El caso de Ashya King y los protones

En los últimos días los de comunicación se han hecho eco del caso del pequeño Ashya King de 5 años afecto de un meduloblastoma, un tumor de origen embrionario que se origina en el cerebelo y tiene alta tendencia a extenderse por el sistema nervioso central y las meninges. Las meninges son unas membranas que protegen al cerebro, al cerebelo y a la médula espinal. Cabe decir de entrada, que la mayoría de los tumores infantiles se encuentran muy protocolizados a nivel mundial y el tratamiento estándar del meduloblastoma pasa por una combinación de cirugía, quimioterapia y radioterapia. La radioterapia a aplicar debe no sólo de tratar el llamado tumor primario, sino implicar a todo el eje cráneo-espinal, es decir irradiación de la cabeza y la médula espinal.

Los niños son extremadamente vulnerables a la radiación pues todos sus tejidos se encuentran en pleno desarrollo y la proliferación celular es muchísimo más alta que en adultos. Así en la medida de lo posible se trata de evitar en niños menores de 3 años. En niños mayores la vulnerabilidad sigue estando ahí ya que la radioterapia puede producir transtornos cognitivos, problemas de crecimiento y trastornos endocrinológicos.

Pero ¿qué ventaja tiene el tratamiento con protones? En el blog Desayuno con Fotones a través de su entrada “¿Qué tiene un protón que no tenga un fotón?” lo explica de forma exhaustiva y muy bien. En nuestro país disponemos de modernos aceleradores lineales de electrones que generan fotones de alta energía que a través de sofisticadas técnicas de modulación de la irradiación (IMRT) permiten esculpir de una forma eficaz gran parte de los tumores situados en zonas críticas, es decir, en áreas donde existe peligro de irradiar más allá de una dosis de tolerancia a determinados tejidos sanos. Aún así se irradia parte del tejido sano que debe atravesar. El protón es una partícula fundamental que se encuentra en el núcleo del átomo junto con el neutrón y tiene carga positiva. La ventaja física de los protones es que depositan gran parte de su energía en un área circunscrita (pico de Bragg), evitando la radiación dispersa (dosis de radiación baja o muy baja a los tejidos sanos). Esto le confiere al protón una precisión exquisita. Además con las nuevas unidades de protonterapia instaladas en EEUU y Europa (Suiza, Alemania, Francia, República Checa e Italia) permiten además modular el haz de protones

Sin embargo, el relativo alto coste de esta tecnología hace que se precisen de estudios rigurosos que comparen el tratamiento de radioterapia con fotones de alta energía con la protonterapia y demuestren científicamente su beneficio. Así y aunque a priori parece sensata la existencia de ventajas importantes de la protonterapia en oncología pediátrica, hay que demostrarlo. Por el momento la protonterapia sólo está demostrada su utilidad en los tumores oculares. En Pediatría se indica en casos muy excepcionales.

Se está estudiando su beneficio no sólo en Oncología Pediátrica, sino también en tumores de médula espinal, tronco cerebral, cordomas y condrosarcomas de base de cráneo, próstata, glioblastoma multiforme y cáncer de cabeza y cuello. Es por tanto un campo en desarrollo.

Somos muchos ya los que consideramos que nuestro país debería valorar la posibilidad de hacer una inversión de estas características, pues puede beneficiar a un número creciente y ya no despreciable de pacientes, además de ser un buen acicate para la investigación tanto médica como física tan necesarias.

Les dejo con un video explicativo (en inglés) de cómo funciona la protonterapia.

