Relato de verano: Mi “storytelling”
Mi historia se remonta nueve meses antes de mi nacimiento. Mis padres, muy jóvenes los dos, decidieron unir sus vidas un año y pico antes de venir al mundo y se trasladaron a Cataluña para encontrar fortuna. Allí nací yo, en una pequeña ciudad, Girona, llena de encanto y belleza. En esa ciudad me crié y crecí durante 18 años. Desde muy pequeña, sin saber muy bien por qué, pues no tengo antecedentes de esta profesión en la familia, quise ser médico. Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, con siete u ocho años yo siempre respondía que médico. No se me tomó demasiado en serio por aquel entonces, pero yo siempre tuve la necesidad de ayudar a los que sufren. Cuando en alguna ocasión yo caía enferma y venía el médico a casa me parecía como mágico que tras verme abrir la boca y tomarme la temperatura supiera lo que tenía, diera una receta a mi madre y a los pocos días ya estuviera bien. Lo que no llevaba bien era el sabor de algunos de los jarabes o las inyecciones que por aquel entonces te ponía el practicante en casa.
Tras acabar el COU y la selectividad, inicié mis estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona. Los dos primeros años estuve en Bellaterra y vivía en una localidad cercana a la que iba en tren, en Sant Cugat del Vallés en una residencia de estudiantes. En tercero de carrera había que elegir unidad docente y me decidí por el Hospital Vall d’Hebró en Barcelona. Allí finalicé mis estudios hasta sexto de carrera. Durante esos cuatro años también viví en otra residencia de estudiantes situada en el Tibidabo y que ahora es la sede de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Fue una época dulce de mi vida pues disfruté mucho de la vida en la facultad y compartiendo experiencias con estudiantes de otras carreras universitarias. Me pasé muchas horas bajo una luz azul del flexo del escritorio mi habitación o en la biblioteca estudiando. Más de las que uno se puede imaginar porque hay mucho que estudiar en los seis largos años que dura esta carrera y nunca sabes lo suficiente.
Acabé mis estudios de Medicina en Junio y en Septiembre me presentaba al MIR. Fue un verano de encierro completo y estudio riguroso de mañana, tarde y noche. Aquel esfuerzo tuvo su recompensa y tocó elegir especialidad. Yo tenía claro que quería hacer algo relacionado con el cáncer. Antes de elegir me paseé por diferentes hospitales de Barcelona preguntando por las opciones con el número que había obtenido. Durante el rotatorio realizado en sexto de carrera estuve en la planta de Oncología del Hospital Vall d’Hebró y allí tuve contacto por primera vez con oncólogos radioterapeutas. Ellos quizá me ayudaron a la elección de mi actual especialidad médica.
Llegó el día de elegir y opté por hacer mi residencia en un pequeño hospital de Barcelona situado muy cerquita del precioso Parc Güell de Gaudí, el Hospital de l’Esperança. Allí me formé como especialista en Oncología Radioterápica, pero también roté unos meses por el Hospital Clínic y el Hospital de Bellvitge y Duràn i Reynals, hoy reconvertido en el ICO (Institut Català d’Oncologia). Fue una época de aprender y trabajar mucho, de guardias, de dormir poco, de seguir estudiando mucho, de ir a cursos y de sesiones con otros residentes en la Academia de Ciencias Médicas de Barcelona.
Acabé el MIR y conocí, como muchos médicos ahora lo que es estar en búsqueda activa de empleo. Dancé por diversos hospitales con contratos eventuales o de sustitución, en centros privados hasta que conseguí una interinidad en el ya desaparecido Hospital de Son Dureta en Palma de Mallorca donde trabajé durante ocho años. Finalmente salió una oposición nacional de especialistas y conseguí consolidar una plaza de médico especialista en Burgos, desde donde estoy trabajando desde hace nueve años.
Desde Septiembre de 2013 estamos ya instalados en el nuevo Hospital Universitario de Burgos donde hemos estrenado un moderno servicio. No me puedo quejar, dado los malos tiempos que corren en el a veces desolador panorama de la sanidad española. Ahora es tiempo de reactualizarse, de mejorar y ofrecer lo mejor a nuestros pacientes. En el hospital y fuera de él. En ese camino estoy.
