Bienvenid@ a "Un Rayo de Esperanza". Soy Virginia Ruiz, una radiooncóloga que se define como médico en el sentido amplio de la palabra, con un interés especial por todo lo que rodea al enfermo oncológico. Creo firmemente en la Medicina Basada en la Evidencia, pero también en la Medicina Basada en la Diferencia y en la Experiencia. Estoy en la senda hacia una Medicina Humanista, porque si lo pensamos bien no existen enfermedades, sino enfermos…
Existe todavía y a pesar de los esfuerzos realizados, un bajo nivel de concienciación y compresión de la Oncología Radioterápica por parte de algunas instituciones, de una parte de la comunidad médica y entre los pacientes o cuidadores. Hay aspectos de la Oncología Radioterápica que siguen sin ser reconocidos como su condición de disciplina médica (nos siguen llamando radiólogos y no radiooncólogos), su importante contribución a la curación del cáncer (se sigue pensando que hay otros tratamientos que son más curativos), su perfil de seguridad, su bajo costo, su costo-efectividad y su contribución a la innovación en el cuidado del cáncer.
En una ocasión escuché: ¿Para qué hay que humanizar la sanidad? ¿Acaso en los hospitales el personal que trabaja no es humano? Además, según las últimas encuestas realizadas en nuestro hospital el porcentaje de satisfacción del usuario es del 80 %. ¿No os suena además muy mal la utilización de la palabra “humanización”? Sólo puedo decir que me quedé perpleja y me di cuenta que hay personas, que aún trabajando en un hospital, viven alejadas de una realidad palpable de despersonalización y deshumanización creciente en muchos de nuestros centros sanitarios. No reconocer que este problema existe es ya de por sí un grave problema. Continuar leyendo “Humanización sanitaria: ¿Moda o necesidad? 5/5 (10) “
Bajo el hashtag #CIMER17 se celebró en Alcalá de Henares (Madrid), el primer Congreso de Imagen Médica y Radioterapia organizado por la Sociedad de Graduados en Radiología (SEGRA) y que aunó a profesionales de la familia radiológica (léase Radiología, Radioterapia y Medicina Nuclear) con el objeto de sumar conocimientos, inquietudes e innovación de dichas disciplinas, sin olvidar al inestimable protagonista de nuestro trabajo: el paciente.
La integración de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) en Radioterapia es una necesidad actual para dar visibilidad e informar adecuadamente a la ciudadanía sobre esta disciplina médica. En las TIC se engloban multitud de herramientas, soportes y canales que procesan, almacenan, sintetizan y recuperan información de forma muy variada.
Nadie se atreve ya a cuestionar la importancia de la Oncología Radioterápica como modalidad terapéutica en el tratamiento del cáncer. De hecho se le considera uno de los pilares fundamentales, junto a la cirugía, la quimioterapia y la emergente inmunoterapia. Un pilar a todas luces “invisible”, a tenor de la importancia que nuestro maltrecho sistema sanitario le presta a lo largo y ancho de nuestro país.
Sabemos que dos tercios de los pacientes oncológicos precisarán de radioterapia a lo largo de su curso evolutivo, bien como complemento a la cirugía, bien como tratamiento exclusivo o bien en combinación con quimioterapia. La radioterapia no sólo tiene un alto nivel curativo, sino que evita mutilaciones, ayuda a cronificar la enfermedad en su fase metastásica y es un tratamiento fundamental en la paliación del enfermo oncológico.
La Oncología Radioterápica como especialidad médico-quirúrgica tiene la “pega” de que es un tratamiento tecnológicamente dependiente. Por ello y para poderla aplicar de forma apropiada y según el estado del arte debe dotarse de buenos (y me atrevería a decir, excelentes) recursos técnicos y humanos. Con ello permitiremos administrar el mejor tratamiento disponible a cada paciente y en el momento preciso, dato éste último muy importante.
Mis compañeros y colegas de Aragón me comentan que su Comunidad Autónoma cuenta con cuatro aceleradores lineales en los dos hospitales públicos y uno en un centro privado conformando un equipo humano de 16 médicos especialistas en Oncología Radioterápica que cubre un área de población de 1.325.000 habitantes distribuidos en tres provincias: Huesca, Zaragoza y Teruel. Estas cinco unidades de tratamiento son claramente insuficientes para cubrir las necesidades de la población aragonesa. Según las recomendaciones de la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) se precisan siete aceleradores lineales y 20 oncólogos radioterápicos por cada millón de habitantes. Si hacemos bien las cuentas, Aragón necesitaría como mínimo dos unidades más de tratamiento y cuatro facultativos.
La evolución tecnológica de crecimiento exponencial producida en nuestra especialidad médica en los últimos años permite ya aplicar tratamientos de alta precisión que resultan menos tóxicos para el paciente. Esta “revolución” tecnológica lleva consigo un mayor esfuerzo técnico y humano, que en el contexto en el que estamos hablando, está tremendamente condicionado por la elevada presión asistencial. Ésta no deja de traducirse más que en una creciente y preocupante lista de espera.
