Mi bata con un lacito rosa, obsequio de una paciente que lucimos mis compañeros y yo con orgullo y cariño.
Este árbol lleno de lazos rosas que una compañera ha compartido a través de las redes sociales y que me ha parecido genial.
Bienvenid@ a "Un Rayo de Esperanza". Soy Virginia Ruiz, una radiooncóloga que se define como médico en el sentido amplio de la palabra, con un interés especial por todo lo que rodea al enfermo oncológico. Creo firmemente en la Medicina Basada en la Evidencia, pero también en la Medicina Basada en la Diferencia y en la Experiencia. Estoy en la senda hacia una Medicina Humanista, porque si lo pensamos bien no existen enfermedades, sino enfermos…
Mi bata con un lacito rosa, obsequio de una paciente que lucimos mis compañeros y yo con orgullo y cariño.
Este árbol lleno de lazos rosas que una compañera ha compartido a través de las redes sociales y que me ha parecido genial.
En la película se cuenta la historia de Camino, una niña creyente y magistralmente interpretada por Nerea Camacho, que a la edad de 11 años es diagnosticada de un raro tumor infantil, un rabdomiosarcoma (un tumor mesenquimal originario de musculatura estriada), situado en la columna cervical. En el transcurso narrativo de la enfermedad la niña es sometida a cuatro impresionantes intervenciones quirúrgicas hechas en primer plano con diferentes abordajes e innecesariamente explícitas para el espectador medio, a quimioterapia y a radioterapia intraoperatoria en una de las intervenciones. Aquí quiero hacer un inciso como especialista, pues lo que aparece en la película es un simple equipo de radioscopia (no hace falta abandonar el quirófano, con el delantal plomado basta) y no un acelerador lineal de electrones que es lo que realmente se emplea en técnicas intraoperatorias (RIO). Para más “inri” lo que aparece en la pantalla en el momento de la radiación son imágenes secuenciales de una resonancia magnética cerebral, cuando lo que se estaba enfocando era la columna cervical de la niña y lo lógico era que apareciera una imagen radiográfica de dicha región. En fin, cosas del cine, de la falta de rigor y del desconocimiento absoluto de mi disciplina médica.
En el filme, Camino se enfrenta al mismo tiempo a dos acontecimientos que son nuevos para ella: enamorarse de un modo platónico de un niño que se llama Jesús (el nombre elegido crea un ambiente de confusión entre la realidad y la religiosidad) y el sufrimiento de una grave enfermedad oncológica que la deja tetrapléjica. Camino es una niña alegre, curiosa, guapísima, con unos ojos claros, brillantes, de mirada espontánea y transparente llamando nuestra atención, pues esos ojos se salen casi de la pantalla. En su enfermedad Camino escoge el amor por encima de todo: el amor humano y el amor religioso. Se intercalan en muchas ocasiones preciosas y surrealistas secuencias oníricas. También se nos muestra cómo vive todo este proceso entre su familia, una familia con fuertes convicciones religiosas. La madre, Gloria, es un papel muy bien interpretado por Carme Elías, mostrándonos a una mujer luchadora, extremadamente exigente y controladora, cuya educación religiosa le permite trascender la enfermedad de su hija y que sufre una profunda transformación en esa lucha. El padre, José, también en un formidable papel interpretado por Mariano Venancio encarna la antítesis, mostrándonos la duda en las creencias, la discrepancia de pareceres en cuanto a lo que es mejor para su hija y la incapacidad de enfrentarse a algo tan antinatural como la muerte de su hija. Su pensamiento desvinculado del aspecto religioso vive ahogado en toda la película. La hermana mayor, Nuria, interpretado por Manuela Vellés, es una numeraria del Opus Dei y manifiesta unos sentimientos contrapuestos de admiración y envidia ante su hermana enferma. Finalmente Camino fallece y también el padre en un accidente de tráfico poco tiempo antes, llenando la pantalla de un profundo dolor y sobrecogimiento.
Si tomamos perspectiva y nos alejamos de la polémica podemos ver una película emotiva, arriesgada, bella y bien trabajada a nivel interpretativo. No olvidemos que fue galardonada con seis “Goyas”. Muy dura sí, no apta para cardíacos y posiblemente tampoco para personas con alta sensibilidad emocional. Quizás lo que podemos extraer de forma positiva es como la inteligencia espiritual (de la que ya habla Gardner en referencia a su teoría de las inteligencias múltiples) es un buen instrumento que nos puede ayudar a sobrellevar una enfermedad dolorosa y grave como el cáncer. Dicha inteligencia espiritual o trascendental está presente en todas las personas incluso en ateas, agnósticas o creyentes de diferentes confesiones religiosas.
