Hablar de pronóstico a un paciente oncológico y a su familia no es fácil para el médico. El pronóstico se establece en términos estadísticos y por lo tanto se trata de un promedio. Estamos pues en el terreno de las probabilidades, no de las certezas. Ello significa que no estamos ante una ciencia exacta. Existe un margen de error. Cuando se emite un pronóstico se habla del curso previsible que cada cáncer en concreto tiene. Existen muchas variables que pueden cambiar la previsión: el estado general, la edad, la tolerancia y cumplimiento de los tratamientos, etc. Hay por tanto incertidumbres que no podemos adivinar, tan sólo dar una aproximación.
Voy a poner un ejemplo muy gráfico para que me entiendan. Cada vez que cogemos el coche y conducimos tenemos una serie de probabilidades de tener un accidente. Si añadimos los factores de riesgo: lluvia, mal estado de la carretera, mala señalización, consumo de alcohol, distracciones, etc, vamos sumando puntos para que las probabilidades vayan aumentando (el pronóstico empeoraría). Eso es pura lógica. Sin embargo, la mayoría de nosotros no pensamos en esas probabilidades cada vez que cogemos el coche o dejamos de conducir por el riesgo que esta actividad pueda entrañar. Lo tomamos como un acto cotidiano y vivimos con el pensamiento de que eso no nos va a pasar a nosotros. Sabemos que no estamos exentos de tener un potencial accidente, pero no nos angustiamos habitualmente por ello. Así deberíamos funcionar al conocer un pronóstico, deberíamos administrarlo como una información más, estar preparados y luchar en la medida de nuestras posibilidades. No deberíamos angustiarnos. Lo maduro es aprender a asumirlo, reconociendo que es un camino psicológico a veces tremendamente difícil y que es posible que necesitemos en muchos momentos un apoyo.
¿Debemos pues dar pues siempre el pronóstico de su enfermedad a los pacientes? La respuesta es un si tanto si el pronóstico es bueno como si no lo es. Sin duda siempre habrá matices. El querer conocer o no el pronóstico de la enfermedad es una decisión muy personal de cada paciente que hay que respetar. La respuesta irá en función de lo que cada paciente quiera saber. La conspiración del silencio le deja en una posición de soledad y desconfianza nada recomendables. Se puede decir la verdad dejando siempre abierta la puerta a la esperanza. En muchos casos puede ser útil conocer el pronóstico para que el propio paciente pueda tomar decisiones sobre su futuro y sobre sus tratamientos. El paciente sabe así ante lo que lucha y encuentra en muchas ocasiones sus propios recursos para afrontar la enfermedad. Es un hecho que muchos de mis colegas médicos pueden constatar.
Como las imágenes valen más que mil palabras, les dejo con una serie de videos subtitulados realizados por el National Cancer Institute (NCI) de EEUU que explican a la perfección lo que aquí hemos comentado. También les dejo con el enlace del mismo que contesta a varias preguntas sobre el tema que espero sean de utilidad. (Pueden encontrarlo haciendo click aquí)