Peregrinaje hacia radioterapia
Hace unos días salía a la luz en las páginas centrales del semanario “Interviú” un reportaje sobre radioterapia y las promesas rotas del cáncer que nada tenía de erótico-festivo, aunque este sea éste su clásico reclamo de portada. De todos modos, viendo los déficits y problemas que a diario sufrimos médicos y pacientes, no descarto que algún día haya que hacer un “Full Monty” o iniciativa similar para llamar la atención.
Este semanario ya se había hecho eco en ediciones anteriores de los problemas que presentan a diario los pacientes que acuden a radioterapia en el territorio español, bajo el título de “El peregrinaje hacia la radioterapia” y “Los vuelos del cáncer”. En los tres artículos hay un denominador común que no es más que explicar todas las penalidades que sufren nuestros pacientes para poder llegar a tiempo a darse sus sesiones de radioterapia.
Un tratamiento estándar de radioterapia puede durar entre cinco y siete semanas según el caso. Si existen averías, revisiones de máquina programadas, festivos múltiples o toxicidades que obliguen a interrumpir el tratamiento puede que el tiempo se alargue. Cada sesión de radioterapia dura aproximadamente unos 15 minutos de media. Habitualmente son tratamientos que pueden aplicarse de forma ambulatoria y permiten a los enfermos hacer una vida relativamente normal tras cada sesión.
Visto así, parece sencillo y llevadero, pero hay una realidad detrás en la que quizá no reparamos con la suficiente conciencia. Si el paciente vive en la ciudad donde está el equipamiento de radioterapia no tiene mayor problema en acudir todos los días al hospital. Sin embargo, cuando el paciente vive en un pueblo perdido, sin apenas transporte público y a kilómetros del centro que se le ha asignado por el Servicio de Salud de su Comunidad Autónoma, las cosas se complican. El paciente, al menos eso ocurre en Castilla y León, se ve obligado a ser transportado en una ambulancia colectiva que recoge a pacientes de la zona, los trae al Servicio de Oncología Radioterápica y cuando todos los pacientes de esa ambulancia han acabado el tratamiento los devuelve a sus domicilios. Y así día tras día. Muchos se levantan a las 4 o 5 de la madrugada y llegan a su casa por la tarde. Llegan a su casa sin ganas de hacerse la comida ni de comer, mareados o exhaustos. Algunos hacen hasta 400 km diarios, pues en Burgos tratamos a pacientes de la provincia de Burgos, Palencia y Soria. Una extensión geográfica muy amplia, con malas carreteras en algunos casos o condiciones climáticas muy adversas en invierno como la nieve y el hielo. Desde que estoy aquí recuerdo al menos tres accidentes de tráfico en este peregrinar, con mayores o menores consecuencias.
Lo que creo que los gestores no reparan es que algunos de estos pacientes tienen Servicios de Oncología Radioterápica a menos kilómetros o mejor comunicados, por lo que si en lugar de hacer una distribución del flujo de pacientes en función de la provincia o Comunidad Autónoma donde reside el paciente se hiciera por cercanía del centro hospitalario a su domicilio el confort del paciente ganaría muchos enteros. Por poner un ejemplo, un paciente de Miranda de Ebro tiene a veinte minutos el Hospital Txagorritxu de Vitoria y a una hora o más (dependiendo del itinerario por carretera nacional o autopista de pago) hasta Burgos. Lo mismo ocurre con algunos pueblos de Palencia como Venta de Baños que tienen Valladolid a 30 minutos y Burgos a 1 hora, por no hablar de los pueblos limítrofes con otras comunidades o los pueblos de montaña. Esto es especialmente dramático para pacientes con un estado general deteriorado, pluripatológicos o muy mayores. En algunos casos nos vemos obligados a ingresarlos en el Hospital para que puedan cumplir con el tratamiento. Los oncólogos radioterapeutas intentamos hacer cada vez más tratamientos hipofraccionados en mama (mayor dosis por fracción con el mismo efecto y menor duración global del tratamiento) y otras patologías donde es posible hacerlo. La Asociación Española Contra el Cáncer dispone de pisos de acogida para estos pacientes, pero no es siempre una opción disponible y se requiere que los pacientes estén en todo momento acompañados.