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Cineterapia oncológica: Cartas al cielo (“Letters to God”, EEUU. David Nixon. 2010) 5/5 (1)

Cartas al cielo (Patrick Doughtie y David Nixon, 2010) es una película basada en hechos reales. Tyler Doherty interpretado exquisitamente por Tanner Maguire es un niño de 8 años enfermo terminal de un particular cáncer del sistema nervioso central (meduloblastoma). El protagonista de esta historia logra conmover a su familia, amigos y vecinos e inspira esperanza a todo aquel con el que tiene relación.
En el largometraje tiene una especial relevancia el hecho de ver cómo repercute la enfermedad y la actitud de Tyler en cada uno de los miembros de la familia. Su hermosa madre es también enfermera y para colmo ha enviudado demasiado joven. Ahora lucha en contra de una situación contra natura como es la de ver que un hijo enfermo se le va. Lucha como sabe y puede. Su hermano mayor de 16 años está sobrepasado por tanto dolor. Destaca una fuerte y siempre presente abuela. En el guión se cuela un cartero sustituto, Brady McDaniels interpretado por Jeffrey Johnson. Brady se siente tremendamente solo y ahoga sus penas en alcohol. Aún le quedan secuelas psicológicas de haber participado en la guerra de Irak. Se ha divorciado y ha perdido la custodia de su único hijo. Este peculiar cartero sufre una importante transformación al conocer a Tyler que le inspira a buscar una vida mejor para él y para el hijo que perdió.
La película comienza con un típico barrio residencial de EEUU y un feliz cartero repartiendo y recogiendo la correspondencia de los vecinos a los que conoce bien. Muy a menudo recoge cartas de un niño con esta dirección: “To God, From Tyre” (Para Dios, de Tyre).

Tyre aparece con una cicatriz vertical occipital y con la típica alopecia de los niños neoplásicos. Tyre también explica sin pudor a la vuelta al colegio sus tratamientos: la cirugía, la quimioterapia y también la radioterapia. Es sorprendente lo bien que se aproxima el filme en este caso a la realidad, pues explica magníficamente en qué consiste la radioterapia, para qué sirve y las secuelas que se esperan. No es frecuente este hecho en la gran pantalla y me ha sorprendido gratamente. Dice el protagonista con toda naturalidad que igual no será tan alto como sus amigos de su edad.

Resulta muy conmovedora la voz en off del protagonista en muchos pasajes: “Hoy he aprendido una palabra nueva: meduloblastoma”, “Me alegro mucho de haber vuelto a casa desde el hospital. Pero sobre todo me gustaría que mi madre volviese a reír. Es lo que más echo de menos”.
Hay hermosas escenas para recordar como la vuelta a clase con la duda de algún compañero sobre si el cáncer es o no contagioso, los miedos lógicos de Tyre sobre el qué dirán. Los momentos con su amiga Sam son casi mágicos. Su sonrisa llena la gran pantalla, su aspecto vivaracho con gorro y aspecto rebelde atraen al espectador. Las reflexiones que le proporciona el gruñón abuelo de Sam nos trasladan a otro mundo increíble.

En todo este entramado hay un hilo conductor: las Cartas a Dios. Cartas escritas por un niño desde el corazón, con toda su ternura, su significado y su trascendencia. Es posible ver en la película un trasfondo religioso, pero no molesta. Podemos ver que a pesar de las creencias, todos tenemos dudas sobre las mismas cuestiones, las mismas preguntas sin respuestas. Con el sufrimiento y la muerte inminente e inevitable de Tyler surge la espiritualidad, el trasfondo, el verdadero sentido de la vida transmitido a través de unas sencillas cartas. Cartas que se convierten en una esperanza contagiosa.

Cartas a Dios es una película sensible, bien llevada y tremendamente emotiva. Es de esas películas en las que conviene llevar pañuelo en mano.

La película termina con un emotivo y curioso epilogo, con el antes y el feliz después de historias reales de cáncer: leucemia linfoblástica aguda, linfoma de Hodgkin, tumor cerebral, sarcoma de Ewing, cáncer de ovario, cáncer de mama, cáncer de próstata, etc.

Y acaba con el letrero: “Si el cáncer ha tocado tu vida de algún modo y necesitas apoyo o ayuda visita www.lettertogodthemovie.com“.

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