Relato de verano: Querido médico de cabecera

Tú estás en Atención Primaria. Yo en un llamado Servicio Jerarquizado de Atención Especializada. Tú eres “todólogo” y yo “pocóloga”. Tú posiblemente te encuentres en primera línea de la trinchera y yo en la retaguardia. Dos realidades distintas y a veces distantes, pues nos colocan barreras enormes e insondables. Pocos puentes se construyen para que tú y yo no nos sintamos tan extraños el uno del otro, para que nuestras realidades no se encuentren tan alejadas o con determinados privilegios. Sin embargo, tú eres quien primero recibió a mi actual paciente. Gracias a tu perpicacia, a tu ojo clínico o a la insaciable insistencia del propio paciente pusiste en marcha la maquinaria diagnóstica para luego yo acabara tratándole.
Ese paciente que veo yo ahora, precisará de tus recetas, de tus partes de baja, de tu lectura de mis indescifrables informes y si todo va bien le seguirás viendo a menudo. Si las cosas se tuercen puede que necesite de tu mano para que vayas a casa a visitarle y finalmente estés en su cabecera atendiendo con dignidad sus últimos días.
Te quejas, no sin razón, de la extrema burocracia en tu profesión que te quita ya demasiado tiempo para hacer aquello que siempre quisiste hacer y que no es más que ejercer de médico. Por no hablar de la presión asistencial en época de gripe o vacaciones, porque tú ya no tienes recambio en las ausencias e igual te toca atender a cincuenta o sesenta pacientes en una mañana. Al paciente no le da tiempo a abrir la boca para contar lo que le pasa y ya se tiene que ir por la puerta. Pasar consulta sin tiempo para pensar. Agotador, insufrible, inhumano para el paciente y para el médico.

Y yo me quejo por tener que ver a 16-18 pacientes en una consulta. Parecen pocos, es verdad, pero todos mis pacientes tienen algún tipo de cáncer. Todos vienen con un cierto nivel de estrés, de preocupación, de dolor o tristeza. Yo llamo a una buena mañana cuando todos están bien y libres de enfermedad. Pero esto no siempre es así y en ocasiones te encuentras con tres o más recaídas y sientes que te falta el aliento. Acabas la consulta agotada física y mentalmente. A todo eso sumo, igual que tú los sinsabores de la burocracia, el desabastecimiento de medicamentos o las situaciones socio-laborales de los pacientes que te desbordan. Sufrimos el encorsetamiento de un sistema sanitario que no busca nuestra motivación, ni nuestro crecimiento profesional, tan sólo la consecución de las cifras de unos determinados objetivos. A veces me siento como en una cadena de producción de una fábrica, no en un hospital atendiendo enfermos. Poco se valora el mérito, la capacidad profesional o tu trato humano al paciente. Sólo cuenta que trates al mayor número de pacientes posible con toda la complejidad que tu equipamiento te permita.
Ambos pensamos y creemos saber cómo mejorarlo, pero nuestra voz apenas se escucha en quien tiene competencias para hacerlo. Se juega al divide y vencerás, construyendo muros cada vez más altos para separarnos y a ser posible incomunicarnos, a veces incluso entre los propios especialistas también. Es la excusa perfecta para quejarnos unos de los otros.

Me pregunto si algún día podríamos trabajar juntos y mano a mano para mejorar nuestras realidades. Quien sabe…
Les dejo con el tráiler de “El Médico”, la versión cinematografiada del libro homónimo del mítico Noah Gordon. Reconoce el espíritu vocacional de un médico en tiempos difíciles. Recomendable.

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2 respuestas a «Relato de verano: Querido médico de cabecera»

  1. Ciertamente Virginia, es una descripción perfecta de nuestra realidad profesional. Nuestro sistema sanitario nos desmotiva; al diario esfuerzo físico, intelectual y emocional, le añade la incomunicación interprofesional y esta aparente separación. Cada día, desde hace algún tiempo, el aplastante entramado burocrático intenta ahogar lo que con entusiasmo comenzamos. ¡Claro que me gustaría tener menos distancia entre nuestras especialidades! Entre ese médico que sabe “todo” de una parte y este que sabe “poco” de alguna más. Tender un puente o… “puentear” al sistema. Estoy convencida de que esa cercanía ayudaría y sería bien recibida por este colectivo que está en la otra orilla.
    Pero mientras ese nuevo tiempo llega, no puedo por menos que pensar y sentir, tal vez como mecanismo de autoayuda o queriendo dar sentido a mi realidad cotidiana, que hay un punto de unión que está más allá de esta aparente separación. Como bien sabes, existe una fuerza mayor que la burocracia que separa. Si miramos en el horizonte, el lugar separado de cada uno se junta en un mismo lugar: la ayuda a un ser humano en la enfermedad. Desaparece en Él, lo que parece separar nuestros trabajos. Ese punto de encuentro es la clave y la motivación de nuestro esfuerzo. Nos une un ser humano que precisa, en su máximo estado de vulnerabilidad, nuestro cuidado. Nos une el enfermo que esperanzado acude a tu cuidado, y el que después nos lleva tu informe. El que con humildad recibe tu tratamiento con tus fotones y tus palabras amables, y también tus silencios, claro que sí, y el que acude a contarnos su experiencia. El que después de estar contigo, viene a ver nuestro gesto y espera toda nuestra atención.
    Y aunque deseo esa cercanía interprofesional, de momento Virginia, me conformo con saber que existen compañeros que sienten y piensan, que desde este lado, desde la Atención Primaria, ponemos nuestro esfuerzo y conocimiento para continuar sus cuidados.

    Gracias por recordarnos y dedicarnos una entrada. Un fuerte abrazo.

  2. Gracias Mª Jesús por ser como eres, por tus lindas palabrasy estar en sintonía con este relato. Debemos trabajar por encontrar más lo que nos une que lo que nos separa. Me acuerdo mucho de vosotros y de vuestro trabajo que a veces se hace invisible. Necesitaba contarlo y compartirlo. Es también un orgullo para mi saber que hay compañeros que comparten este sentir, Un abrazo muy fuerte!!!!

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