La felicidad de nuestros médicos

Generalmente hablamos de la felicidad y del nivel de satisfacción de los pacientes. Pero ¿qué pasa con los médicos? ¿Son profesionales felices y satisfechos? Posiblemente si preguntamos en privado a muchos de nosotros contestaríamos honestamente que no. Los médicos estamos muy acostumbrados a manejar las estadísticas, a convivir con sus cifras, a que se nos mida el nivel de productividad, de excelencia, de capacitación, etc, pero apenas se habla o se mide el nivel de felicidad o de satisfacción de los propios médicos. Los médicos nos encontramos muchas veces tremendamente agotados por las condiciones de trabajo, en ocasiones descontentos, en otras desmotivados, cuando no tremendamente frustrados por no ver posibilidades de crecer o no encontrar el verdadero sentido de nuestro trabajo. Hay una sensación generalizada entre el personal médico de “burn out”, de estar quemados. Pero, en lugar de correr un tupido velo ante esta realidad ¿por qué no lo destapamos y buscamos cómo mejorar la felicidad de los médicos?
A todos de pequeños nos habrán preguntado qué queríamos ser de mayores. Algunos seguramente contestaríamos que bomberos o astronautas como consecuencia de esa inquietud natural a la aventura que tenemos de niños y porque la inocencia hace que no sopesemos todo lo que involucra este tipo de trabajos. Otros contestaríamos a lo mejor que queríamos ser médicos porque veíamos en esa profesión algo de maravilloso y mágico en el hecho de poder restaurar la salud de los enfermos. Si lo pensamos bien, entre esa imagen idealizada que teníamos de pequeños y la que tenemos ahora ya como médicos poco se parece. 
Con los años de estudio, seguramente nos seguían preguntándonos qué queríamos estudiar. Algunos titubearían, otros se verían influenciados por algún miembro de la familia y otros seguirían persiguiendo su sueño de ser médicos. Al finalizar el bachiller seguramente muchos de nuestros tutores nos hablaban de nuestras fortalezas y debilidades orientándonos hacia un camino u otro. 
Escogimos Medicina y esperamos a ser aceptados por la Facultad elegida. Entramos. Nos percatamos de que para conseguirla hay que pasar por una larga carrera de obstáculos. Acabamos la carrera, nos licenciamos (o graduamos). Nos presentamos al MIR. Somos residentes e iniciamos nuestra aventura profesional durante varios años. Sufrimos. Acabamos esta etapa. Buscamos trabajo como especialista y se inicia otra etapa de gran responsabilidad. Nos convertimos en adjuntos eventuales, interinos o puede que con suerte fijos con todo lo que cada nueva situación conlleva. Nos percatamos que el médico adjunto sigue sufriendo. Y la felicidad parece que nunca llega. Buscamos hacer lo que queríamos desde pequeños, perseguimos ese sueño. Nuestro objetivo prioritario es el cuidado del paciente. Y llegamos a olvidarnos de cuidar de nosotros mismos. Nos olvidamos de lograr un cierto nivel de felicidad a pesar de que ya tenemos un título que nos capacita para ayudar a personas que sufren. Paradojas de la vida.
Nos encontramos en una especie de trinchera desde la que luchar. Un montón de historias clínicas sobre nuestro escritorio a los que ofrecerles una solución, burocracia por doquier, sesiones clínicas que preparar, tratamientos que perfilar, estudiar aquel caso sin resolver y un largo etcétera de tareas. 

