Hay veces que es necesario pedir ayuda. Se trata de esos momentos en los que te sientes con el agua al cuello, el trabajo te desborda, sientes las “peleas” contra el corsé burocrático al que torticeramente te someten las instituciones, con la consiguiente y dolorosa queja constante de los pacientes y también de los colegas con los que compartimos trabajo en el Hospital.
Llevo dos semanas como responsable o cabeza visible de mi Servicio porque mi jefa (afortunadamente para ella) se ha tomado unas merecidas (y benditas) vacaciones. Me siento impotente, apesadumbrada y por qué no decirlo….¡harta!. Cada día llegan a mis manos entre cinco y quince hojas de consulta de pacientes oncológicos programados para ver en primera consulta. Eso sin contar las consultas de enfermos ingresados y los casos urgentes. Me llegan hoy y están citados para finales de Julio. Inadmisible, porque luego he de contar que les toca esperar para simular, planificar y encontrarles un hueco en alguno de los dos aceleradores lineales. Repaso una a una sus historias para hacer un triaje y valorar si algún paciente necesita prioridad (prácticamente todos la necesitan obviamente, pues padecen un cáncer). Sobrecargo la consulta para poder ver aquellos casos que precisan una atención más temprana, tanto la de mis compañeros como la mía propia. El trabajo en las unidades de tratamiento es frenético, a contrarreloj y sin resuello. Desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Incluso podría añadir hablar de otros problemas colaterales como el transporte “peregrino” de los pacientes o la coordinación que precisa la radioterapia con los tratamientos sistémicos que darían para uno o dos posts más en este blog.
En Burgos tratamos pacientes de toda la provincia, pero también atendemos a los pacientes de Palencia y parte de la provincia de Soria. Somos centro de referencia para Radiocirugía en la Comunidad de Castilla y León. Trabajamos sobre una población estimada de 626.730 habitantes con una importante dispersión geográfica (y climatología adversa en gran parte del año) para radioterapia convencional y toda la población de Castilla y León para las técnicas específicas y más complejas de Radiocirugía. Nuestra dotación son dos modernos aceleradores lineales trabajando a tiempo completo en turno de mañana y tarde, seis facultativos, cinco radiofísicos (compartidos con protección radiológica), cinco enfermeras y algo más de una docena de técnicos de radioterapia y dosimetría.
Durante el tiempo de trabajo se deben hacer controles de calidad y calibración diarios, mensuales y anuales, así como paradas técnicas para tener las unidades siempre a punto y seguras. Hay averías y contratiempos que deben arreglarse con premura sin comprometer a la calidad. Si eso ocurre y el paciente no puede o no debe interrumpir su tratamiento se le pasa (siempre que es posible) al otro acelerador y se asume una cierta sobrecarga de trabajo.
Hay pacientes que llevan tratamientos combinados con quimioterapia con tiempos que deben cumplirse, pacientes que no tienen una opción quirúrgica y deben irradiarse, pacientes que necesitan la ayuda de la radioterapia para no recaer de su enfermedad, pacientes que necesitan que se les alivie el dolor, el sangrado o se le trate de una metástasis colocada en un lugar comprometido como es la médula espinal. Cada vez resulta más complicado cumplir los tiempos máximos que aconsejan las guías clínicas.
Me consta que se ha solicitado un plan de contingencia. Llevamos así prácticamente un año y la lista de espera no para de subir mes a mes. Se me había hablado de la posibilidad de derivar a algunos pacientes a otro centro como algo puntual, pero me han bloqueado esa solución sin darme ningún tipo de explicación. Hay que buscar una solución ya. Pero para desgracia mía no está en mi mano. Confieso que he tenido que tragarme las ganas de llorar, de gritar para que alguien me escuche y de tomar alguna acción más contundente aunque no sea políticamente correcta.
Help! Necesito ayuda. Mi conciencia y mi ética de profesional no me deja estar tranquila ante una situación dramática como lo es esta. Trabajar así agota, mina cualquier esbozo de ilusión por innovar y mejorar. Sobrevivir y sálvese quien pueda se presenta como la única opción posible. Pero no soy de las que se resigna. Llevamos demasiado tiempo así en mi Servicio y esto no es justo ni para los pacientes ni para los profesionales. Pronto llegarán las vacaciones y con ellas todo es susceptible de empeorar porque el trabajo se acumula y por supuesto, tampoco sustituyen al grueso del personal por vacaciones.
Y ¿qué hago? Dar la lata todos los días a la dirección del hospital y reclamar ayuda urgente. Pero parece que no resulta efectivo. Así que en un atisbo de lucidez, se me ha ocurrido utilizar mi posición relativa de ‘influencer’ en redes sociales como altavoz para que se escuche la voz de los sufridos pacientes. No me duelen prendas para solicitar desde aquí ayuda a quien sea: pacientes, colectivo médico o incluso a un buen filántropo que sea sensible a esta situación. Necesito gritar a los cuatro vientos y difundir esta tragedia muda y silenciosa para que a quien corresponda, tome las medidas oportunas con diligencia.
La Sanidad debe erigirse en base a una optimización de los recursos disponibles, pero sin recortar en la cantidad que se precise y con una buena calidad asistencial que lo acompañe. En dicha calidad hay que añadir la necesaria e imperiosa humanización del sistema sanitario que debe crecer a la par que lo hacen los avances tecnológicos. De nada sirve tener tecnología puntera y precisa si no tengo la posibilidad de tratar en tiempo y forma a los pacientes porque la demanda supera con creces a la oferta. No basta con “vender” que tenemos unas máquinas estupendas. Pensar lo contrario insulta a la poca inteligencia que nos queda. Conviene ser sensible a las necesidades reales que vivimos.
He agotado ya todos los recursos políticamente correctos. Aprovecho ahora que estamos en otros tiempos y que para bien hay otras herramientas de empoderamiento. No me importa que me reprendan por utilizar esta atalaya. Es justo y necesario. Los pacientes, sin ningún género de duda, lo merecen.
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