Una modelo a seguir

Con una marcha refinada, ella caminaba por las pasarelas de Taiwán, Japón, Hong Kong, Sudáfrica, Grecia, Londres y Manhattan, lugar donde ella fijó su residencia y pasó sus días a empujones a través de miles de neoyorkinos en el camino a muchos castings.
Elisaveta Bulokhova estudió Derecho, pero dejó Toronto por Londres poco después de graduarse en el Humber College, comenzando así una carrera de siete años como modelo que le mostró la vida y los viajes alrededor del mundo. 
En Mayo de 2014, con 24 años de edad, Bulokhova y su novio, Roman Troubetskoi, estaban en Amsterdam disfrutando de un tiempo muy necesario, pero rara vez empleado juntos, cuando ella notó que el lado derecho de su mandíbula empezaba a hincharse.
En Julio, el dolor empezó ha hacerse insoportable y las consiguientes biopsias y TAC revelaron un osteosarcoma, una forma rara de cáncer en la mandíbula. Para sobrevivir no sólo se requería la extirpación de la mandíbula de Bulokhova, sino que le recomendaron abortar al hijo no nacido que portaba, Valentín, antes de empezar con los cinco ciclos de dura quimioterapia.  
“Él era muy activo y me gustaba hablar con él muchas veces mientras estaba en mi vientre. Tuve que decirle que dejara de moverse porque no lo podia aguantar, y luego, de repente, parecía haberme escuchado y él dejó de moverse”.

Se precisaron dieciséis horas de cirugía para extirpar el tumor y la mandíbula, seguida de una reconstrucción mediante peroné, venas, nervios e injertos de piel de su pierna derecha, así como injertos de su hombro derecho que pusieron fin a su carrera como modelo. Y peor aún, Valentín estaba en peligro de sufrir un retraso de su desarrollo a consecuencia de la anestesia si sobrevivía. Las sucesivas cirugías en los días sucesivos involucraban vasos sanguíneos de la pierna para el injerto sobre su nueva mandíbula.
En total se retiró el 95% de su mandíbula, dicisiete centímetros. Necesitaría un mes para encontrar el valor de mirarse al espejo de nuevo. Truebetskoi ocasionalmente cazó a Bulakhova mirando tímidamente su reflejo en la ventana del dormitorio y cubrió su espejo del baño hasta que estuviera lista. 
Surgieron complicaciones derivadas de la cirugía y pospusieron la quimioterapia de Bulokhova. Fué entonces, dos días antes de su aborto programado, cuando la pareja buscó el consejo de su legión médica para adelantar el nacimiento de Valentín diez semanas antes de tiempo. 
“Fue jodido, pues básicamente teníamos que decirle a los médicos que mataran a nuestro bebé perfectamente sano, pero no teníamos otra opción” dijo Trubetskoi durante su mes de angustia. “Luego con Valentín de casi 28 semanas, nos preguntamos por la situación en la que estábamos ¿Es seguro que nazca ahora?” Ellos dijeron “Por supuesto, lo vamos a hacer”


Añadió Bulokhova, empecé a hablar con el bebé de nuevo y él dijo: “Estamos de vuelta”. Ese período fue bastante difícil”.
A través de una cesárea, Valentín nació diez semanas antes y pasó los siguientes 51 días en la UCI de neonatos. Sin embargo dados los antecedentes de ese mes pernicioso, su nacimiento fue aclamado como un milagro. 
Bulokhova sin embargo, no estaba aún fuera de peligro. 
“La quimioterapia mata el sentido del gusto, así que no tenía hambre y ni siquiera podía masticar adecuadamente” dijo, y agregó que necesitaba una hora para comer un huevo. “Tenía miedo de beber porque a veces incluso el agua se salía fuera (del lado) de mi cara y aquello realmente podía traumatizarme, y mi estómago se encogió a consecuencia de la dieta líquida. No había manera de comer en absoluto. Me desnutrí. El proceso mecánico de comer era terrible”. 
Catorce meses después de su terrible experiencia, y dos meses tras su último ciclo de quimioterapia, Bulokhova de 25 años y Troubetskoi de 30 se sentaron uno junto al otro en su Vaughan, Ontario mientras hablamos. Cuando un vecino se detuvo a recoger a Valentín por la tarde, les comentó Se ve más grande cada vez que lo veo”