¿Qué podemos hacer para subir enteros en la felicidad de los médicos?
  • Concedernos un minuto al día para sentarnos con nosotros mismos y meditar.
  • Pensar muy claro cuál es el ideal que perseguimos.
  • Tratar de disfrutar de la interacción con el paciente por encima de todo y de todos.
  • Amar esa sensación de logro tras una buena respuesta clínica o mejoría del bienestar del paciente.
  • Deleitarnos en encontrar el mejor tratamiento posible que se adecue al paciente.
  • No conformarnos con verlo todo claro, porque a veces no es posible.
  • Conviene también soñar y profundizar en lo que sería nuestro mundo ideal. 
  • Escribir un día cualquiera de nuestro trabajo con todo lujo de detalles, desde el despertar hasta irnos a la cama. Este ejercicio nos permitirá tomar conciencia.
  • Cambiar a los Jefes por “Gefes (Gestores de Felicidad) que actúen como verdaderos líderes en los equipos de trabajo haciendo sentir a cada miembro que lo integra como alguien importante.
Posiblemente cada médico tenga su respuesta, su gestión de ese ratito de felicidad y satisfacción, sumamente importantes para estar en disposición de ayudar de una manera plena con los pacientes. Pensar de vez en cuando para qué nos hicimos médicos puede ayudar a encontrar ciertas respuestas. Muchos nos dirán que si hacemos lo de siempre, no esperemos a obtener resultados diferentes y lo razonable sería que si algo no nos funciona tendremos que cambiarlo.
Sin embargo, en opinión de la Dra. Rachel Naomi Remen “Encontrar un mayor significado y satisfacción en el trabajo a menudo no persigue hacer las cosas de manera diferente, se trata de ver las cosas familiares de forma diferente”.

Cada uno de nosotros como médicos podemos llegar a profundizar para ver cómo se puede hacer sólo un pequeño cambio esta semana para avanzar hacia una mayor felicidad. El objetivo debe ser muy claro. Y luego hay que empezar a tomar pequeños pasos hacia esa meta. Lo único que nos detiene somos nosotros mismos.
Este artículo es una traducción libre y adaptada del post del blog “Kevin MD” titulado “What we can be done to improve our level of physician happiness?”


Les dejo con el video: ¿Por qué Medicina?



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¿Qué es la Felicidad Interior Bruta? 4/5 (1)

El concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB), nació en contraposición a otro término más conocido en el mundo occidental que es el Producto Interior Bruto (PIB) en un pequeño país conocido como reino de Bután. Es un país montañoso situado en el Sur de Asia y localizado en el Himalaya y donde la religión predominante es el budismo. Como país, se propuso un reto novedoso y sorprendente, abriendo así ventanas a una forma de pensamiento distinto, utilizando como fuente de riqueza el indicador de felicidad de sus habitantes. Se abre una puerta a una manera diferente de ver y hacer las cosas midiendo simplemente la felicidad de todos sus habitantes. El indicador FIB o Felicidad Interior Bruta no tiene una definición cuantitativa, es una condición cualitativa que califica el bienestar y la felicidad. La medición se realiza a través de un cuestionario de 180 preguntas que considera nueve dimensiones del conjunto de la población:

1. Bienestar psicológico
2. Uso del tiempo 
3. Vitalidad de la comunidad
4. Nivel cultural
5. Nivel sanitario
6. Nivel educativo.
7. Diversidad medioambiental.
8. Nivel de vida.
9. Gobierno.

El término fue acuñado por el rey Jigme Singye Wangchuck en 1972 quien dando inicio a su reinado se encontró ante la difícil decisión de elegir el camino por el que quería conducir a su pueblo. Ejemplos más allá de sus fronteras no le faltaban, la mayoría eran modelos que coincidían en un gobierno y grupo de ciudadanos concentrados en alcanzar riqueza económica. El problema radicaba en que estos modelos tenían muchas grietas: por un lado, sólo algunos lograban alcanzar esa riqueza tan ansiada que se acumulaba  en pocas manos dejando a otros en la miseria. Por otro lado, ese objetivo único de obtener dinero en base a la explotación de recursos, dejaba el medio ambiente desprotegido y aniquilado. Pensó entonces que su gobierno y sus ciudadanos debían entonces plantearse otros objetivos fuera de los meramente económicos.

La felicidad por supuesto tiene que ver también con términos económicos, pues eso  permite al gobierno poner a disposición del pueblo los recursos básicos como son la sanidad y la educación. Cuando el foco incide más en estos nuevos indicadores, los resultados son irremediablemente distintos.