En 2011 se rodó un documental, esta vez autorizado y con imágenes reales en formato superocho, sobre la vida de Alexia González-Barros, para limpiar esas imprecisones y versiones novelísticas de la película de Javier Fesser. Alexia en realidad falleció el 6 de Diciembre de 1985 a la edad de 14 años víctima de un sarcoma de Ewing a los 10 meses de su diagnóstico. La niña manifestó en todo momento una gran fuerza, serenidad y entereza ante la enfermedad fuera de lo común. Era la menor de 7 hermanos, y los dos hermanos que le precedieron fallecieron ambos a los pocos meses de nacer. Una experiencia de sufrimiento extremadamente dura como nos cuentan sus testimonios.
Les dejo con su último “post” traducido del inglés:
Una oportunidad de oro:
A principios de esta semana me encontré rodeada por la realeza del periodismo. Muchos de los periodistas con más talento, los más valientes del mundo de la radio, editores, productores y reporteros gráficos se habían reunido en el Lincoln Center de Nueva York para los Premios Emmy en la Categoría de Noticias y Documentales.
Pero para mi sorpresa, no era simplemente una invitada u observadora casual en los Emmy – yo era una candidata. El diario “The New York Times”, con la serie de videos “La vida, interrumpida”, había sido honrada por la Academia Nacional de Artes y Ciencias Televisivas con una nominación a su premio más prestigioso. La serie era una entre 1.400 candidatos que compiten por la noche a 40 estatuas de oro Emmy que atraían en el escenario.Siempre se dice en las entregas de premios que es un honor ser nominado. En mi caso, ese sentimiento es particularmente significativo.Hace apenas unos años, a la edad de 22 años, me enteré de que tenía una forma agresiva de leucemia. Necesitaba quimioterapia intensiva y trasplante de médula ósea para salvar mi vida. En aquel entonces, mis médicos me dijeron que tenía una posibilidad del 35 % de sobrevivir a mi trasplante. Me encontré luchando por un futuro que tenía todavía por definir. La noción de progreso profesional, y mucho menos un galardón como una nominación al Emmy, no estaba simplemente en el ámbito de mis posibilidades.
Estar en tu segunda década de vida tratando de averiguar quién eres y lo que quieres hacer en la vida – con o sin cáncer – es una tarea atemorizante por sí sola. Pero saber que me estaba enfrentando una enfermedad que amenaza la vida me hizo sentir como si alguien hubiera golpeado el botón de pausa en mi vida antes de que realmente hubiese comenzado. Como estudiante, yo había viajado por todo el norte de África y el Oriente Medio para estudiar los derechos de las mujeres a través del “storytelling” y la historia oral. Terminé de escribir mi tesina sobre el tema. Uno de los capítulos se titulaba “La voz de los sin voz”, y detalla las historias no explicadas de las mujeres en Túnez. Me inspiré en el periodista Amy Goodman que ha dicho: “La responsabilidad de un periodista es viajar donde el silencio está”. Eso fue exactamente lo que yo esperaba hacer con mi vida.Sin embargo, pocos meses después de caminar por el escenario de mi graduación en la universidad, el cáncer interrumpió mis planes. Era difícil imaginar cualquier tipo de futuro, por no hablar de mis planes para convertirme en periodista y defensora de la causa de las mujeres en todo el mundo.
Aislada en el pabellón de Oncología, empecé a pensar en mi sueño de convertirme en una escritora. ¿Qué podría escribir ahora? ¿Dónde puedo viajar si me he quedado atrapada sin soporte? Tal vez la historia no estaba en una tierra lejana, pero si justo en frente de mí. Yo no había elegido esta historia- la historia me había elegido. Pero decidí aceptar el reto.
Poco a poco, empecé a informar desde el frente de la cama del hospital, primero en revistas, y luego , en un blog apresurado. El cáncer no es algo que te de ganas de compartir, es más bien algo que te hace querer ocultar. El cambio de contar historias de otras personas a tener que escribir en primera persona sobre algo tan personal fue difícil. Después de todo, el cáncer no es exactamente algo que se actualice en tu perfil de LinkedIn. Pero yo sabía esto: escribir sobre lo que me estaba pasando me hacía sentir bien, aunque mi cuerpo no estuviera a la altura.
