Querido F:
El tiempo puede parecer un concepto abstracto, pero cuando se trata de una pérdida como la tuya, se convierte en un recordatorio constante de lo rápido que avanza la vida. Hoy, mientras reflexiono sobre los once años transcurridos desde que nos despedimos, siento la necesidad de rendirte homenaje y recordar el impacto perdurable que tuviste en las vidas de muchos de nosotros. Reconozco que, aunque ya escribo poco en este blog por distintos avatares de la dura vida, he creído importante hacerlo para celebrar la huella que dejaste y encontrar consuelo en los recuerdos.
La pérdida de un ser querido es una experiencia universal a la que todos nos enfrentaremos en algún momento de nuestras vidas. Es un proceso complejo y personal que puede llevar tiempo aceptar y sanar. Después de estos años, puedo decir que el dolor nunca desaparece por completo, pero se convierte en un recordatorio de cuánto has significado.
En estos once años he visto, afortunadamente, cómo la ciencia ha avanzado en el campo del cáncer de pulmón y ha mejorado su supervivencia. A veces fantaseo con la idea de cómo se te hubiera tratado en caso de haber sido hoy tu diagnóstico. Posiblemente sería algo distinto y mejor. En cualquier caso, eso siempre nos ocurre cuando juzgamos el pasado en un contexto actual y ya carece de sentido, pero me produce cierta alegría comprobarlo ahora a través de mis pacientes.
De cualquier modo ahora prefiero fantasear con tu sonrisa cálida y ese espíritu generoso que iluminaba cualquier espacio. Contigo aprendí la importancia de dar vida a los años que nos toque por suerte vivir, en lugar de empeñarnos a sobrevivir a cualquier precio. Tus años vividos fueron un auténtico regalo para los que tuvimos la fortuna de acompañarte.
A medida que pasa el tiempo, los recuerdos se vuelven aún más preciosos. Las risas compartidas, las conversaciones profundas y los momentos de alegría se vuelven tesoros en nuestra memoria. Aunque pueda doler recordar, es importante honrar y celebrar la vida que viviste. Dejaste un legado de afecto que continúa inspirándonos en nuestro propio camino.
Hoy, en el undécimo aniversario de tu partida, te quiero dar las gracias por ser como eras. Estoy segura de que tu legado nos seguirá fortaleciéndonos en los años venideros y siempre vivirás en nuestros corazones.