¿Qué hace a los ciudadanos felices? Con esta pregunta traspasa el poder también al pueblo, convirtiendo así a Bután en una monarquía parlamentaria en 2008 y en la democracia más joven del mundo donde la filosofía de desarrollo de la FIB es el orgullo de sus habitantes.

La FIB se fundamenta en los siguientes principios:

– Buena gestión de los asuntos públicos
– Desarrollo económico equilibrado
– Conservación del medio ambiente
– Preservación y fomento de la cultura

Sobre todo, el gran éxito de este modelo de desarrollo en Bután es el estar consiguiendo abrazar la modernidad y la globalización dejando intactos los valores y tradiciones propias. Bután, no sólo obtiene lo mejor del progreso, sino que no permite que este arrastre la esencia de su cultura. De esta forma Bután se ha convertido hoy en un verdadero campo de cultivo fértil para nuevas ideas y nuevas formas de hacer las cosas en el que muchos países tienen puestos hoy sus ojos y sus esperanzas.

Sé que las comparaciones son odiosas, pues se trata de un país muy pequeño y con una filosofía de vida oriental que es muy diferente a la nuestra. Así España ocupa el lugar 23 en los índices de prosperidad (lo que más se puede parecer a la FIB). Como hemos visto la sanidad y la educación juegan un papel destacado. Para que este índice suba es menester cuidar a ambos de manera exquisita. Pero como sugerencia ¿no sería genial que nuestros gobernantes tomaran nota y se pusieran a trabajar en lo que verdaderamente nos preocupa?

Es bueno tener la referencia de esta felicidad colectiva. También es muy importante ser conscientes que a pesar de todo existe una felicidad personal de la que nosotros mismos somos sus dueños. Según Maslow y su famosa pirámide la felicidad ésta tiene sus escalas.


Mi propuesta de felicidad para ustedes es incluso más simple. ¿Creen que resultará?
 
Les dejo con un video explicativo de la FIB que me parece sumamente interesante.

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Los mayores arrepentimientos del paciente oncológico paliativo

Bronnie Ware es una escritora australiana que trabajó por muchos años en Cuidados Paliativos, es decir, asistiendo a enfermos desahuciados a los cuales se trata sólo con el fin de aliviarles el dolor en el tiempo que les queda por vivir. A partir de su experiencia, escribió un artículo que más tarde se convirtió en libro, Los 5 mandamientos para tener una vida plena. Les dejo un extracto simplificado del mismo. Considero sus palabras muy aleccionadoras, para guardarlas y releerlas de vez en cuando para no tener que arrepentirnos de todo lo que ella ha recogido en su experiencia. Invita sin duda a reflexionar sobre nuestras propias vidas.
 

“Durante muchos años trabajé en los cuidados paliativos. Mis pacientes eran los que habían ido a casa a morir.

Algunos momentos increíblemente especiales fueron compartidos. Yo estaba con ellos las últimas tres o doce semanas de sus vidas.

La gente crece mucho cuando se enfrentan a su propia mortalidad, y he aprendido a no subestimar la capacidad de alguien para crecer.

Algunos cambios fueron fenomenales. Con cada experiencia, una variedad de emociones esperadas, como la negación, el miedo, la ira, el remordimiento, más negación y con el tiempo, la aceptación.

Pero cada paciente encontró su paz antes de partir, cada uno de ellos.

Cuando les preguntaba acerca de cualquier arrepentimiento que tenían o cualquier cosa que hubieran querido hacer diferente, surgieron unos temas comunes una y otra vez. Estos son los cinco más comunes:

1. HUBIESE DESEADO HABER TENIDO EL CORAJE DE VIVIR UNA VIDA FIEL A MÍ MISMO, Y NO LA VIDA QUE OTROS ESPERABAN PARA MÍ.

Este era el lamento más común de todos. Cuando la gente piensa que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás con claridad, es fácil ver cómo muchos sueños se han ido sin ser cumplidos. Muchas personas no habían cumplido ni la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las elecciones que habían hecho, o las que no habían hecho.