En el mencionado artículo apuntado arriba se hace referencia a las promesas electorales sobre la puesta en marcha de Servicios de Oncología Radioterápica en varias localidades como en Palencia donde son tratados en el Hospital Universitario de Burgos donde yo trabajo, en Segovia que son tratados en Valladolid, en Ceuta donde tienen que cruzar el Estrecho para tratarse en Algeciras, los vecinos de Melilla que deben ir al Hospital Carlos Haya de Málaga o los pacientes de Ibiza y Menorca que deben trasladarse al Hospital de Son Espases en Palma de Mallorca. El número de habitantes de dichos lugares probablemente lleve al argumento de que si se crearan allí Unidades de Oncología Radioterápica, éstas no serían rentables. Pero quizá no haya que verlo todo desde un punto de vista estrictamente económico. Hay que ver lo que se ahorra en transporte y en calidad de vida de los enfermos oncológicos que ya sufren de por sí demasiados contratiempos. Debería ser un compromiso ético con el paciente. Si lo pensamos bien tampoco es rentable investigar sobre tumores infantiles, sobre enfermedades o tumores raros y no por ello se ha de dejar destinar recursos a estos grupos de pacientes más desfavorecidos. Si se trabaja a medio gas en estas instalaciones periféricas, ¿se ha pensado por ejemplo rentabilizarlas con un en destino como la investigación e irradiar por ejemplo cultivos celulares para estudios radiobiológicos que son necesarios?
La sanidad española se ha vanagloriado siempre de ser modélico y universal, pero tengo la extraña sensación de que desde que se ha disgregado por Comunidades Autónomas las diferencias empiezan a ser ya demasiado notorias. Porque si somos todos “hijos de un mismo Dios” y pagamos todos nuestros impuestos para una caja común ¿por qué no recibimos la misma atención sanitaria en función del lugar de residencia?
¿Qué siente un paciente con Radioterapia?
Por alusiones
Publicado en el diario “El País” el 3 Marzo 2014. Ver artículo aquí.
- Radiobiología: En ella se estudia cómo la radiación actúa sobre las células y los tejidos, cómo le afectan las dosis, el fraccionamiento, la energía, etc
- Ingeniería: Cada vez los aceleradores lineales son más precisos, esculpen mejor la dosis depositada al tumor, pudiendo aumentar las dosis en el tumor y minimizándola en el tejido sano. En el futuro se pensará en 4D, no en 3D como hasta ahora. También se están haciendo esfuerzos por crear aceleradores de protones más asequibles en el futuro.
- Radiofísica y dosimetría: Cada vez están mejorando más los algoritmos de cálculo para saber más fielmente cómo se deposita la radiación con los cambios de densidad de los tejidos. También hay mejoras constantes en todas las herramientas informáticas para delimitar tanto los tumores como los órganos críticos
- Empiezan a darse los primeros pasos en la influencia de la genómica a la hora de elegir la idoneidad de la radioterapia,
- Inmunología: Se están empezando a conocer los aspectos inmunológicos y cómo actúan con la radioterapia.
- Interacción de fármacos con radioterapia: Se conoce ya el uso de los citostáticos a dosis bajas como radiosensibilizadores en radioterapia y se siguen abriendo puertas y avanzando en este campo.
Re-evolucionando la Radioterapia
Luego vino la revolución digital, las sofisticadas técnicas de imagen, de planificación y verificación que se integraron en la radioterapia para que la radiación pudiera ser dirigida con una precisión sin precedentes. La radioterapia se convirtió en algo preciso, medible y con menor riesgo. Hoy en día entre 50 y 60 por ciento de los pacientes de cáncer reciben radioterapia. La mitad de los que se curan de cáncer han sido tratados con radiación.
Pero de alguna manera el mundo nunca ha notado que una revolución como tal hubiera tenido lugar. Y Marcel Verheij, Presidente del Departamento de Radioterapia del Instituto del Cáncer de Holanda (NKI) y profesor de radioterapia traslacional en la Universidad VU de Ámsterdam, es uno de los miles de radioncólogos que nos deja perplejos. ¿Por qué la Oncología Médica y los citostáticos o medicamentos nuevos reciben toda la atención en los medios de comunicación e incluso en la facultad de Medicina cuando la contribución de la radioterapia para salvar vidas y mejorar la calidad de vida es mucho mayor?
Nos reunimos en su oficina en el NKI (conocido como el Hospital Antoni van Leeuwenhoek), un centro integral del cáncer que combina un moderno hospital y laboratorio dedicado el estado del arte en investigación actual. Verheij acaba de dar una charla y visita a los estudiantes de ciencias y él nos comenta que cada vez que se encuentra con los estudiantes se da cuenta de lo subexpuesta que está su especialidad en las universidades.
