Enciende el ordenador y el silencio se quiebra con el teclear de un historial electrónico. Lee, escribe y relee. El formato digital hace que se lea al bies y obliga a releer con calma, en silencio y sin interrupciones. Toda vez el historial médico está prácticamente listo, lo completa con la entrevista que mantiene con el paciente. Es importante transcribir lo que él relata, pero ella trata también de leer lo que el paciente calla entre líneas.
Hay un diálogo de silencios. Los silencios en ocasiones son más elocuentes de lo que uno piensa en un principio. Los silencios tienen su propio código no escrito. Así cuando reina el silencio, el lenguaje corporal nos delata. La mirada, la postura de las manos y el gesto de la cara tienen su propio lenguaje. Tanto el del enfermo, como el del familiar o el del propio médico. Es un lenguaje silencioso pero que habla a gritos. Hay que estar atentos, porque nos dice mucho de quien tenemos enfrente. Es un lenguaje deliciosamente sutil, sencillo y hasta quizá algo primario. Un lenguaje no encriptado que habla por si solo.
Hay conspiración del silencio. Los familiares y amigos evitan hablar del cáncer para proteger. Es una huida consciente y premeditada con la intención de no añadir dolor y que deja muchas veces solo al enfermo que no sabe a qué se va a enfrentar. El enfermo sospecha, pero no sabe cómo o teme preguntar. Es un silencio que puede resultar cruel y engañoso para quien lo padece.
El enfermo guarda su silencio también cuando sabe y conoce su enfermedad. No quiere añadir más sufrimiento a sus seres queridos a los que ve sin querer, llorar a escondidas. El dolor se expande en la soledad y recogimiento del paciente. Un dolor que se podría aliviar hablando. Pero no puede. No quiere. Prefiere comérselo él solo antes que transmitírselo a los que más quiere. Hablar con un desconocido o con otro enfermo similar a él es una posible salida válida.
El médico o el sanitario guarda también sus silencios. En ocasiones simplemente no hay palabras para el consuelo y un silencio con un abrazo sincero, sentido, transmite más cercanía y compañía que la consabida palabrería vacua, aligerando de algún modo el pesar. Un silencio que lo dice todo, un silencio que se agradece y se respira. Es el sonido agradable y acogedor del silencio.
En ese diálogo de los silencios, la doctora anota en el historial sus impresiones y la exploración física. Concluye la entrevista con una mirada cómplice de ánimo y un educado pero sincero apretón de manos hacia su paciente. Tras su marcha ella se queda pensativa en silencio. Le gusta reflexionar y meditar, aunque sea sólo por unos instantes. Coge así fuerzas para avanzar el día. ¡Cuánto hay detras de tantos y tantos silencios!