Al hablar de radiaciones siempre surge en el imaginario popular una idea un tanto oscurantista, tétrica y alarmista acerca de ellas. Puede que tenga que ver ese pez de tres ojos que aparece en la serie de los Simpson, las imágenes de la bomba atómica de Hiroshima y Nagashaki o los casos de Chernóbil y Fukushima. O puede que tenga que ver con el miedo inherente que tenemos siempre a lo desconocido y que el consciente colectivo o su lenguaje acompañante no han dejado repetidamente de alimentar como este famoso cartel, popular en los años 80 de “¿Nuclear?, no gracias” en contra de la instalación de centrales nucleares en nuestro país. El miedo (a las radiaciones) señores, es libre como dice Pedro Ruiz Manzano en “Desayuno con fotones” acerca de este tema. O como refleja en el celuloide Gaspar Sánchez en otro magnífico post del mismo blog.
Pero también hubo con anterioridad una época “glamourosa” de las radiaciones, en las que el miedo de los nuevos tiempos fue suplantado por una cierta inconsciencia, desconocimiento y por qué no decirlo, frivolidad. Desde cosméticos radiactivos hasta los más variopintos artilugios como nos cuenta en su blog “El Lanzallamas” mi compañero el Dr Ángel Montero. Eran desde luego “otros tiempos” en los que se contemplaba a las radiaciones como un gran y extraordinario descubrimiento.
Sin ir más lejos yo recuerdo de pequeña una curiosa máquina de rayos X en una céntrica zapatería de Gerona en la que podías mirarte si la talla del zapato que te probabas se ajustaba a tu pie. Era francamente divertido. Se trataba de un podoscopio radiológico que se popularizó en los años 50 y al parecer sobrevivió en nuestro país hasta principios de los años 70.
Otro recuerdo que me viene a la mente infantil sobre las radiaciones (y que ahora nos echaríamos las manos a la cabeza) eran las revisiones médicas anuales escolares en las que nos pasaban literalmente a todas mis compañeras de clase y a mi por la “pantalla” observando sin ningún pudor las intimidades radiológicas de unas y otras en una misma sala. Recuerdo con claridad aquella sala oscurecida por unas cortinas del colegio, la pantalla fosforescente y nuestras caras de asombro ante aquella (hoy rudimentaria) tecnología.
Entre un extremo y otro se encuentra la ponderación y la virtud. Hoy día se cuida con exquisitez el tema de la protección radiológica, de que la exposición a las radiaciones ionizantes sea la mínima posible y necesaria. Se valora asimismo el beneficio-riesgo de la realización de determinadas pruebas radiológicas o de Medicina Nuclear en la población general, especialmente en los más vulnerables: niños y mujeres en edad fértil.
Es bueno tomar conciencia de la necesaria radioprotección, pero sin menoscabar la gran aportación que la Tecnología Radiológica, la Medicina Nuclear y la Radioterapia han aportado al diagnóstico y al tratamiento, especialmente del cáncer. Ya no concebimos la Oncología sin la ayuda de la TAC (Tomografía Axial Computerizada), la mamografía o una PET (Tomografía por Emisión de Positrones) para el diagnóstico o de los Aceleradores Lineales de Electrones para su tratamiento. La contribución de las radiaciones ionizantes aplicada con criterio ha conducido a un importante avance y beneficio para nuestros enfermos.
En el caso concreto de mi campo de estudio, la Radioterapia, los avances en los últimos veinte años han sido espectaculares y yo he tenido el privilegio y la suerte de vivirlos en primera persona. Con la tecnología disponible en la actualidad en nuestro país podemos aplicar radioterapia en muchos tumores con precisión, con un buen índice de curaciones (cercano al 50-60% en combinación con otras terapias), de forma perfectamente personalizada, segura y cómoda para el paciente, conservando en muchos casos el órgano a tratar, evitando mutilaciones y con unos niveles de toxicidad a día de hoy aceptables, tratables y transitorios.
Veamos pues a partir de ahora a las radiaciones ionizantes como amigas, no como enemigas. Me gustaría que de una vez por todas se abandonara esa mala prensa de la que todavía gozan las radiaciones y las comenzaramos a ver de forma constructiva y positiva.
Por último les dejo con este video realizado con motivo del Congreso europeo ESTRO FORUM en Barcelona hecho a nuestro Presidente de SEOR, el Dr José López Torrecilla sobre las bondades de la Oncología Radioterápica y su contribución clave en la curación actual del cáncer.