Para paliar en la medida de lo posible esa situación, mis compañeros han ido ampliando el horario de los tratamientos, trabajando actualmente desde las siete de la mañana hasta las once de la noche, manteniendo en todo momento los estándares de calidad exigidos. Sin embargo, esta intensificación del uso de los aceleradores lineales produce una lógica y consecuente cascada de averías que ocasiona a su vez una prolongación inexorable de las demoras ya existentes. Se produce así un fenómeno que puede parecer paradójico, pero que es absoluta y tremendamente real. Los que conocemos esta especialidad sabemos de la importancia de trabajar con pausa pero sin prisa. Es una pescadilla que se muerde la cola.
Según me cuentan mis compañeros, en el momento actual están pendientes de un concurso para la adquisición de dos aceleradores lineales para el sistema público de Salud de Aragón. La publicación y resolución de dicho concurso estaba prevista para el presente año 2016, por lo que contaban con el “rayo de esperanza” de que en primavera de 2017 pudieran empezar a trabajar con ellos. Sin embargo, según las últimas informaciones facilitadas, ni siquiera en el año 2017 se iniciará el ansiado proceso de concurso.
El panorama es desolador porque ha dejado a mis colegas en una situación de desamparo, frustración y desesperanza que les condena a un absoluto ostracismo inmerecido. El esfuerzo titánico que están realizando en su día a día no se ve correspondido ni está obtieniendo el deseable reconocimiento. No hay ni siquiera atisbos de un intento por desbloquear y agilizar la situación por parte del Servicio Aragonés de Salud. A corto y medio plazo no se vislumbra ningún horizonte claro. Al fin y al cabo lo único que reclaman son más herramientas para poder hacer bien su trabajo y atender las necesidades de los pacientes con cáncer.
Nada nuevo bajo el sol, pues esto es una situación que se repite a lo largo de la historia de nuestra especialidad y en muchas comunidades autónomas. Pero eso no nos consuela. Se trata un problema endémico de visión y de previsión como en otras ocasiones ocurre, pero que en temas de salud oncológica no caben medias tintas ni paños calientes. Se debe entender como un problema que nos afecta a todos y deben ponerse los medios necesarios.
La inversión en tecnología en radioterapia puede interpretarse como “cara” porque su coste inicial es elevado, entre un millón y medio a tres millones de euros por unidad de tratamiento. Este coste que se imputa en el capítulo de inversiones produce unas resistencias y miedos totalmente infundados por parte de las administraciones públicas para su adquisición. Sin embargo, la amortización de las unidades de radioterapia se obtiene en muy corto espacio de tiempo, dado el gran volumen de pacientes que pueden beneficiarse de un tratamiento preciso, personalizado, moderno y curativo contra el cáncer. La radioterapia, a pesar de las abultadas cifras apuntadas, representa menos del 5% del coste total del tratamiento del cáncer.Ningún otro tratamiento da tanto por tan poco. Junto con la cirugía sigue siendo uno de los tratamientos que obtiene mayor porcentaje de curaciones de la enfermedad oncológica. Se precisa con urgencia aceleradores lineales, ya que empleados con criterios de eficiencia impactan muy positivamente en el control de la enfermedad y en la supervivencia global de los pacientes con cáncer. El valor de la radioterapia es incuestionable.
Como relaté yo misma en mi post de “Help!!!”, los radiooncólogos de Aragón también lanzan su particular SOS , me hablan del lado humano de esta situación y se sienten igual de reflejados en ése post que yo misma. Cuando ven la cara de los enfermos y sus familias, escuchan sus demandas, comparten sus miedos, tienen exactamente la misma sensación de angustia e impotencia que transmití hace unos días en este lugar del ciberespacio. Su situación es igualmente insostenible, con demoras en los inicios de los tratamientos que superan con creces lo recomendable y que sabemos puede condicionar de forma importante, aunque suene duro decirlo, la supervivencia de nuestros pacientes.
Espero que los radiooncólogos del Hospital Miguel Servet y del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, ambos de Zaragoza no se sientan, por lo menos tan solos. La palabra solidaridad doy fe de que existe. Lo he podido comprobar todos estos días, lo he vivido. Me gustaría que a ellos también se les escuchara desde aquí, desde este pequeño altavoz para la esperanza. Me reseñan que el resto de servicios médicos y quirúrgicos implicados en la Oncología de sus respectivos hospitales han manifestado su apoyo a la Oncología Radioterápica de Aragón en el planteamiento de su demanda para una inmediata puesta en marcha del concurso de adquisición de los equipos adecuados para un correcto tratamiento de los pacientes en tiempo y forma.
Como muy bien describe en una metáfora para los profanos en estos menesteres de la radioterapia, una querida, activa en redes sociales y compañera de profesión, la Dra Castalia Fernández: “Hay pocos aceleradores y están saturados al máximo, quemando rueda sin ser un Fórmula 1 y sin poder salir de boxes hasta su total puesta a punto y por supuesto, sin un coche de repuesto para el sufrido piloto”.
Al igual que Joaquín Costa clamaba por los riesgos que corría en el Aragón del siglo XIX: “Nosotros clamamos por tecnología del siglo XXI que nos permita tratar con dignidad a nuestros pacientes. Tenemos sed…y el agua no nos llega”
Para acabar les dejo con este magnífico video explicativo acerca de cómo se realiza el control de calidad y mantenimiento de los aceleradores lineales de electrones.