La posverdad es un término recientemente acuñado y que se refiere a toda aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público. Se distorsiona la realidad con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Todos hemos comprobado en diferentes situaciones de nuestra historia más reciente como, por increíble que nos parezca, se ha hecho un hueco poderoso. Sin ir más lejos, la palabra posverdad (neologismo sacado del término inglés “post-truth”) fue elegida palabra del año en 2016. Vivimos, queramos o no, en una era de la posverdad.´
La difusión de contenidos de salud a través de Internet está adquiriendo unas dimensiones más que considerables. Un 70% de los pacientes consultan internet antes de la visita médica. Los internautas que acceden, generalmente a través de “Dr Google” lo hacen no sólo para informarse del alcance de su enfermedad o conocer a profesionales especialistas, sino también para buscar cualquier información que él crea que le puede ser útil.
En este contexto, la calidad de la información médica que circula por la red adquiere una especial relevancia. Es relativamente fácil caer en noticias falsas, pues su tráfico es muy alto en internet dada la facilidad que existe para compartirlas y hacerlas virales. Sin embargo, las noticias falsas en sí mismas no son suficientes para cambiar las actitudes de los pacientes frente a los profesionales.
Los pacientes, los cuidadores y los ciudadanos en general están cada vez más “on line” en búsqueda de ayuda y apoyo. Si los profesionales no tenemos presencia suficiente en los medios de comunicación social actuales, es lógico pensar que “otros” ocuparán nuestro lugar y ejercerán su influencia:
- Personas o pares que tengan la misma dolencia que el paciente
- Personas oportunistas (charlatanes, chamanes, curanderos con su propio negocio)
- Industria (venta directa al consumidor)
- Instituciones políticas o gubernamentales
Hemos de tener en cuenta que los pacientes tienen una serie y una jerarquía de necesidades: fisiológicas, de seguridad y calidad de vida, de soporte y ayuda tanto de profesionales, como de familiares y amigos, necesidades de desarrollo personal y de toma de decisiones autónoma. La salud ya no es el mero hecho de la ausencia de enfermedad, sino que realmente es un estado de bienestar completo físico, mental y social. Atendiendo a estas necesidades los pacientes pueden optar a tomar sus propias decisiones gracias a la democratización del conocimiento, a las llamadas a la participación en materia sanitaria, al creciente rol proactivo de los pacientes y a la toma de conciencia de esta nueva realidad.
No es todo oro lo que reluce y el paciente o cuidador, ante la navegación en el océano de internet puede encontrar serias dificultades. En algunos casos habrá problemas de acceso a internet: falta de cobertura, falta de cultura digital o temor a las nuevas tecnologías. En otros casos podemos caer en inexactitudes: noticias falsas, casos anecdóticos o influencia ejercida por las celebridades. Se produce una sobrecarga de información muy difícil de gestionar.
Centrémonos en las noticias falsas o bulos. Son habitualmente noticias prefabricadas y que por su contenido generan gran confusión y ésta cala especialmente en personas incluso con formación, clase social media o media-alta o jóvenes. En España un 86% de la población dice tener dificultades para distinguir entre las noticias falsas y las verdaderas. Es un dato cuanto menos preocupante, pues muchos de ellos compartirán con otros la información falsa deliberadamente o no con el subsiguiente peligro que ello puede suponer.
Por poner un ejemplo, de los 20 artículos más compartidos en Facebook en 2016 con la palabra “cáncer” en el título, más de la mitad informan de reclamos desacreditados por médicos y autoridades de salud. La propia plataforma de Facebook admite que detener la propagación de noticias falsas es tremendamente complicado, lento y difícil.
¿Qué es lo que nos hace caer en noticias falsas? La explicación parece estar en la psicología de la motivación. De este modo además de tener el deseo consciente de obtener información que sea verdadera, tenemos otras motivaciones inconscientes que nos llevan a tratar (al menos) de confirmar nuestras creencias. De este modo, los mensajes que satisfagan estas motivaciones van a aceptarse como verdaderos, incluso cuando son falsos (al revés también puede suceder).
