Veinticinco años no son nada

Nos encantan las cifras redondas: diez, veinticinco, cincuenta, setenta y cinco o cien. Sobretodo cuando de aniversarios se habla. Parece que llegar a esa meta es un premio en si mismo, una especie de insignia que da un cierto empaque con sabor añejo, como el buen vino tinto guardado en barrica. 
En Enero de 1991 inicié mi residencia de Oncología Radioterápica en el Hospital de la Esperanza de Barcelona y por lo tanto en este año cumplo mis bodas de plata profesionales. Quería con este “post” hacer, si me lo permiten, un pequeño homenaje a esos años caminados. Creo que la ocasión lo merece. Porque son años vividos y entregados al trabajo, al estudio, a ayudar y a servir a muchos pacientes que han pasado por el trance de un cáncer. Ha sido y es un enorme privilegio estar al lado de ellos.
Veinte años no son nada, dice el tango de “Volver” de Carlos Gardel. Y veinticinco tampoco, diría yo. Es curioso como el concepto del paso del tiempo se percibe distinto a medida que vas alcanzando una cierta madurez. El tiempo de niña se me antojaba eterno, en la juventud parecía ir a una velocidad de crucero, y en el momento que formas tu propia familia la velocidad con la que transcurre el tiempo es vertiginosa. Sin embargo, veinticinco años son suficientes para recapitular, para tomar perspectiva. siendo consciente de los logros obtenidos y también de los fracasos (que los hubo y de lo que se aprende y mucho) y para seguir adelante en constante movimiento para no perder el equilibrio. Y aprender, no parar de aprender. A veces incluso desaprendiendo lo aprendido para volver a aprender.

Ese camino vivido ha sido un tanto nómada y está plagado de un cóctel de sensaciones, de experiencias y conocimiento que he tratado de relatar a lo largo de esta bitácora. He creído pues oportuno compartir veinticinco años de vida profesional y escribir mi primer libro para celebrarlo. Todavía se encuentra en fase de corrección, pero ya va adquiriendo forma.  Espero y deseo que pueda ver la luz a lo largo de este 2015.

Les dejo con esta bonita versión de “Volver” de Estrella Morente 

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Un día cualquiera en el cole

Hace unos días, con motivo de las semanas de las profesiones, tuve que dar una charla en el colegio de mis hijas concretamente en la clase de la más pequeña, de 7 años, sobre mi profesión. Aunque como madre estoy familiarizada con las reacciones de los niños, tener un auditorio de estas características no deja de ser un pequeño desafío. No sólo has de ir preparada, sino tener grandes dotes de improvisación.
Me presenté como médico y como mamá de una de las compañeras de la clase. Les nombré mi especialidad, que como es lógico les sonaba a chino, pues sí ya es difícil que te entiendan los adultos, imagínarse lo que puede ser para los niños. 
Comencé para captar su atención formulando preguntas, fomentando la participación de los pequeños:
Pregunta: 
¿Alguien sabe lo que es el cáncer?
Respuestas:
– Unas células del cuerpo que se ponen muy nerviosas
– Una enfermedad muy difícil de curar
– Una enfermedad que tuvo mi tío, mi abuelo, etc.
Pregunta: 
¿Sabéis cómo se cura el cáncer?
Respuestas: 
– Con unas pastillas
– Con una operación
– Con unas medicinas que te hacen caer el pelo
No van desencaminados los chavales. A partir de ese punto de partida les expliqué que el cáncer es una enfermedad en las que un grupo de células crecen de forma descontrolada rompiendo todas las barreras que se encuentran a su paso en el órgano donde se encuentran situados. Estas células descontroladas pueden a su vez desprenderse del tumor original e invadir vasos linfáticos o vasos sanguíneos, siendo transportadas por la sangre hasta lugares lejanos donde crecen y forman las metástasis. 
Luego les conté que básicamente existían tres tratamientos contra esta enfermedad: la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia. 
Aquí empecé a entrar en materia sobre lo que es la radioterapia y el uso clínico de las radiaciones ionizantes a través de ejemplos sencillos y muy visuales. Les llevé una máscara termoplástica para que entendieran lo importante que es mantener inmovilizada la zona a tratar. Luego les puse el fantástico video de dibujos animadosOne of a kindque es fantástico para ellos y aunque esté en inglés lo entendieron perfectamente. 
Finalmente les dejé un turno de preguntas en el que ellos me preguntaron por cánceres padecidos por gente famosa o de familiares cercanos. He de decir que fue una bonita y constructiva experiencia, pues no deberíamos nunca perder la visión espontánea, natural y sencilla con que los niños ven a esta enfermedad que en muchas ocasiones tratamos de ocultarles.
Invito a mis lectores a que nunca abandonen al niño que llevan dentro. Les dejo con este simpático video “happy” que muestra ese espíritu positivo que tanto se echa en falta en nuestros hospitales.