Nunca me he sentido tan perdida como lo hice en el primer año después de que me enteré que tenía cáncer. Pero sin darme cuenta, había también he encontrado mi voz. A pesar de que nunca había sido publicado antes, le envié un correo electrónico a mi profesor de periodismo de Marty Gottlieb y le pregunté qué pensaba sobre el hecho de lanzar mi historia con un artículo en el Times, donde yo había estado leyendo “Posts” de otro paciente de cáncer, Dana Jennings, quien contaba la crónica de su vida después del tratamiento de un cáncer de próstata.Él me ayudó a llegar a los editores de The Times, y en la primavera de 2012, mi primera columna apareció justo cuando estaba pasando por un trasplante de médula ósea, seguido poco después por la serie de videos “La vida , interrumpida”.
Nunca podría haber imaginado que 18 meses más tarde estaría sentada entre el público en los Emmy , a la espera de que mi categoría se anunciara . Y entonces sucedió algo increíble : que ganamos. Suleika Jaouad formó parte del equipo ganador de la serie de videos La Vida, interrumpida. Rommel Demano, Getty Images y Suleika Jaouad formaron parte del equipo ganador de la serie de videos “La vida, interrumpida”.De pie en el escenario, sosteniendo que la estatuilla dorada y sorprendentemente pesada, estatua Emmy, es uno de los momentos más surrealistas y sorprendentes de mi vida. Shayla Harris, la productora de la serie y de la mujer pasó incontables horas filmando conmigo mi historia, le dio un hermoso discurso de aceptación a mi editora Tara Parker. Papá celebró el momento conmigo. Días más tarde, todavía no puedo creer que hayamos ganado un Emmy.Vivir con cáncer ha sido aterrador, pero en cierto modo, también me hizo sentir valiente y pensar que todo es posible. Me ha enseñado que el tiempo es oro y que tengo que ir a por las cosas que quiero – no mañana, sino hoy. Después de todo, ¿qué tengo que perder?Yo todavía no sé lo que depara el futuro, pero sí sé que lo estoy haciendo bien, y continúo estando libre de enfermedad. Las historias y las palabras de aliento que he recibido de los lectores y espectadores de “La vida, interrumpida” han sido mi salvavidas gracias a una increíble comunidad de apoyo. Nada de esto hubiera sido posible sin ustedes.
A mi pequeña manera, espero haber viajado “donde el silencio es” y haber dado voz a una comunidad que muy a menudo no tiene voz: los adultos jóvenes con cáncer. Esto es lo que he hecho en la mayor parte de “La vida , interrumpida”.
– Nos produce un masaje visceral interno
– Reduce el estrés, la ansiedad y la depresión: Se produce un aumento de endorfinas, modula la dopamina, la serotonina y la oxitocina, todas ellas hormonas implicadas en nuestro bienestar psíquico.
– Mejora las relaciones sociales, la interacción, la colaboración y la solidaridad.
Poca broma, pensarán muchos. No parece serio esto de tomarse el cáncer a risa y no digo que haya que hacerlo. El optimismo y el buen humor no nos van a “curar” por si solos del cáncer, pero si suponen un buen coadyuvante y un recurso poderoso para sobrellevar la enfermedad. Lo dice incluso el famoso Dr Viktor Frankl en su magnífico libro “El hombre en busca de sentido” que trata de cómo superar la adversidad en una situación extrema como lo es un campo de concentración nazi y cómo empleaba lo que el venía en llamar “un extraño sentido del humor” como arma terapéutica. Explorar nuestro sentido del humor y hacerlo aflorar desbloquea determinadas situaciones difíciles, nos libera y sobretodo nos condece a un cambio de perspectiva que resulta muy interesante y constructivo. Estimular el lado divertido de las cosas puede salir de forma natural y es positivo que fluya. Si no es así, creo que sería un buen ejercicio de entrenamiento que nos ayudaría a ser más felices y a ser capaces de transformar nuestra forma de ver las cosas.
Evidentemente hay que saber cuándo el sentido del humor no es apropiado, pues puede ser hiriente, cuando lo que buscamos es todo lo contrario. Se considera que el humor no debe utilizarse y se evitará:
“Ocasionalmente puede vernos reír o incluso contar algún chiste. Sepa que estamos prestando a su ser querido nuestros mejores cuidados. Hay momentos en que la tensión es máxima. Hay momentos en que nuestros sistemas están estresados. Hemos descubierto en el humor un factor para mantener nuestro equilibrio mental.Por tanto, si usted es un paciente que espera o un familiar o un amigo, no malinterprete nuestra sonrisa. Es lo que evita que nos pongamos a gritar”
Les dejo con un video de la película “Patch Adams” que reivindica el uso del sentido del humor para los enfermos.