El cabello de Bulokhova empezaba a brotar; sus dientes superiores siguen rectos como siempre, pero ella lucha por hablar, ya que sólo permanecen cuatro de sus dientes inferiores. En un par de años, cuando su cáncer esté en remisión, va a tener que someterse a una nueva cirugía reconstructiva. Con su metro setenta y cuatro de alto y sus 48 kilos de peso, solamente dos kilos menos que antes de su casi fatal pronóstico a su nueva vida, es cualquier cosa menos trivial. 
La fortaleza reunida en los últimos catorce meses fue capturada en una nueva serie de fotos del fotógrafo de Toronto Manolo Ceron. En ellas, Una Bulakhova vulnerable celebra su supervivencia.
“Queríamos utilizar el arte como herramienta para contar su historia” dijo Ceron. “Eli (Bulokhova) es el tema. Ella es la historia y todo lo demás es una herramienta para mejorar la belleza y su fuerza. Esto demuestra lo frágiles que somos y de lo hermoso que somos. Es difícil poner un mensaje central en ella, pero hay un montón de esperanza y fuerza y hay una gran cantidad de supervivientes de cáncer por ahí que podrían obtener algo de esto, y tal vez ese es el mensaje subyacente”
En una de las fotografías más conmovedoras de la serie, Valentín es levantado por su madre. Él me salvó la vida, esa es la parte más grande” dijo Bulokhova. “Él realmente cuidó de mi. Él me dió un esquema a seguir que me ayudó a trabajar en mi misma sin parar. No me dió tregua, pero en el buen sentido. Me mantuvo en marcha. No tuve tiempo de sentir lástima de mi misma. Creo que si no hubiera estado embarazada, me habrían tratado como a otra paciente con cáncer y con la necesaria cirugía. Él fue quien se encargó de mi para asegurarse de que todo el mundo estaba de su parte”. 
Troubetskoi estuvo al lado de Bulokhova en todo el proceso. Leyó todo lo que había que saber sobre su enfermedad y la forma en que los medicos la iban a tratar y pasó horas incalculables fuera del trabajo, en el hospital, de día y de noche.
Sin preocuparse por su futura carrera como modelo, rendida por una nebulosa como mucho, Bulokhova ha encontrado la paz en su nueva familia. 

Tradución libre del artículo de VICE Media LLC: The Extraodinary Photos of a Woman Who Returned to Modeling After Loosing Her Jaw to Cancer” (Las extraordinarias fotos de una mujer que volvió a posar de modelo tras perder su mandíbula por cáncer). 

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Cineterapia oncológica: Bajo la misma estrella.(The Fault in Our Stars) EEUU. 2014. Josh Boone.

“Bajo la misma estrella” es una película que ahora puede verse en la cartelera de nuestros cines y responde a una adaptación cinematográfica de la novela homónima de John Green. En ella se cuenta la historia oncológica de Hazel Grace Lancaster (interpretada por la jovencísima Shailene Woodley). Esta adolescente fue diagnosticada de un cáncer de tiroides en fase IV pues su enfermedad se expande hacia los pulmones produciendo derrames pleurales recidivantes. Gracias a su entrada en un ensayo clínico con un medicamento experimental llamado Phalanxifor se las arregla para sobrevivir más de lo esperado, aunque su calidad de vida se ve mermado por una insuficiencia respiratoria crónica que precisa de oxígeno domiciliario 24 horas al día.

Empujada por su madre, Hazel se ve obligada a acudir al grupo de apoyo. Ella trata de no disgustar a su madre, pero en realidad ella siente que aquello es perder el tiempo. En el grupo hay numerosos chicos que padecen algún tipo de enfermedad oncológica. Un día conoce casualmente a Augustus Waters (interpretado de forma genial por Ansel Elgort, también llamado Gus), un joven deportista que era muy bueno en el baloncesto durante toda su secundaria, pero que perdió su pierna derecha por culpa de un osteosarcoma del que está en remisión desde hace catorce meses.

Entre Hazel y August empieza a cuajar una fuerte y bonita amistad. Hazel le convence para leer un libro en el que se siente identificada “Un dolor imperial”, el cual, dado su gran tiempo libre al no tener que asistir obligatoriamente todos los días a la universidad, relee constantemente. Gracias a los mensajes de Whatsapp y a las llamadas telefónicas entre ellos, su relación cada día se va afianzando. Gus consigue la dirección de correo electrónico de la asistente de Peter Van Houten (Willem Dafoe que interpreta el autor del libro favorito de Hazel), Lidewij Vliegenthart, y junto con Hazel le escriben cartas al autor. Él les responde que no les dirá que ocurre después del final de “Un dolor imperial” a no ser que se vean en persona. Gus había guardado el deseo que la Fundación “Los Genios” que se entrega a los niños con cáncer y decide usarlo para viajar con Hazel a Ámsterdam y así conocer al autor del libro. Hazel está emocionada y feliz por el viaje. Sin embargo, y a pesar de lo profundo de los sentimientos recíprocos de los protagonistas, Hazel decide que sólo quiere que ella y Gus sean amigos, pues quiere ahorrarle el dolor que podría causarle cuando ella muriera. Hazel se define a sí misma como una granada, que en cualquier momento puede “explotar” y hacer sufrir a todos sus seres queridos tras su muerte.