Es muy importante tratar de cumplir al menos algunos de tus sueños a lo largo del camino. Desde el momento en que pierdes tu salud, es muy tarde. La salud da una libertad que muy pocos reconocen, hasta que ya no la tienen.

2. DESEARÍA NO HABER TRABAJADO TAN DURO.

Esto vino de cada paciente de sexo masculino que cuidé. Ellos se perdieron la niñez de sus hijos y la compañía de sus parejas. Las mujeres también hablaron de este arrepentimiento. Pero la mayoría fueron de una generación anterior, muchos de los pacientes de sexo femenino no habían sido el sostén de la familia. Todos los hombres a los que cuidé lamentaron profundamente haber pasado gran parte de sus vidas en el trabajo.

Simplificando tu estilo de vida y tomando decisiones más conscientes a lo largo del camino, es posible que no necesites los ingresos que crees que necesitas. Y al crear más espacio en tu vida, serás más feliz y más abierto a nuevas oportunidades, unas que se adaptarán mejor a tu nuevo estilo de vida.

3. DESEARÍA HABER TENIDO EL CORAJE DE EXPRESAR MIS SENTIMIENTOS.
Muchas personas suprimieron sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás. Como resultado, se conformaron con una existencia mediocre y nunca llegaron a convertirse en lo que realmente eran capaces de ser. Muchas enfermedades se desarrollan como resultado de la amargura y el resentimiento que llevan dentro.

No podemos controlar las reacciones de los demás. Sin embargo, aunque las personas puedan inicialmente reaccionar cuando cambias y hablas con sinceridad, al final la relación llegará a un nuevo y más saludable nivel. Eso o te ayudará a reconocer una relación enfermiza en tu vida. De cualquier manera, tú ganas.

4. DESEARÍA HABER ESTADO MÁS CON MIS AMIGOS.

A menudo no se dan cuenta realmente de lo beneficioso que son los viejos amigos hasta sus últimas semanas de vida, y no siempre fue posible localizarlos. Muchos de ellos habían llegado a estar tan atrapados en sus propias vidas que habían descuidado amistades de oro en los últimos años. Había mucho arrepentimiento por no haberle dado a la amistad el tiempo y esfuerzo que se merecían. Todos echan de menos a sus amigos cuando están muriendo.

Es común para los que tienen un estilo de vida muy ocupado descuidar a las amistades. Pero cuando te enfrentas con tu inminente muerte, los detalles físicos de la vida desaparecen. La gente quiere tener sus asuntos financieros en orden, si es posible. Pero no es el dinero o el estatus lo verdaderamente importante para ellos. Ellos quieren hacer cosas que le sean más beneficiosas a sus seres queridos. Por lo general, sin embargo, están demasiado enfermos y cansados como para manejar esa tarea. Entonces, al final, todo se reduce al amor y a las relaciones. Eso es todo lo que queda en las últimas semanas: el amor y las relaciones.

5. DESEARÍA HABERME DEJADO SER MÁS FELIZ.

Esta es sorprendentemente común. Muchos no se dieron cuenta hasta el final que la felicidad es una elección. Se habían quedado atascados en viejos patrones y hábitos. El llamado “confort” de las cosas familiares fluyó dentro de sus emociones, así como en su vida física. El miedo al cambio los tenía engañando a los demás y a sí mismos, fingiendo que estaban contentos. Cuando en lo profundo, deseaban que las risas y las tonterías volvieran a sus vidas de nuevo.

Cuando estás en tu lecho de muerte, lo que los demás piensen de ti está muy lejos de tu mente. ¡Qué maravilloso sería que no te importe eso y sonreír nuevamente, mucho antes de que te estés muriendo!

La vida es una elección. Es TU vida. Elige conscientemente, elige sabiamente, elige honestamente. Elige la felicidad.


BRONNIE WARE

 

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