explicándoles el alcance del diagnóstico, del tratamiento y del pronóstico. 
A María hubo que practicarle una traqueotomía profiláctica casi de urgencia para asegurar la vía aérea durante el tratamiento. A partir de aquel momento el medio de comunicación entre María y su doctora sería un manuscrito en un papel.
A los pocos días se inició la radioterapia de forma conjunta con la quimioterapia. María demandaba a diario “hablar” con su doctora. En sus manuscritos María daba rienda suelta a su desasosiego, a su angustia a una necesidad imperiosa de acabar con todo esto. Su doctora los leía con curiosidad, atención y preocupación, pues en cierto modo se le rompía el alma leyéndolos. Hizo todo lo humanamente posible por atender su dolor y lo que la farmacología le permitía para su bienestar, pero resultaba complicado despojarle de su natural angustia. Lo consiguió con paciencia, despacito, día a día. Ella finalmente se ganó su confianza y María empezó a ver como su tumoración iba menguando. Sin embargo, un poso de tristeza quedaba.
Finalmente acabó el tratamiento y consiguió irse unos días a casa para recuperarse. Volvió a hablar, pero tenía que hacer grandes esfuerzos para hacerlo, así que había resuelto seguir escribiendo en aquellos retazos de papel. 
Un tiempo más tarde María volvió al hospital por unas crisis convulsivas. Esta vez la enfermedad se encontraba en su cerebro y en sus pulmones. Volvió a la consulta de radioterapia para darle unas sesiones con intención paliativa en su cabeza. No pudo acabar el tratamiento. María se fue apagando poco a poco como la luz de una vela. 
Su doctora aún conserva aquellos manuscritos en un papel. Cada vez que los lee se acuerda del desgarrador testimonio de vida de María. 

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