Una noche Hazel se despierta con un dolor fuerte en la cabeza. Ella pensaba que era su tumor, porque ya sabía que el cáncer se podía expandir, pero sólo fue la falta de oxígeno y un nuevo derrame pleural el que originó todo. Hazel ingresa en la Unidad de Cuidados Intensivos. Después de recibir el alta y algunas consultas con sus médicos, Hazel consigue el permiso para viajar a Ámsterdam con su madre y con Gus. En el viaje de ida a Ámsterdam, Gus confiesa a Hazel que está enamorado de ella y Hazel se queda sorprendida. En la primera noche en Ámsterdam, Hazel y Gus van a comer a un restaurante llamado Oranjee, todo por supuesta invitación y cortesía de Van Houten. Al día siguiente, se encuentran con el autor, y se descubre que su asistente, Lidewij, lo dispuso todo sin el conocimiento de Van Houten con las esperanzas de que todo esto le fuera de terapia y le motivara para dejar de ser un alcohólico empedernido y volver así a escribir. Molestos por el comportamiento grosero y déspota de Van Houten, se van de su casa hechos un mar de lágrimas. Al rato Lidewij Vliegenthart les alcanza y les invita a conocer la Casa de Ana Frank. Allí tras un ejercicio por sobreponerse a lo que les había ocurrido Hazel y Gus se besan por primera vez, recibiendo incluso el aplauso de los visitantes que allí estaban. Ambos descubren su sexualidad de forma tierna y respetuosa con sus respectivas limitaciones. Al siguiente día, Gus aprovecha para contarle a Hazel de que tiene metástasis en varias partes de su cuerpo y que aunque recibirá un nuevo régimen intensivo de quimioterapia sabe que sus esperanzas de vida son muy pocas.
Poco tiempo después, Gus le pide a su mejor amigo Isaac (interpretado por Nat Wolff que hace el papel de ciego por un retinoblastoma) y a Hazel que le hagan un pre-funeral en el cual les pide que escriban un panegírico. Ocho días después, Augustus Waters fallece. En medio del funeral Hazel se encuentra con Van Houten, quien le explica que fue Augustus Waters quien le insistió en que asistiera a su funeral, confesando que él tuvo una hija que murió hace muchos años de una leucemia siendo niña. Ella fue su inspiración para el personaje principal, Anna la protagonista de Un dolor imperial, y que su grosería se debía en parte a que ella fue vestida idéntica a Anna.  Hazel le pide a Von Houten que se vaya.

Isaac le confiesa a Hazel que Gus estaba escribiéndole algo en sus últimos días, pero no encuentra ningún rastro de lo que él estaba escribiendo, excepto cuatro hojas que habían sido arrancadas de una libreta de Gus. Hazel contacta con Lidewij, quien va en busca de las hojas perdidas a la casa del autor, encontrándolas y enviándoselas a Hazel a través de un correo electrónico. Gus había escrito algunos párrafos sueltos que habían sido enviados al autor con la esperanza de que este pudiera convertirlos en un hermoso panegírico en el caso de que Hazel falleciera antes que él.

“Bajo la misma estrella” es una bella historia de amor. Una historia en que como dice la protagonista no tiene un final feliz como cabría esperar en una película romántica. El sufrimiento se hace muy patente y cuesta reprimir las lágrimas al verla en la gran pantalla desde el inicio hasta el final. A pesar de ello, la historia está bien llevada, con un magnífico trabajo de interpretación de los jóvenes protagonistas que hacen admirable y creíble al filme. 

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Cineterapia oncológica: Planta 4ª. Antonio Mercero (España 2003)

“Planta 4ª” es una película de Antonio Mercero, datada en 2003 (¡cómo pasa el tiempo, hace ya 10 años de esta película!) que recuerda a la serie de TV “Pulseras Rojas”en muchas de sus escenas pues está extraída de la vida de Albert Espinosa. La diferencia con ésta es que en lugar de narrar la vida de unos adolescentes en un hospital con diferentes dolencias, narra la vida en la planta de Traumatología de un hospital de 4 niños-adolescentes afectados por cáncer, en concreto por la misma enfermedad que padeció Albert: el osteosarcoma.

No esperen ver un peliculón a nivel interpretativo porque no lo es. Hay escenas bastante “surrealistas” o poco creíbles, pero lo verdaderamente importante que creo sí transmite y con esos ojos pretendo que la miren, es sobre la temática del cáncer y todas sus connotaciones. Se reflejan muy bien las distintas fases por las que se enfrenta un paciente oncológico: la negación, la ira, la tristeza o el dolor y la aceptación. También hay una visión muy específica sobre el cáncer infanto-juvenil y todo lo que la enfermedad conlleva a nivel personal y familiar. Y algo que me parece fundamental y del que extraigo mi propia autocrítica: la comunicación de malas noticias por parte de los profesionales (hagan clic aquí los profesionales para aprender cómo debe hacerse correctamente), el profesionalismo en el mundo oncológico, las relaciones interpersonales médico-paciente, entre pacientes, entre pacientes y familiares, etc.y las repercusiones tanto físicas como psicológicas de los tratamientos.

Aunque sólo sea por la vertiente humana y psicológica, merece que esta película sea vista por ustedes.

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