Luego les muestra el equipamiento, el software que delinea los tumores y compensa su movimiento, la TAC y la orientación de las imágenes, las representaciones en 3D de los tumores y los haces de radiación que se cruzan en ellos, y él sabe que puede mantener un atractivo especial a esta generación tecnológicamente inteligente. “Ellos están en el borde de sus asientos”, dice.
“Yo muestro las diferencias de lo que puede lograrse con la tecnología moderna en comparación a cuando empecé a principios de 1990, cuando se delineaba un tumor a nivel bidimensional con una imagen de rayos con un lápiz rojo. En esos días no podíamos prever las altas dosis individuales de radiación que ahora podemos dar con técnicas específicas, como la radioterapia estereotáctica ablativa. Si seguimos a ese ritmo de desarrollo, no hay límite “.
Su diversión gira en torno a su propio interés particular, los usos innovadores de la radioterapia en combinación con medicamentos contra el cáncer. Como las limitaciones de una cultura con monoterapia han sido cada vez más evidentes para el mundo del cáncer, la radioterapia ha encontrado su lugar en combinación con otras terapias. Primero fue la quimioterapia. A finales de 1980, se demostró en el cáncer de pulmón que el cisplatino diario era más eficaz en combinación con la radioterapia, ya que aumentaba el efecto local de la radiación, incluso cuando se utilizaba en dosis bajas, menos tóxicas,. “Hoy en día no hay casi ningún tumor sólido en un ambiente curativo que no reciba una combinación de quimioterapia y radioterapia”, dice Verheij.
Durante 20 años, Verheij ha estado derribando fronteras en este campo. Su programa de investigación traslacional en el NKI descubre nuevas formas de utilización de agentes dirigidos a dosis menos tóxicas pero biológicamente activas para hacer que las células de cáncer sean mucho más vulnerables a un tratamiento de radiación.
Por ejemplo, él tiene la esperanza de que el uso de alquilo-fosfolípidos sintéticos en combinación con radioterapia den lugar a una estrategia de tratamiento muy eficaz para los pacientes con cáncer de pulmón de célula no pequeña. Su trabajo con los lípidos sintéticos ha progresado durante más de 12 años, a partir de estudios de líneas celulares, a través de estudios en animales en fase I (estudios que demuestran la seguridad de un compuesto y su pauta de administración) y ahora los estudios en fase II (estudian la eficacia del compuesto y la relación dosis-respuesta).
También está la realización de estudios preclínicos sobre el uso similar de ligandos del receptor de muerte celular, pequeños inhibidores moleculares de bcl-2 y los inhibidores de PARP en combinación con la radiación. Esto último es particularmente interesante: “Se crea el daño del ADN solamente en el lugar donde usted lo quiere, es decir, el tumor y la metástasis. La combinación de este daño en el ADN infligido localmente con un fármaco que interfiere con su reparación, tal como un inhibidor de la PARP, crea un efecto específico sobre el tumor, lo que permite un aumento de la acción terapéutica. Estamos evaluando este concepto en tres diferentes grupos de pacientes”.
Y sin embargo, por la trayectoria estelar de toda la radioterapia, Verheij sabe que podría haber avanzado más rápido. No es sólo el problema de la falta de reconocimiento y de perfil terapéutico. Es el reto de mantener la investigación y la innovación al mismo ritmo que en Oncología Médica, donde las estructuras de investigación son más claras y con mejores recursos.
Pero incluso en este entorno privilegiado, encontrar el tiempo y los recursos para la investigación de la radioterapia no es tarea fácil. “Es un tiempo muy caro, pero si quieres hacer investigación seria en radioterapia traslacional, es necesario invertir en las personas para que puedan ir físicamente al laboratorio, tener su propio escritorio, ser parte de las discusiones de laboratorio y no siempre tener su buscapersonas encendido. Es más fácil decirlo que hacerlo “.
Otro de los retos de la radioterapia traslacional es el tiempo que actualmente se necesita para desarrollar nuevos tratamientos. El progreso de los estudios de líneas celulares trasladados a la clínica en la actualidad lleva por lo menos diez años. Para acelerar el paso de la pre-clínica a la clínica, ha sido una prioridad en la NKI invertir en modelos de ratones modificados genéticamente para imitar los cánceres humanos, y el desarrollo de técnicas de radiación guiada por imagen específicamente para los animales. Verheij también le gustaría ver un mayor énfasis en la identificación de biomarcadores potentes, por lo que los nuevos tratamientos sólo se prueban en aquellos pacientes que tienen más probabilidades de beneficiarse de ellos, por lo que se acelerarían más las pruebas.
