Bienvenid@ a "Un Rayo de Esperanza". Soy Virginia Ruiz, una radiooncóloga que se define como médico en el sentido amplio de la palabra, con un interés especial por todo lo que rodea al enfermo oncológico. Creo firmemente en la Medicina Basada en la Evidencia, pero también en la Medicina Basada en la Diferencia y en la Experiencia. Estoy en la senda hacia una Medicina Humanista, porque si lo pensamos bien no existen enfermedades, sino enfermos…
¿Sabes? En ocasiones, el significado etimológico de las palabras te sorprende. He leído que la palabra recordar proviene del latín “recordare”. “Re” es un prefijo que significa “de nuevo” y “cordare” proviene a su vez de la palabra “cor” o “cordis” que significa “corazón”. Llevo así siete años recordándote, repasando los pensamientos sobre el corazón.
El pasado 17 de Noviembre cumplí mi primer lustro como escritora de Un Rayo de Esperanza y en consecuencia he cumplido con una efeméride que no querría dejar pasar por alto. Cinco años dan para mucho y siempre es bueno hacer un alto en el camino y pensar en el trabajo realizado hasta ahora y el que queda por realizar aún. Continuar leyendo “Quinto cumpleblog 5/5 (12) “
Como cada diecisiete de Julio desde hace cinco años me hallo aquí, tecleando letras sueltas delante del ordenador para poner en orden mis recuerdos y pensamientos. El tiempo trata de difuminar concienzudamente todos los colores, los sentimientos y las sensaciones de algunas épocas pasadas, posiblemente para hacer más llevadero ese tránsito a la vida en ausencia de un ser querido. Continuar leyendo “Hace cinco años… 5/5 (18) “
Hace hoy cuatro años que un cáncer de pulmón te arrebató la vida, pero no pudo ni por asomo, arrebatar del mismo modo tu recuerdo. Si acaso lo hace grandilocuente, lo perfila con una nitidez fotográfica como si la propia mente se resistiera a ese olvido. Hay escenas que permanecen grabadas en mi conciencia como tus sonrisas cómplices y calladas, esas manos hacendosas que gesticulaban cuando la ocasión lo requería, tu porte y tu forma de caminar, tu voz, tu carcajada limpia y contagiosa, tu exquisito orden de las cosas, tu mirada profunda, tu bondadosa generosidad, tu amor por la historia o el disfrute por un buen vino. Estas y muchas cosas más.
Dicen que olvidar a los que un día la vida les abandonó, es matarlos dos veces. Recordarte es siempre una forma de dar continuidad al legado que nos has dejado. Tuve la fortuna de conocerte en varias etapas de tu vida. Me siento eternamente en deuda contigo por todo lo que me enseñaste y aprendí de ti. Sin casi darme cuenta de ello. Comprendí tus renuncias, tus silencios, tus ganas de salir adelante como si nada, el significado de las pequeñas cosas, tu amor y generosidad para los seres más queridos pero también comprendí tus contradicciones, tus pequeños o grandes enfados y hasta la necesidad de que te la soledad te acompañara en algunos momentos. Porque todos los sentimientos tienen cabida y son lícitos en estas circunstancias.
En estos cuatro años sin ti seguimos adelante, tratando de hilvanar nuestras vidas lo mejor que sabemos y podemos. Recordarte siempre me emociona, me cautiva, me hace sentir bien. Reconozco que ese recuerdo me ayuda a ponerme más del otro lado, a entender mejor a mis enfermos y a comprometerme un poco más si cabe con mi amada profesión. Tus hijos me regalaron una de esas plumas y bolígrafos de tu colección que guardo sigilosamente como símbolo inequívoco de una invitación a escribir para honrar tu memoria, también la de otros y difundir así conocimiento y emociones a partes iguales.
Gracias por ser y seguir siendo ese faro en el océano de la vida, por enviarme fuerzas para continuar sin desfallecer, por inspirarme a la hora de escribir y dejar que estas letras sueltas compongan su melodía.
Seguiré componiendo una carta para ti cada 17 de Julio.
Mientras, espero que este video dibuje en ti una sonrisa cómplice
Los días, los meses y los años transcurren inexorablemente, quieras o no. La percepción del tiempo cambia con la experiencia de los años vividos, dando la impresión de mayor fugacidad. En cada aniversario se me agolpan los recuerdos, algunos se difuminan y otros, los mejores quizá, permanecen imborrables.
Sigo acordándome mucho de ti, con fotografías mentales de diferentes etapas de mi biografía en las que tuve el privilegio de conocerte. Tú, posiblemente sin pretenderlo, y tu recuerdo, se han convertido en un “leitmotiv”, en un “con-sentido” que va transformando el prisma con el que ahora veo las cosas. Siento la necesidad imperiosa de ensalzar tu memoria, de hacerla vívida, de homenajearte y de poner en relevancia los valores que iban íntimamente ligados a tu persona.
Por eso hoy, cuando se cumplen tres años de tu marcha, escribo estas líneas.
Tu ejemplo ante la adversidad y el cáncer me dieron una lección de vida, la mejor lección recibida en mi carrera profesional. Me percaté contigo de la gran cantidad de cosas que los pacientes callan, que no advertimos en la consulta y que merecen escucha y atención. Aprendí a tener los ojos más abiertos, los oídos más atentos y a tocar más, a estar más cerca de los enfermos.
Uno de los más bonitos recuerdos que vienen a mi mente fue la emoción que nos embargó a ambos al reencontrarnos después de varios años sin saber uno del otro. A pesar de las circunstancias parecía que el tiempo no hubiese pasado y que se detuviese en ese preciso instante. “¡Qué ilusión escucharte!” me dijiste…
En estos tres años, no he parado de escribir. Admito que necesitaba hacerlo. Por ti. Por aquellos que pasan todos los días una situación como la tuya. Por poner voz al silencio que se agazapa tras la enfermedad. Por llamar a las cosas por su nombre. Por reconocer que no tengo todas las respuestas a las preguntas. Por preguntarme todos los días cómo puedo hacer mejor mi labor. Por dar un rayo de esperanza en este océano de incertidumbres que conlleva la enfermedad. Por dar, en definitiva, sentido al dolor.