Querido yo “médico”
El camino como pueden imaginarse no ha sido fácil. No lo es para casi ningún médico, pues detrás de cada uno de nosotros hay una historia que contar. Hay mucho de esfuerzo, de espíritu de sacrificio, de días y noches en blanco de estudio o en vela en las guardias, de sinsabores por sentirnos incomprendidos por quien gobierna nuestros hospitales y también de dolor cuando el devenir de un paciente no ha sido como deseabas. Ser médico es como una larga carrera llena de obstáculos y caídas. Tienes que superarlos y levantarte cada vez que te caes. A veces las fuerzas flaquean o te sientes poco valorado.
Pero no, no voy a caer en el victimismo, pues ser médico para mi es ante todo un privilegio. Sí, si que lo es. Un privilegio por contar con la confianza de los pacientes para que les ayudes, para que les acompañes en el camino de su enfermedad, para que te cuenten historias a veces emotivas, otras tiernas, en ocasiones conmovedoras, increíbles, duras… Sea como fuere, siempre aleccionadoras. No paramos de aprender de los pacientes y con ellos adquirimos la experiencia y la destreza para ser cada día un poquito mejores. También hay momentos muy especiales y momentos altamente gratificantes. Esa es nuestra fuerza que no debemos olvidar por muy mal que se pongan las cosas.
Gracias al Dr José Antonio Trujillo y a su blog vi el video que verán al final de este “post”. Se titula: “Querido yo a los 17” y está realizado por la promoción 2007-2013 de estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, pertenecientes al grupo del Hospital de Valme con motivo de su graduación el pasado 7 de junio de 2013. Inspirado en el vídeo “Dear 16-year-old me”. Reconozco que me ha inspirado a mi también y me ha hecho sentir algo nostálgica. Por eso he hecho un repaso evolutivo a mi querido “yo” desde que entré en la facultad hasta la actualidad. Ha llovido mucho desde entonces, pero parece que la llama de la “ilusión por esta profesión” la mantengo y espero no perderla nunca.
¿Por qué un Rayo de Esperanza?
Os preguntaréis el por qué de este título, “Un Rayo de Esperanza” y su significado. Es bastante sencillo de explicar. Deseaba hacer un blog en el que por encima de todo se inyectara alegría, optimismo y esperanza, ante el cáncer y todo lo que a él le rodea. Soy médico, oncólogo y radiooncóloga.
Me formé como especialista en un hospital que tenía un nombre algo ya premonitorio: Hospital de l’Esperança en Barcelona. Allí comencé mi andadura hace ya unos cuantos años, lanzando mis primeros “rayos” de fotones a los pacientes, con el objetivo claro de apuntar firmemente a la diana sin que me temblara el pulso. Sigo haciéndolo, ahora ya de una forma más sofisticada y precisa que entonces. La tecnología en nuestra especialidad ha avanzado de una forma vertiginosa.
Sin embargo, ahora lo que quiero lanzar son “rayos” de Esperanza, explicar la Oncología y por ende la Radioterapia, desde mi experiencia, haciendo hincapié más en aquellos aspectos humanos que muchas veces se nos pasan por alto y que creo es bueno reflexionar. En ocasiones, el médico se encuentra muy lejos del paciente, arropado en su bata blanca, su mesa del despacho, sus tecnicismos y su halo de autoridad competente. El hemisferio cerebral izquierdo le domina (la razón) y no da cabida muchas veces a que el hemisferio cerebral derecho (el corazón) entre en la relación médico-paciente.
En mi humilde opinión creo que sería muy bueno, incluso para la excelencia de nuestra profesión, el equilibrar dicha balanza. Voy a poner todo mi empeño en ello y en que nuestra especialidad sea menos desconocida, más cercana, tanto para los pacientes, como para otros colegas médicos y establecer así un puente de entendimiento entre ambos.
Ahí es nada. Deseadme suerte.