Pero hay otro problema más sorprendente frente a la investigación: la falta de el interés de la industria farmacéutica. Históricamente, las empresas farmacéuticas no se han sido interesado en sus medicamentos que se utilizan en combinación con la radioterapia particularmente, dice Verheij. Por eso, conseguir recursos para el suministro en ensayos ha sido difícil y las oportunidades para desarrollar terapias en combinación altamente eficaces se han perdido.
“Dependemos de las compañías farmacéuticas que hagan sus productos asequibles para los ensayos. Pero las empresas se centran principalmente en compuestos que se administran a los pacientes durante períodos prolongados, mientras que nosotros sólo necesitamos la droga durante períodos relativamente cortos mientras dura la radioterapia. Y a diferencia de los oncólogos médicos, no queremos utilizar la dosis más alta tolerada, sólo una dosis más baja, biológicamente efectiva que hace que la célula sea más radiosensible. Así que tenemos que convencer tanto a las empresas farmacéuticas como a los oncólogos médicos que este es un enfoque diferente al que ellos están acostumbrados. Desde un punto de vista comercial, la adición del fármaco por un período limitado de tiempo, por supuesto, es menos interesante, pero el beneficio del paciente puede ser significativo”.
Una vez que un medicamento ha sido descartado por ser demasiado tóxico, es casi imposible conseguirlo de nuevo en el orden del día. “Esa falta de entendimiento sobre el potencial que tiene la radioterapia es sintomático del perfil público bajo que se tiene de la radioterapia frente a la oncología médica”. “Los oncólogos médicos tienen relaciones muy estrechas con las empresas farmacéuticas, que ellos necesitan, por supuesto, porque hay una línea de nuevos medicamentos que necesitan ser probados en la clínica. Todos estos agentes llegan al mercado increíblemente rápido, algo muy emocionante para los medios de comunicación. Pero, por otro lado, nosotros tenemos unas máquinas esenciales de tratamiento, los aceleradores lineales. Los usamos desde hace 12 años con actualizaciones de software, y hay tal vez sólo hay dos o tres empresas que los venden, por lo que las noticias acerca de la radioterapia es casi por definición menor. No importa cuánto nos esforcemos, no es fácil interesar a los periodistas en nuevos desarrollos. Es mucho más fácil para un oncólogo médico decir “Tenemos la bala de plata.”
Él se enorgullece de cumplir con estos desafíos a nivel local en el NKI, en particular, con la creación de las infraestructuras y de personal adecuado para la investigación traslacional, esperando que tengan un impacto más amplio, estableciendo un modelo que cuente con el seguimiento de los demás especialistas (incluyendo oncólogos médicos). Él está en estrecho contacto con otros centros europeos también activos en radioterapia traslacional, como el Instituto Gustave Roussy de París. Él también está asesorando en la creación del mayor centro integral del cáncer en los Países Bajos que, poniendo en común la experiencia y los recursos del Hospital Antoni van Leeuwenhoek y los departamentos oncológicos del Centro Médico de Utrecht, que reflejarán el enfoque multidisciplinario y centrado en la investigación.
“Lo que he aprendido a lo largo de mi carrera es que es importante invertir en la gente que te rodea. No se puede hacer el trabajo por tu cuenta. Hay que motivar a los demás a seguir la misma trayectoria”
Nada de este trabajo innovador hubiera sucedido si en los tres años de su residencia, en 1996, Verheij no le hubieran otorgado una beca de investigación de dos años de la Sociedad del Cáncer de los Países Bajos en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York. Fue allí donde él investigó en su doctorado el daño endotelial como motor de la lesión por radiación en el riñón, pero su efecto fue mucho más profundo que eso.
“El interés por la apoptosis (muerte celular programada) estaba en auge, y había un grupo liderado por Zvi Fuks en el Memorial para hacer investigación muy emocionante “, dice. “Tengo mi oportunidad de hacer investigación básica viendo la forma en que la célula tumoral muere por radiación, y me dio una idea de cómo podríamos aprovechar ese conocimiento. ¿Podríamos añadir agentes para influir en la sensibilidad de las células a someterse a ese tipo de muerte celular? Traté de hablar el mismo idioma que los investigadores. Esto fue realmente muy importante para seguir la próxima etapa de mi carrera”
A su regreso a Ámsterdam, presentó una beca de investigación centrado en esta área y ahí es donde se ha centrado desde entonces. Las lecciones que aprendió en el Memorial sobre investigación traslacional y sobre la forma de estructurar los programas de investigación dentro de un hospital dieron forma a sus planes en el NKI.
