La relación médico-paciente siempre ha sido una cuestión de confianza, dónde el paciente ha aceptado tácitamente una relación de ayuda por parte del médico ante un problema de salud. Sin embargo, actualmente asistimos a un cambio o transformación en los roles que se adoptan tanto por parte del médico como del paciente. Continuar leyendo “La relación médico-paciente: una cuestión de confianza “
En la piel del paciente
La Medicina actual ha sufrido una gran transformación. Los avances tecnológicos, el auge de la evidencia científica y la superespecialización médica nos han llevado a unos niveles, en términos de esperanza de vida, impensables hace tan sólo unas décadas. Por contra, parece que todo ello no ha recibido la misma y deseable evolución desde el punto de vista humano. Sin darnos cuenta hemos despersonalizado tanto al médico como al paciente. Ponerse en la piel del paciente empieza convertirse en un ejercicio muy recomendable.
Calidad en la atención del paciente radiooncológico
¿Qué pasa si soy una PAS?
Un 20% de la población general son Personas de Alta Sensibilidad (conocido por el acrónimo PAS). La definición de PAS es poco conocida. Existe la tendencia a opinar o etiquetar de forma desacertada a estas personas como débiles, susceptibles, frágiles, hipersensibles o “bichos raros”. No es un defecto. No es un transtorno psicológico. No es tampoco una enfermedad. Simplemente es una característica de la personalidad que se lleva en el ADN, igual que el color de la piel o de los ojos.
He autodescubierto que soy una PAS. Siempre me ha producido un cierto pudor reconocerlo. He estado años creándome una enorme coraza sobre este aspecto porque tenía muy inculcada la falsa idea de que ser “sensible” era un rasgo negativo. También lo pensaba del hecho de ser introvertida (lo soy, créanme y tampoco es tan malo como se vende). He vivido con la idea de que debía combatir ambos rasgos para sobrevivir. He ocultado esos rasgos de mi personalidad porque creía que así sería menos vulnerable y más fuerte. Con los años me he dado cuenta que no es bueno fingir lo que no eres. Incluso comienzo a entender que se puede modular esa sensibilidad y convertirla en una “virtud”. Me he percatado del error que representa enterrarla y he descubierto que la sensibilidad debe y puede ser canalizada de forma inteligente sirviendo de ayuda a los demás.
Una Persona con Alta Sensibilidad simple y llanamente tiene una percepción distinta de las cosas. Viven e interpretan la realidad de un modo diferente a ese contrapuesto 80% de la población. Pensemos que no todos vemos igual los colores, no oímos igual los sonidos, no olemos igual los olores, etc… Las PAS perciben el mundo de un modo especial y no hay que confundirlas con personas hipersensibles. Una PAS se alegra y disfruta de los detalles de las cosas pequeñas: del matiz de un color, de las palabras de una buena tertulia, de un particular olor familiar, del sabor que sólo tiene de ese plato de mamá, de la sensación de la brisa en la cara, etc. Una PAS además tiene la capacidad de tener una visión amplia de las cosas y asociarlas entre sí. Habitualmente son personas empáticas, intuitivas y profundas.
Las PAS no son mejores ni peores que las personas que no tienen esa peculiar sensibilidad. Por poner un ejemplo paralelo: ¿es mejor ser diestro que zurdo? Claro que no. El mundo está hecho mayoritariamente para los diestros pues es una característica de la mayoría de la población. El zurdo ha de aprender a adaptarse continuamente y eso le confiere unas habilidades distintas que puede llegar a tener alguna ventaja, como por ejemplo en el deporte. Conviene pues no llamar al equívoco respecto a las PAS. Las PAS corren el peligro de saturarse física y mentalmente ante la abalancha sensorial que percibe. Por ello debe encontrar su espacio de entrenamiento adaptativo y saber autocuidarse.
Entiendo que un cierto nivel de sufrimiento (que no masoquismo, ni sufrimiento fútil), de esfuerzo o espíritu de sacrificio son necesarios en la cotidianidad de la vida. El sufrimiento y la adversidad son, queramos o no, una parte de la vida. Son esa cruz de la moneda que te hace apreciar mejor la cara de la auténtica felicidad. Así que, cuando venga una tormenta puedes hacer dos cosas: esperar a que escampe o bailar bajo la lluvia. Yo elijo la segunda opción siempre que sea posible y si no, me doy permiso para desahogar los sentimientos.
Hoy día se esconde y se desprecia todo lo que suponga un cierto sufrimiento. El umbral del “dolor psicológico” y la tolerancia al sufrimiento han bajado a límites insospechados. Se ha construido una sociedad que lo evita, que prefiere no verlo, que incluso se atreve a negar su existencia. No hace falta tampoco ser “morboso”, ni sufrir en demasía. Se trata de reconocer el sufrimiento en nuestro camino, integrarlo y darle una salida o sentido. Sólo así daremos valor a los momentos felices y a las diferentes emociones que forman parte de la vida.
Ser sensible no es tan malo como lo pintan…
Empatía
Emily Mc Dowell, fue diagnosticada a los 24 años de un linfoma de Hodgkin y precisó tratamiento con quimioterapia y radioterapia consiguiendo así la remisión de su enfermedad. Ahora con sus 39 años y con la perspectiva del tiempo, esta mujer convertida en diseñadora ha aprovechado su experiencia e impacto emocional de entonces para la realización de unas curiosas “tarjetas empáticas”. En ellas emite las frases que le hubiera gustado oir de boca de sus familiares y amigos cuando estaba enferma. Emily describe con naturalidad la profunda soledad que experimentó durante su proceso bien porque su entorno social no sabía qué decirle o bien porque le decían frases poco afortunadas.
Con esta idea Emily pretende despertar la empatía y ayudar a la comunicación entre los enfermos y sus familiares o amigos para hacerla más fluida y que los enfermos no se sientan tan solos. Las tarjetas convencionales, según ella, como “Mejórate pronto” carecen de sentido porque probablemente el paciente oncológico precise bastante tiempo para encontrarse bien tras los tratamientos. También opina que los mensajes irónicos del tipo “Que te den, cáncer” pueden proyectar buenos sentimientos, pero no ayudan a sentirse mejor, ya que siempre se enfocan hacia la palabra cáncer, cuando lo que necesitan en realidad es retirarla durante un tiempo de su vocabulario.
Aquí tienen una muestra de estas bonitas y empáticas tarjetas.
Creo que un día voy a proponer a Emily McDowell que me haga unas tarjetas con aquellas frases que le hubiera gustado que su médico o profesional sanitario que le atendiera le hubiera dicho y que no le dijeron. Estoy convencida de que la empatía es una habilidad clave que debe estar siempre presente en nuestras relaciones, máxime cuando se trata de pacientes oncológicos en los que la sensibilidad se encuentra a flor de piel.