Los niños son extremadamente vulnerables a la radiación pues todos sus tejidos se encuentran en pleno desarrollo y la proliferación celular es muchísimo más alta que en adultos. Así en la medida de lo posible se trata de evitar en niños menores de 3 años. En niños mayores la vulnerabilidad sigue estando ahí ya que la radioterapia puede producir transtornos cognitivos, problemas de crecimiento y trastornos endocrinológicos.
Pero ¿qué ventaja tiene el tratamiento con protones? En el blog Desayuno con Fotones a través de su entrada “¿Qué tiene un protón que no tenga un fotón?” lo explica de forma exhaustiva y muy bien. En nuestro país disponemos de modernos aceleradores lineales de electrones que generan fotones de alta energía que a través de sofisticadas técnicas de modulación de la irradiación (IMRT) permiten esculpir de una forma eficaz gran parte de los tumores situados en zonas críticas, es decir, en áreas donde existe peligro de irradiar más allá de una dosis de tolerancia a determinados tejidos sanos. Aún así se irradia parte del tejido sano que debe atravesar. El protón es una partícula fundamental que se encuentra en el núcleo del átomo junto con el neutrón y tiene carga positiva. La ventaja física de los protones es que depositan gran parte de su energía en un área circunscrita (pico de Bragg), evitando la radiación dispersa (dosis de radiación baja o muy baja a los tejidos sanos). Esto le confiere al protón una precisión exquisita. Además con las nuevas unidades de protonterapia instaladas en EEUU y Europa (Suiza, Alemania, Francia, República Checa e Italia) permiten además modular el haz de protones
Sin embargo, el relativo alto coste de esta tecnología hace que se precisen de estudios rigurosos que comparen el tratamiento de radioterapia con fotones de alta energía con la protonterapia y demuestren científicamente su beneficio. Así y aunque a priori parece sensata la existencia de ventajas importantes de la protonterapia en oncología pediátrica, hay que demostrarlo. Por el momento la protonterapia sólo está demostrada su utilidad en los tumores oculares. En Pediatría se indica en casos muy excepcionales.
Se está estudiando su beneficio no sólo en Oncología Pediátrica, sino también en tumores de médula espinal, tronco cerebral, cordomas y condrosarcomas de base de cráneo, próstata, glioblastoma multiforme y cáncer de cabeza y cuello. Es por tanto un campo en desarrollo.
Somos muchos ya los que consideramos que nuestro país debería valorar la posibilidad de hacer una inversión de estas características, pues puede beneficiar a un número creciente y ya no despreciable de pacientes, además de ser un buen acicate para la investigación tanto médica como física tan necesarias.