Si el rumbo de su carrera suena a limpio, la llegada de Verheij a la Oncología Radioterápica en primer lugar no fue de ninguna manera sencillo. En pocas palabras, se fue de la abogacía, a la medicina, al ejército, a la hematología, a la radiación, al cáncer.
Él estaba intelectualmente intrigado en por qué hay personas que enferman desde una edad temprana, pero no fue capaz de entrar en la facultad de Medicina en su primer intento debido a la escasez de plazas (un sistema aleatorio decide quién entra en contacto con los cursos más populares en los Países Bajos). Así que estudió derecho durante un año, hasta que obtuvo número en la facultad de medicina en la Universidad de Leiden en 1981. El interés en la ética médica y en la ley se ha mantenido, durante muchos años se vio involucrado en los comités de ética de la NKI: “Me gusta mirar el panorama general: si tiene que tomar decisiones en los sistemas de salud debido a los recursos limitados, ¿en qué basan su elección?”
Lo que llevó a que cuando su servicio militar había terminado participara en un estudio del NKI para investigar el efecto de la radiación sobre los vasos sanguíneos, pues querían un estudiante de doctorado, con experiencia en coagulación de la sangre. Y como su interés por la radiación creció, le llevó a un puesto de trabajo en el departamento de radioterapia.
Hoy día los horizontes de Verheij se siguen ampliando. Como ex miembro de la Junta de la ESTRO (Sociedad Europea de Oncología Radioterápica) es consciente de la preocupación de las diferencias internacionales en la calidad de la radioterapia y está decidido a poner a trabajar a ESTRO a llevar adelante cambios visibles y estimular mejoras. El amplio programa de enseñanza de la ESTRO es accesible a todo el mundo y él cree que es fundamental para seguir unos estándares y difundir conocimientos.
En la investigación en radioterapia, él cree que es necesario que haya más colaboración e intercambio de experiencia entre los centros de toda Europa. “El cambio práctico es difícil de lograr en un solo centro, pues sólo te dan un progreso real si la investigación se lleva a cabo a través de grandes consorcios, combinando la experiencia de diferentes centros”. Esto tiene que ocurrir antes de colaboraciones en ensayos, de modo que, por ejemplo, los centros especializados en modelos preclínicos puedan intercambiar conocimientos con los que se especializan en proteómica o en genómica y pueden redactar propuestas de ensayos a partir de cero una vez que las relaciones están bien establecidas. “Es necesario establecer afinidad entre centros.”
Para que el trabajo en este tipo de colaboración europea tenga una calidad validada dentro de la radioterapia, se precisa una armonía que garantice que cada centro está trabajando de acuerdo con los mismos protocolos y la misma terminología. Las organizaciones profesionales nacionales de radioterapia en muchos países, como en los Países Bajos, ya se está definiendo la calidad, pero el esfuerzo tiene que ser para toda Europa. “El aumento de la calidad no es necesariamente una cuestión de invertir en centros, sino que se trata de hacer visibles las diferencias”, dice.
Hay, reconoce, variaciones masivas en el equipamiento de radioterapia en toda Europa. Pero el mayor desafío internacional frente a la especialidad es la creación de lo que Verheij llama “masa crítica” en los departamentos de radioterapia, la garantía de que el personal tiene la experiencia y los conocimientos para aumentar la calidad. Esto implica, inevitablemente, las políticas nacionales de centralización, como se han aplicado en los Países Bajos.
Es un mundo fuera de los departamentos del hospital que luchan para satisfacer la demanda con una o dos aceleradores lineales envejecidos, o dibujar una línea roja alrededor de una borrosa visión de rayos x. Pero entonces Verheij cree que el progreso se debe a que hay líderes, innovadores y centros de excelencia proporcionando modelos a seguir por todos. Si no hubiera tenido la oportunidad de inspirarse en las estructuras de medicina traslacional integrados en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, cuando él era un médico residente, él nunca habría llegado a ser jefe del estado del arte en su departamento en Amsterdam, estableciendo una agenda para los demás.
“Yo lo llamo mirando en la cocina de alguien más”, dice. “Animo a todos mis estudiantes a hacerlo. Es una inversión sustancial de futuro “.