La espada de Damocles es una frase acuñada en alusión a este cuento para ejemplificar el peligro que entrañan algunas situaciones amenazantes.
El denominado “Sindrome de Damocles” ocurre con frecuencia en los pacientes oncológicos, pues sentir incertidumbre después de haber superado un cáncer puede considerarse normal. Sin embargo ese miedo a la recaída de su enfermedad puede llegar a provocar gran ansiedad y convertirse en patológico.
El síndrome de la espada de Damocles podría definirse como un miedo desmesurado a la recaída de la enfermedad. Como dice mi psiconcóloga de cabecera, Inmaculada Martínez, los pacientes se sienten durante el proceso de tratamiento como funambulistas de un circo, pero con una red debajo que les protege. Pasan entonces de un lado al otro de la cuerda floja optimistas, fuertes, sin miedo, pues tienen la certeza de que si caen no se harán daño y caerán sobre la red. Una vez superada la fase de tratamientos, los pacientes caminan por esa misma cuerda floja, pero esta vez no tienen la red o la “protección del tratamiento activo”. Sienten estar en una montaña rusa cada vez que tienen que hacerse un chequeo médico o hacerse una prueba de rutina. Y es aquí donde puede empezar el problema.
Los pacientes oncológicos viven generalmente con gran desconcierto el proceso de la enfermedad. Al finalizar los tratamientos lo lógico parece que sería recuperar su vida anterior, pero ello no siempre ocurre de manera tan sencilla. Los temores se inician cuando aparecen síntomas de cualquier otra enfermedad común y se comienza a pensar con la idea de que quizás el tumor haya reaparecido o pueda haber una metástasis. También sucede cuando al ser informados de un nuevo caso en alguien conocido o cercano o cuando alguna de ellas fallece. Es habitual pensar en ello cuando se acerca la fecha de la revisión. Se reconoce como patológico cuando ese temor nos domina y no nos permite una vida normal.
Vivimos muchas veces condicionados por la idea de controlar todo nuestro mundo. El supuesto control nos da seguridad y estabilidad. Recuperar la normalidad y aprender a vivir con la idea de que quizás el cáncer vuelva no es nada sencillo, pero no por ello imposible. Lo importante es tomar conciencia de que algo ocurre en nuestro interior y que con ayuda podemos tomar nuevamente las riendas de nuestra vida.
Hay algunos pacientes viven la experiencia de la enfermedad con otro prisma, como una revelación, a pesar de la dureza del proceso, comprenden que el aprendizaje y la experiencia obtenidas son irremplazables y que difícilmente adquiridas con cualquier otro hecho vivido. Aprender a manejar nuestras emociones, plantarle cara al miedo, expresar la rabia y la ira acumulada, puede conseguirse a través de ayuda psicológica o grupos de apoyo. Lo importante es no olvidar y que pase lo que pase saber que no estamos solos.
El cáncer ha pasado a ser una de las epidemias de este siglo, el mensaje positivo es que es curable en muchos de los casos. No debemos olvidar la importancia de autocuidarse en todos los sentidos, de apuntarse a una vida sana física y emocionalmente hablando y sobre todo aprender a vivir la vida aquí y ahora, en el momento presente, porque es lo verdaderamente nuestro y lo que debemos disfrutar plenamente. El pasado ya pasó y el futuro está aún por venir.