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Querido yo “médico”

Puedo decir que desde que tengo uso de razón (a la temprana edad de los 7-8 años) supe que quería ser médico. Era mi sueño, mi ilusión y la profesión que yo siempre elegía cuando me preguntaban por lo que quería ser de mayor. Alcanzada la adolescencia mantuve ese mismo objetivo y traté de tener un buen expediente y una buena nota de selectividad para poder acceder a la Facultad de Medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona donde el corte de “numerus clausus” era alto.
Conseguí entrar. Mi sueño empezó a tejerse en realidad. Los dos primeros años estuve en Bellaterra y los siguientes los cursé en la Unidad Docente del Hospital Vall d’Hebró de Barcelona. Me licencié. Ese mismo año me preparé el MIR. Quería dedicarme a una especialidad relacionada con el cáncer. Conseguí un número que me permitió hacer Oncología Radioterápica en Barcelona y escogí el Hospital de l’Esperança donde me formé como especialista. Al acabar, viví la crisis post-olímpica y post-expo. Conocí el paro, los contratos “basura” y la precariedad laboral. Me recorrí media España entregando mi CV para encontar un trabajo estable. Hubo un año que trabajé en 5 hospitales diferentes. Conocí la sanidad pública y la privada. Conseguí una interinidad y posteriormente en la última OPE del antiguo INSALUD logré (bajo los principios de igualdad, mérito y capacidad) mi plaza de médico adjunto actual.

El camino como pueden imaginarse no ha sido fácil. No lo es para casi ningún médico, pues detrás de cada uno de nosotros hay una historia que contar. Hay mucho de esfuerzo, de espíritu de sacrificio, de días y noches en blanco de estudio o en vela en las guardias, de sinsabores por sentirnos incomprendidos por quien gobierna nuestros hospitales y también de dolor cuando el devenir de un paciente no ha sido como deseabas. Ser médico es como una larga carrera llena de obstáculos y caídas. Tienes que superarlos y levantarte cada vez que te caes. A veces las fuerzas flaquean o te sientes poco valorado.

Pero no, no voy a caer en el victimismo, pues ser médico para mi es ante todo un privilegio. Sí, si que lo es. Un privilegio por contar con la confianza de los pacientes para que les ayudes, para que les acompañes en el camino de su enfermedad, para que te cuenten historias a veces emotivas, otras tiernas, en ocasiones conmovedoras, increíbles, duras… Sea como fuere, siempre aleccionadoras. No paramos de aprender de los pacientes y con ellos adquirimos la experiencia y la destreza para ser cada día un poquito mejores. También hay momentos muy especiales y momentos altamente gratificantes. Esa es nuestra fuerza que no debemos olvidar por muy mal que se pongan las cosas.

Gracias al Dr José Antonio Trujillo y a su blog vi el video que verán al final de este “post”. Se titula: “Querido yo a los 17” y está realizado por la promoción 2007-2013 de estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, pertenecientes al grupo del Hospital de Valme con motivo de su graduación el pasado 7 de junio de 2013. Inspirado en el vídeo “Dear 16-year-old me”. Reconozco que me ha inspirado a mi también y me ha hecho sentir algo nostálgica. Por eso he hecho un repaso evolutivo a mi querido “yo” desde que entré en la facultad hasta la actualidad. Ha llovido mucho desde entonces, pero parece que la llama de la “ilusión por esta profesión” la mantengo y espero no perderla nunca.

He aquí, mi querido “yo” (soy la segunda de la izquierda) tras finalizar quinto de carrera en un mes de Agosto en la Menza de la Facultad de Medicina de La Sapienza en Roma en un encuentro con jóvenes estudiantes de Medicina de distintos países: España, Chequia, Hungría, Polonia, Turquía, Egipto e Israel. Fue inolvidable compartir experiencias multiculturales.

Mi querido “yo” (también aquí soy la segunda a la izquierda) en mi primer año MIR con mis compañeros del Hospital l’Esperança de Barcelona.
Mi querido “yo” (aquí estoy la cuarta por la derecha) hace sólo unos días en el Hospital Divino Vallés de Burgos con el equipo que conformamos el Servicio de Oncología Radioterápica.

Ahora sí, les dejo con el video. A mi me ha gustado especialmente. Me enorgullece que los jóvenes médicos tengan el espíritu que en estos minutos de grabación nos muestran. Está impregnado de realidad, pero también de ilusión y esperanza. ¡Disfruten!

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