Expediente X 5/5 (4)

La irrupción con fuerza de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en el siglo XXI ha hecho que nuestra realidad cotidiana cambie de una forma vertiginosa y empiecen a surgir con ellos cambios de algunos paradigmas en muchos ámbitos, incluyendo la Sanidad. Nuevas herramientas que no sólo se quedan en un género nuevo de comunicación, sino que nos ayudan a generar autoaprendizaje y empoderamiento.

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Selfie radiooncológico 5/5 (4)

Supongamos que un grupo de radiooncólogos nos hiciéramos un selfie. Hasta aquí nada anormal, pues la moda y la cultura del selfie se ha impuesto hasta tal punto que de hasta la Fundación del Español Urgente (Fundéu) ha adaptado el vocablo en español con la grafía selfi como sinónimo de nuestra palabra autofoto. Pero profundizando en el selfie, desconozco si alguno de nuestros radiooncólogos de esa particular foto nos hemos parado a pensar con verdadero espíritu autocrítico. Es decir, si nos hemos hecho un buen selfie metafóricamente hablando, analizando cómo nos vemos y percibimos nuestra especialidad médica desde distintos ángulos de visión: de frente, desde arriba, desde los lados, desde abajo o a vista de dron.

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Confesiones de un radiooncólogo 5/5 (1)

La Navidad es un tiempo de regalar y de recibir regalos. Uno de los regalos típicos y que siempre se agradecen son los libros. “Confesiones de un radiooncólogo. Lo que vd no sabe sobre el cáncer y la radioterapia. Una guía ilustrada para pacientes” es un libro que bien podría regalarse a cualquier paciente o familiar de paciente que vaya a recibir radioterapia pues contiene las claves básicas para entender este misterioso tratamiento. Está escrito en inglés por el Dr Bobby Koneru en un lenguaje sencillo y asequible, con dibujos, con esquemas, con testimonios de pacientes y estructurado por localizaciones anatómicas para que cada paciente encuentre su caso personal.

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Relato navideño: Recuerdos de un MIR por Navidad

Hay realidades que superan con creces nuestra propia imaginación, por su extrañeza, por su emotividad o por la dureza de su relato. Realidades que no te dejan indiferente, que te obligan a pensar y te levantan con imperiosa inquietud de la comodidad de un sofá.
Corría el año 1993 y Nacho, un joven médico residente de Oncología Radioterápica del Hospital de Vall d’Hebrón en Barcelona, se disponía a cumplir con su guardia un día de Nochebuena. Hasta aquí, todo normal. El cáncer no conoce las fechas en las que viene bien o no presentarse. Es así de caprichoso. La Navidad no lo es menos y es habitual que a alguien le pille con la enfermedad a cuestas y en pleno tratamiento o ingresado en el hospital por prescripción facultativa. Ante esta testaruda situación siempre le acompaña un médico o una enfermera que por contado se ocupa del cuidado de estos enfermos.
Nacho había tenido un día relativamente tranquilo y se disponía a cenar el “banquete” que la cocina del hospital procuraba tener como aliciente para los que se quedaban de guardia. A las diez de la noche le sonó el busca y llamó apresurado a la planta para ver qué ocurría. José, un paciente de treinta años, estaba triste y muy angustiado. Tenía un tumor de lengua y estaba en tratamiento con quimio y radioterapia. Su mujer, en otro lado de ese complejo hospitalario estaba dando a luz su primogénito y él no pudo acompañarle. La impotencia y la tristeza le comían por dentro.
María dió a luz un hermoso niño de 3 kilos 400 gramos. Un niño sano, peloncete y guapo cuyo llanto se dejaba oir con fuerza y con ganas. Dado el día en el que nació no quedó más remedio que ponerle Jesús de nombre, pues en aquella peculiar situación su nacimiento era vivido como un milagro, como un auténtico regalo del cielo.
Nacho acudió a la llamada. Se quedó impresionado al ver aquella delgada figura de José caminando como podía con su palo de suero por aquel pasillo oscuro del hospital. José le pidió al médico permiso para ir a ver a su mujer. No era costumbre que los pacientes oncológicos se movieran a otra ala del hospital y mucho menos al edificio de Maternidad. José se encontraba en una situación de máxima fragilidad, pero sus ojos imploraban piedad. Nada le haría más feliz en este mundo que ver la carita de su niño Jesús particular.
Nacho se quedó dubitativo y mudo ante esa insólita proposición. No sabía muy bien cómo actuar, pues si accedía tenía que romper con muchos protocolos de seguridad hospitalarios y si no, estaba impidiendo a un padre la oportunidad de ver por primera vez a su hijo.O quizá la última. La razón y el corazón seguían caminos dispares y sinuosos. ¿Qué hago? se preguntó. Donde el corazón te lleve… le dijo una voz interna. Así que sin pensárselo dos veces, llamó a una ambulancia y le pidió a un celador que le acompañara a ver a su mujer y a su hijo.
La alegría de José fue enorme. Sus ojos brillaban de emoción y el encuentro de ellos tres fue incluso difícil de describir con palabras. Aquel niño lo significaba todo para él y poderlo tener entre sus brazos fue el mejor regalo de Navidad que nadie pudiese darle en este mundo. José recuperó algo de fuerza como para darle un beso a María y despedirse de ella hasta dos días después en que a ella le dieron el alta hospitalaria.
Las cosas no pintaban bien para José y los médicos descubrieron que tenía una carcinomatosis peritoneal, un hecho extraño en el contexto del tumor que padecía. José no logró alcanzar el año 1994 y poco antes de la medianoche del día 31 se despidió de este mundo para siempre.
Nacho aún lo recuerda en su espléndida madurez de 2016 y me manda un correo con el poema que escribió entonces cuando él era un médico residente. Se lo agradezco infinito y le prometo escribir un post con esta historia. Lo cierto es que hay historias que nos marcan, que nos dejan huella, que se quedan para recordarnos la levedad de la vida y la importancia de las pequeñas cosas, de los gestos humanos. Los médicos deberíamos darnos permiso para ser más compasivos, más generosos, abrirnos positivamente a las emociones y saltarnos todos aquellos protocolos que nos deshumanizan o que nos llevan al más absoluto de los absurdos.
Este es el poema original que me envió (en inglés):
A Christmas night
 
I will never forget
 
December 24th
 
Ninety three.
 
I was oncology resident on duty.
 
At ten at night
 
30 year old patient
 
Tumoral tongue
 
Waiting for chemoradio
 
Into the Christmas night.not so unhappy,
 
His child was born that day
 
ValldHebron Hospital just before midnight.
 
Saw him walking ,limping with his chemo pump pole,
 
To the mother ward through a long dark corridor.
 
A cancer father to his beloved first son
 
He didn’t even see ninety four
 
Peritoneal progression got him and got an orphan baby
 
through the new year.
 
Into Christmas, into death, in a never new year.
Les dejo con este video tras el cual quizá cambien de parecer sobre lo que se debe regalar en Navidad

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