Hoy he recibido este escueto mensaje por Whatsapp de una colega y amiga: “Virginia. Buenos días. Sólo decirte que Alma ya se ha ido. Fue anoche a las 12”. Tras leerlo confieso que no he podido evitar el nudo en la garganta y las ganas de llorar. Me ha venido a la mente el último día en que te vi…
Siempre me impresionó tu aplomo, la seguridad de tus decisiones aunque yo no estuviera de acuerdo con ellas. El primer día que te conocí sentí un pellizco de desazón por dentro, por no haber sido capaz de convencerte para recibir tratamiento. No podía obligarte, sólo podía aconsejarte con todas mis fuerzas lo que en ese momento creía que era mejor para ti. Me quedé impregnada de una cierta impotencia.
Meses después volviste a la consulta. Esta vez aceptaste recibir tratamiento, aunque la situación fuese más compleja. Conseguimos mantener a raya un tiempo la enfermedad y tuviste fuerza para superar muchas de las duras dificultades que tuviste en el camino. Ya sabes que no sólo hablo de tu enfermedad.
Después tuvimos muchas conversaciones y la oportunidad de tener una relación especial, pues bastaba una mirada para adivinar lo que una y otra pensábamos. A veces, los gestos cobran un sentido diferente y toman el relevo a esas palabras no pronunciadas. Había un lenguaje extraordinario en tu mirada, en tu expresión corporal, en esa media sonrisa y en tus abrazos largos y sentidos.
Mi última fotografía mental es de hace poquito. Me llamó tu médico del Equipo de Atención Psicosocial para ver si podía aliviarte el dolor. Le dije que sí y nos vimos a la mañana siguiente. Tu figura menuda y menguada me hizo consciente de la inminente situación, así que no dudé en tratarte con la máxima diligencia y confort para ti. Me sentí compensada por un intenso abrazo que me supo a despedida. Así ha sido. Me quedo con él como un preciado regalo.
Hoy me he despertado, no sin cierta zozobra, con la noticia de tu marcha. Espero haber estado a la altura de tus circunstancias. He aprendido unas cuantas lecciones de ti. Confío en que estos últimos días hayas recibido la atención y el cariño que mereces.
Te envío un beso muy fuerte allá donde estés…
Gracias Virginia por el gran trabajo que haces y que has hecho con Alma. A mí ,como a tí,me costó mucho aceptar la decisión de Alma, sufrí mucho por ello hasta que Inmaculada, otra gran profesional, me enseñó a respetar su decisión. A partir de ahí todo fué más fácil.
He vivido muy intensamente estos últimos meses de dolor con Alma. Gracias a Alma he aprendido a vivir plenamente cada día, a dar sin esperar recompensa, a escuchar sin juzgar, a quererla incondicionalmente. Ella me recordó que la única finalidad en la vida es el AMOR INCONDICIONAL. Un AMOR tan grande que borra cualquier desencuentro pasado.
Alma huía de los falsos egos, de la falta de humanidad de algunos médicos. Buscaba un trato cercano, cordial, humano, respetuoso con sus creencias y en tí lo encontró. Fuiste una gran ayuda y consuelo para ella. Sabes que te quería y te apreciaba mucho.
Hay algo que me ha impactado muchísimo en tu blog y es el vídeo "Tears in heaven". ¿Sabes que cuando se fué su hermana pequeña, todos los días escuchábamos esa canción?. Era un bálsamo de paz, un gran consuelo y nos acercaba a ella. Creo que Alma quería que tú lo supieras….
Un abrazo muy grande
Gracias Rocío. Tus palabras me reconfortan, pues siempre me ha quedado la duda de si lo podría haber hecho mejor. Yo también la apreciaba mucho y traté de ofrecerle todo mi conocimiento, pero también un profundo respeto y cariño por sus decisiones. Admiraba su gran fortaleza y su sentido de la dignidad que la hacían muy grande.
"Tears in heaven" es una canción emblemática para mi y elegí esta versión de forma intuitiva. Me alegra mucho saber que a ella también le gustaba y era bálsamo de paz para vosotras. Un beso muy fuerte!!!