Recuerdo vívidamente esa “primera vez” en que coloqué mi “L” en el R-12 verde de mi padre tras sacarme el carnet de conducir nada más cumplir los 18 años. Para mi fue un momento especial e importante, ya que implicaba no sólo un salto hacia la edad adulta, también significaba autonomía, libertad y por supuesto la confianza de mi padre para tomar prestado uno de sus bienes más preciados en aquel momento: su coche. Conducir ahora se me antoja fácil, pero en sus inicios no lo fue. Y explicaré por qué. Básicamente es porque tienes que ser consciente de cada uno de tus movimientos: el volante, la posición del asiento, el embrague, los retrovisores, el intermitente, el cinturón de seguridad (entonces sólo era obligatorio en carretera), etc. Tomas asiento, pones la marcha en punto muerto, enciendes el coche, aprietas el embrague, pones primera, miras por el retrovisor y con las manos en el volante y el otro pie en el acelerador te pones en marcha. Conduces y avanzas. Tienes que estar pendiente de muchas cosas: señales de tráfico, los otros conductores, los peatones e incluso del gato o la pelota que se cruzan en tu camino sin avisar. Estás en la esfera del consciente y tienes que pensar en todas y cada una de las cosas que he descrito. Vas despacio.
A medida que vas adquiriendo destreza con la práctica, conduces mejor y ya inicias un proceso de automatización de tus acciones, enviándolas al inconsciente. Ya sólo tienes que estar atento a no quedarte sin gasolina y a los imprevistos.
Así es como a grandes rasgos funciona el proceso del aprendizaje. Ocurre también en Medicina, cuando te estrenas como médico, como residente, como médico adjunto y también como jefe de Servicio (si llegas). El aprendizaje requiere pasar por muchas acciones conscientes y a base de la repetición , reforzarlas y convertirlas en inconscientes. Pero no caigamos en el error de pensar que hemos llegado a la cumbre y ya no es posible seguir aprendiendo. SIEMPRE SE APRENDE. Para el ser humano, me atrevería a decir, es imposible no aprender.
El aprendizaje o la formación continuada en nuestra profesión es IMPRESCINDIBLE. Es más, nos ayuda a mejorar, a avanzar y a alcanzar esa ansiada excelencia y profesionalidad. Aprender es también valorar nuestras debilidades, nuestras fortalezas y reconocer nuestros errores. La sabiduría no consiste en saberlo todo. La sabiduría consiste en reconocer lo que todavía no sabes, lo que tienes que mejorar en tu día a día. La sabiduría tiene olor a humildad.
Con “L” de Enfermera es una iniciativa que pretende visibilizar a las enfermeras noveles y entender que se encuentran al principio de un largo camino de aprendizaje por el que todos en un momento u otro nos hemos encontrado alguna vez. Personalmente he de decir que intento hacerlo en mi quehacer diario con las enfermeras “nuevas” que acuden a nuestro Servicio, en esta y otras épocas de vacaciones. Muchas de ellas tienen “hambre de aprender” y buena predisposición. En ese sentido me siento afortunada. Algunas acuden con miedo. Es un miedo infundado por el sempiterno desconocimiento que hay en el ámbito hospitalario sobre nuestra especialidad (Os recuerdo su difícil nombre: Oncología Radioterápica) y que desde aquí trato de reclamar el lugar que le corresponde. Sin embargo, la mayoría de las enfermeras cuando tienen que abandonar nuestro Servicio, lo hacen con una cierta pena, pues nos confiesan haber tenido una idea equivocada sobre el trabajo que realizamos.
Desde este blog, deseo mucha suerte y mucho ánimo a todas aquellas enfermeras, médicos o sanitarios que viven su “primera vez”. Recordad que ninguno de nosotros deja NUNCA de aprender.
Les dejo con un video que explica cómo funciona a nivel cerebral eso que llamamos APRENDIZAJE