Una de las motivaciones es la necesidad de cierre cognitivo, la cual está relacionada con la incertidumbre. Cuando esta necesidad es activada, las personas se sienten atraídas por mensajes simplistas y que afirman verdades absolutas.
Otra de las motivaciones es la necesidad de saber resultados específicos. Los mensajes que afirman un resultado específico, ya sea falso o verdadero, pueden ser fácilmente aceptados si son consecuentes con lo que las personas quieren creer, como por ejemplo aquellos tratamientos alternativos que supuestamente “curan” el cáncer . Ante una falta de confianza en los medios de comunicación convencional, las personas han buscado otros medios de información que satisfagan su motivación de cierre y la de resultados específicos.
Los avances de internet y de las redes sociales también han contribuido a la falta de confianza en los expertos y al aumento de las noticias falsas. Actualmente engullimos literalmente la información, sin procesarla ni digerirla adecuadamente debido a una compulsiva necesidad de información actualizada. Las noticias corren a toda velocidad en los medios digitales, a veces sin contrastar adecuadamente o con poco control sobre la fuente que nos proporciona dicha información, llevándonos fácilmente a inexactutudes, errores o manipulaciones. Combatir este fenómeno peligroso nos obliga a cultivar un necesario pensamiento crítico, no dejarnos llevar sólo por nuestras emociones primarias y a sosegarnos antes de dar por cierto o compartir ciertas informaciones.
Son muchos los factores que nos pueden influir a conducirnos en una sobrecarga de información oncológica: el nivel educativo y social, el tiempo libre disponible, el estado basal de salud, el estado de ánimo, el nivel de influencia mediática, los conocimientos sobre el cáncer, nivel de alfabetización sanitaria, la capacidad o preocupación para distinguir la información de calidad y las buenas fuentes, el nivel de competencias digitales y nivel de frustración en la búsqueda de información.
Hemos de tener muy presente que nuestra navegación no es anónima. Sin darnos cuenta al navegar en internet o interactuar en redes sociales estamos expuestos a que nos lleguen anuncios o noticias dirigidos teniendo en cuenta nuestros perfiles. Las herramientas de comunicación social deberían mejorar todos aquellos aspectos que tengan que ver con la relación de confianza entre pacientes y profesionales sanitarios: colaboración, comunicación, experiencia compartida y resultados.
El propio juramento hipocrático nos dice:
“Usaré el tratamiento para ayudar al enfermo de acuerdo con mi capacidad y juicio, pero nunca con miras a lesiones o malas acciones. En cualesquiera de las casas en las que entre, entraré para ayudar a los enfermos”.
Y en el caso de la oración del médico Maimónides (s XII) dice:
“Concédeme la fuerza, el tiempo y la oportunidad siempre para corregir lo que he adquirido, siempre para extender su dominio; porque el conocimiento es inmenso y el espíritu del hombre puede extenderse indefinidamente para enriquecerse diariamente con nuevos requisitos. Hoy puede descubrir sus errores de ayer, y de mañana puede obtener una nueva luz sobre lo que él cree que está seguro de hoy”
Ambas premisas son perfectamente válidas en nuestro mundo “on line”. Nuestra profesionalidad y buen hacer deben quedar patentes de igual modo en el mundo digital. Los profesionales sanitarios seguimos siendo confiables y nuestra presencia, aunque sea virtual debe tener voz propia. Ello nos humaniza, nos hace cercanos a nuestros pacientes. Debemos escuchar, demostrar más integridad si cabe, simplificar el acceso a la información y compartir contenido útil. Colectivamente deberíamos organizarnos y trabajar en red, aprovechando la inteligencia colectiva de nuestros profesionales y manteniendo principios bioéticos y de transparencia.
Gran parte del contenido de este post está extraído de la charla del Dr Matthew Katz, radiooncólogo en el Hospital General Lowell (Massachussets EEUU) y titulada “Cancer Care in a Post Truth World”.