200.000 veces ¡Gracias!
El espíritu humanista y esperanzador he procurado que esté siempre presente en esta bitácora. Mi mayor recompensa es saber que puedo llegar al paciente, que lo que escribo le sirve de ayuda o incluso si simplemente le emociona o le conmueve. Construyendo estas líneas consigo dar más motivación y sentido a mi trabajo rutinario, pues he logrado primero salir del búnker y traspasar después la puerta del hospital.
Deseo dar desde aquí las gracias a todos los que me leen, a todos los que de una manera u otra me ofrecen su apoyo a través de sus comentarios, a los que me mencionan en sus blogs o redes sociales, a los que me dan ideas, a los que me animan a seguir escribiendo y a cualquiera que pasee entre estas palabras. Seguiré tratando de dar lo mejor desde el conocimiento, la experiencia, el cariño, el respeto y la admiración por los grandes protagonistas de este blog: los pacientes oncológicos y sus familias.
Celebro así estas 200.000 visitas. Prometo hacerlo desde la sencillez de las pequeñas y simples cosas…
Es de bien nacido…ser agradecido
Lo que no me imaginaba con ello es toda esta “realidad aumentada” que este medio de expresión me ofrece en los ámbitos personal y profesional. Es normal que los allegados y conocidos te feliciten (me encanta y lo agradezco profundamente), pero lo que me parecía realmente difícil era conseguir que personas anónimas lo hicieran, como ayer me ocurrió con un mensaje recibido a través de Twitter:
“Gracias a ti, una persona muy cercana se alimenta de tu blog, está pasando un cáncer y le estás ayudando mucho”
Este pequeño mensaje representa en sí mismo un premio. Es más de lo que yo me hubiese atrevido a imaginar, pues si de verdad he podido ayudar a alguien a aclarar dudas, a tirar hacia delante y dar información práctica y útil, ya hay un objetivo cumplido.
Ello me motiva a seguir escribiendo, a ilusionarme con la idea de ayudar, de dar a conocer este mundo, darle transparencia, y también mucha esperanza. Porque lo que aquí escribo lo hago desde el conocimiento, pero también desde el corazón, donde alojo muy a menudo mis pensamientos. Lo digo sin pudor. Lo digo alto y claro.
Desde que tengo uso de razón he querido ser médico y ese sueño, en principio infantil, se hizo realidad. En este camino y en el punto en el que me encuentro ya, de una cierta madurez (no mucha, sólo la suficiente pues todavía creo que me queda mucho que aprender) he tenido muchos sinsabores, muchas frustraciones, mucha lucha y también muchas caídas de las que me he visto obligada a levantarme. Y no, no ha sido un camino de rosas. Aquí por lo menos y afortunadamente tengo la libertad de expresarme como realmente quiero.
A pesar de todo, puedo decir que hago lo que verdaderamente me gusta, lo disfruto y trato de vivirlo intensamente, saboreando cada momento presente por malo que éste sea. Al contrario de lo que mucha gente cree o piensa, es muy bueno llenar de Inteligencia Emocional la Medicina (al igual que otros ámbitos por supuesto). Es muy conveniente darle un sentido holístico, humanista, me atrevería incluso decir que intuitivo, no sólo académico. Porque si no lo hago así, no me siento completa ni como médico ni como persona. Es como si caminara con una sola pierna (tendría que ir a la “pata coja”), viera con un solo ojo (me perdería la percepción de la perspectiva) o escuchara con un solo oido (no podría escuchar en estéreo). No me resigno a vivir así, pues sería como perder la esencia, la verdadera razón por la que me hice médico y radioncóloga: ayudar al pacente tanto a nivel físico como mental.
GRACIAS a todos por vuestros mensajes, por vuestro aliento, en definitiva, por estar ahí leyéndome. Para mi representa un motor que me empuja a continuar con ilusión, ganas, pasión, fuerza y mucho cariño. Es un “feedback” muy terapéutico para mi, se lo aseguro. Es mi “sueldo emocional”. La gratitud está siendo un bien escaso, así que me voy a atrever a decir: