Ocho años sembrando esperanza 5/5 (9)

Os invito a hacer un viaje en el tiempo. Pongamos ocho años atrás. Corría un 17 de Noviembre de 2012, día en el que asomó de mis manos un primer post hacia el ciberespacio bloggero, con la ilusión de sembrar luz en el camino de los que atraviesan un difícil sendero por el cáncer. Mi objetivo no era otro que acercar, dar a conocer y visibilizar el buen uso de las radiaciaciones ionizantes contra el cáncer. Con tesón y por qué no decirlo, pasión, me atreví a crear contenidos propios, a mostrar todas las caras de ese complicado poliedro que representa la enfermedad oncológica.

En este caminar de ocho años sembrando esperanza reconozco que he ganado muchas cosas.  Escribir esta bitácora me ha hecho reflexionar mucho, mejorar la forma en la que me comunico con los pacientes, observar la enfermedad también desde otros ángulos y a entender que mi relación de ayuda como médico sigue gozando de sentido. El blog ha sido y es, un complemento perfecto para reforzar a los pacientes. Me llena todavía de sorpresa y satisfacción recibir mensajes de personas anónimas que me dan las gracias porque mis palabras le han ayudado a entender su enfermedad o sus tratamientos. El saber que les he proporcionado alivio o consuelo es un auténtico regalo para mí. 

Habrá quien pensará que seguir escribiendo en un blog es algo desfasado y bastante improductivo. Me dicen que el gran público apenas lee y hay que ponerlo fácil y atractivo. Dicen que lo más práctico sería pasar a realizar contenido audiovisual, fácil de digerir y con mayor impacto en redes. Entiendo sus razones y no descarto algún día hacerlo, pero eso no está dentro de mis prioridades. Me siento más cómoda escribiendo y considero que el contenido que publico sigue respondiendo a las expectativas de muchos pacientes y público en general. Considero que leer, aunque sea a través de una pantalla, siempre es productivo. Y no olvido el margen de mejora que siempre se debe poner en el contenido de lo publicado.

Este año 2020 ha sido francamente duro, no les voy a engañar. Ha habido que lidiar con un invitado inesperado en forma de virus. Él solito se ha colado en todos los ámbitos de nuestra vida y nos ha generado conflictos humanos de gran calado. Después de tantos meses nos hemos habituado a portar mascarillas, a ponernos gel hidroalcólico a todas horas y a la mordaz e inhumana distancia física. Lo anormal se ha normalizado. Y francamente no me gusta nada.

Los pacientes tienen miedo de ir al hospital. La exploración física de los pacientes es considerada tal actividad de riesgo que hasta los propios pacientes me preguntan si hago bien en estar tan cerca de ellos para tocarles. Los pacientes oncológicos se encuentran muy solos. Sin el soporte del voluntariado, con visitas restringidas o incluso sin ellas en planta de hospitalización, sumiéndoles en una soledad acérrima y desgarradora. A muchos se les obliga a no ir acompañados a las consultas para evitar salas de espera concurridas. Normas, contranormas, restricciones, e imposiciones arbitrarias a muchos enfermos con la sempiterna excusa pandémica. Añadiendo dolor al dolor. Y despojándonos de nuestra herramienta más poderosa: el alma humana. Equilibrio y sentido común es lo que se necesita. Seguridad frente al virus sí, pero no a cualquier precio.

En estos ocho años he tratado de impulsar el toque humano de la Medicina. Sólo ha faltado un “annus horribilis” y un virus para arrebatarlo casi todo. Y encima verlo como algo “normal”.  No, no y cien mil veces no. No es normal. Podemos sustituir los besos y los abrazos por otras formas de cariño. Sonreir con la mirada, acariciar con las palabras y su tono, acompañar con nuestra presencia física o virtual. Debemos seguir trabajando en rehumanizarlo todo. Que nada ni nadie, por favor, nos quite eso.

Llevo también años predicando en el desierto sobre la necesidad de convertir a la tecnología digital en una aliada. Una aliada que nos acerque más, que nos haga más colaborativos y que nos facilite, por supuesto, el trabajo. La pandemia no ha hecho más que acelerar la puesta en marcha del mundo digital, pillando a muchos a contrapié, incluidos los hospitales. Sigo pensando que la apuesta debe ser clara y no coyuntural. Cuanto mejor preparados estemos todos, con mayor alfabetización digital e inversión para hacer accesible la respuesta por estos medios, mejor nos adaptaremos a este ecosistema. No me cabe duda, que todas estas herramientas bien empleadas nos pueden ayudar a llegar a esa meta humanizadora a la que aspiramos.

No me quiero despedir sin dar las gracias. Gracias a los lectores del blog, a los pacientes, a los cuidadores y a todos aquellos que me han ayudado en estos ocho años a seguir en la senda de escribir y que siga estando vigente, visible y valorada. Gracias también a los que me han dado la oportunidad de seguir abriendo horizontes y apostar por la necesaria humanización sanitaria. Espero seguir al menos, otros ocho años más y celebrarlo con todos vosotros.

Os dejo con este video de la iniciativa Bisturí Solidario, en la convcatoria de charlas MED que tuvo lugar hace un año y que resume mi modo de entender la Medicina.

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2 respuestas a «Ocho años sembrando esperanza»

  1. Me congratuló por el seguimiento de esta iniciativa. Un proyecto que hace de los pacientes de cáncer el objetivo y la razón de ser del trabajo de muchos médicos. No son tiempos buenos y solo un rayo de esperanza hace que dichos pacientes conserven el deseo de acompañarnos, por mucho tiempo.

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