Relato de verano: David, el superviviente.

Recordaba a David con su cabellera rizada rubia, su porte alto y atlético, sus gafas al más puro estilo “Harry Potter” y su timidez adolescente. Cursábamos por aquel entonces los desaparecidos BUP y COU. David venía diariamente de un pueblo de interior cercano a la costa mediterránea gerundense junto a su “colla. Corrían los años 80 de tupés o pelo punky, de amplias y generosas hombreras, de volantes por doquier, conformando así una estética un poco kistch” para nuestros ojos actuales. Eran años de eclosión musical de la movida” y de una todavía joven transición democrática.

David y yo posiblemente pasábamos desapercibidos entre tanto compañero adolescente díscolo y charlatán, pues a ambos nos caracterizaba una cierta timidez e introversión, intrínseca e inevitable a nuestra propia forma de ser. Rasgos de una personalidad que la adolescencia se encarga de acentuar, casi sin querer y que la madurez acicala para que no se noten en demasía.

No sé ya si David y yo hablábamos mucho o poco entre nosotros, pero la cuestión es que las redes sociales y un aniversario de antiguos alumnos nos ha reencontrado treinta y pico años después. David me saluda cordialmente, de vez en cuando da al “me gusta” en Facebook y vemos recíprocamente en nuestros muros fotos actuales. Le reconozco plenamente y me sonrío al verle bien y con familia. Me reconforta ver a los antiguos compañeros después de tantos años. Una misma que peina ya muchas canas, inicia inexorablemente el camino de desenpolvar los recuerdos de aquellos años y empieza a costarle asimilar que el tiempo haya volado tan rápido.

David me escribe un mensaje en privado. Acto seguido lo leo y consigue despertarme una sonora carcajada. Me viene a la cabeza el estribillo de una canción que yo canturreaba y David se acuerda de lo mucho que entonces me gustaba Paloma San Basilio:

Viviendo juntos
Juntos, un día entre dos, parece mucho más que un día
Juntos, amor para dos, amor en buena compañía
Si tu eres así, que suerte que ahora estés junto a mi.
Juntos, café para dos, fumando un cigarrillo a medias
Juntos, cuanquier situación de broma entre las cosas serias.
El mundo entre dos, diciendo a los problemas adiós….”

Curiosidades y bromas a parte, David otro día me escribe un inquietante, nuevo e intrigante mensaje. Intuyo al leerlo que ha debido pasarlo mal, muy mal. Me introduce en el episodio de vida que transcurre entre la finalización del COU y ahora. Me pide el correo electrónico para concretar y para que revise un escrito sobre sus vivencias. No doy crédito a lo que leo. David me regala una impresionante historia llena de adversidad, resiliencia y supervivencia. Al iniciar la lectura de su relato me deja con risas, con lágrimas de emoción, con admiración por su afán de seguir adelante a pesar de todo, pero también sin aliento, sin palabras…(ufff, ¡qué historia! me digo).
David es un largo superviviente que se enfrentó a un Goliat llamado cáncer y le venció. Un Goliat que apareció en su vida nada más acabar COU, cuando todos nos felicitábamos por acabar una etapa e iniciar una más que probable apasionante vida universitaria. Cuando todo es futuro, ganas, ilusión y primeros amoríos. Cuando la palabra “cáncer” no estaba invitada y ni siquiera se le esperaba en el diccionario personal de un joven adolescente. Cuando notarse un “teste” algo más grande que el otro no parecía ser motivo de preocupación, sino más bien un signo claro de hombría.  
David tampoco tuvo la oportunidad de saber qué le pasaba ni a qué se enfrentaba. La conspiración del silencio era entonces la norma, su familia y los médicos decidían por él, no existía el consentimiento informado, ni tampoco la figura del psicooncólogo. David fue operado y virtualmente muerto y sepultado. No sabía él entonces lo duro y sombrío de su pronóstico. Le tocó pasar por una dura quimioterapia con escasa farmacología para combatir la toxicidad producida por aquel entonces. Cuesta, con la visión del actual de 2016,  hacerse una ligera idea de lo que aquello fue, un infierno en toda regla. Ingresos prolongados, desplazamientos a Barcelona, un sentimiento de soledad casi absoluta, complicaciones mil y muchos, muchos pinchazos.
No quiero, sin embargo destripar su apasionante historia de superación, alma, corazón y vida. Quiero que él nos la cuente en primera persona. David corrió una carrera de obstáculos donde la meta era borrosa y la medalla de oro como recompensa se le resistía. Han pasado más de treinta años y ha conseguido reconciliarse consigo mismo a pesar de todas las cicatrices que la enfermedad le ha obsequiado. Las asume y las lleva con el orgullo de aquel que se sabe con la suerte de un largo superviviente. La vida le ha dado una merecida prórroga que le ha permitido cumplir, afortunadamente, con muchos de sus sueños, convirtiéndola sin él saberlo, en una vida extraordinaria y con mayúsculas. Uno de sus sueños es publicar pronto su libro, contar su historia y ayudar a otros muchos largos supervivientes como él a superar la adversidad.
Tengo ganas de fundirme en un abrazo con David en compensación por todos estos años en los que no hemos sabido nada el uno del otro y quisiera agradecerle en persona el detalle de confiarme su enternecedora, emocionante y bonita historia.
Video: “Soy yo, David” de Cronómetrobudú (grupo de rock burgalés)

Por favor, valora el artículo

Frente a mi

Una de las cosas buenas que tienen las nuevas tecnologías y que no deja de sorprenderme es la posibilidad de conectar con personas afines o bien con aquellas que, por los avatares de la vida, les habías perdido la pista. Posiblemente si no contara con esta potente herramienta jamás volvería a saber de ellos.
Gustavo Catalán es un Oncólogo Médico con el que compartí pacientes comunes cuando él ejercía en el Hospital Son Llàtzer durante los ocho años que trabajé en el ya desaparecido Hospital Son Dureta de Palma de Mallorca como Oncóloga Radioterapeuta. Ya entonces conocía su afición como escritor y columnista semanal dominical de opinión desde hace ya unos cuantos años en el Diario de Mallorca. Nuestros caminos se han cruzado gracias a nuestros respectivos blogs (el suyo se titula Contar es vivir(te)), al nexo de unión con la Oncología y también, por qué no, al amor que ambos profesamos por la literatura. Tuve la oportunidad hace cosa un año mientras pasaba unos días de vacaciones en la isla, de poder compartir tertulia con él y conocernos un poco más. 
Hace unos días Gustavo me mandó su último libro titulado “Frente a mi” que narra de forma autobiográfica la vivencia por la que atravesó como oncólogo médico y paciente con cáncer. Esa dualidad le permite al autor describir sus sentimientos y paradojas de forma singular. Ser a la vez un médico lego en lo que al cáncer se refiere y paciente oncológico no es tarea fácil de llevar. A través de su lectura no he podido evitar soltar sonoras carcajadas gracias a descripciones jocosas sobre su propia fisiología o sobre situaciones cruzadas con pacientes que parecen inverosímiles, amenizando y quitando hierro a la historia. He percibido la angustia dadas las incertidumbres que paseaban por su cabeza en aquellos momentos. He comprendido que esas esperas en las pruebas diagnósticas se le hacían indudablemente interminables y le obligaban a formularse preguntas. He constatado su impavidez y estoicismo externos como mecanismos de defensa y armadura cuya misión no era otra cosa que la de mostrar fortaleza aún sintiéndose vulnerable por dentro. He visto esa necesidad imperiosa de recuperar la autonomía y la normalización de la vida diaria en la que no reparamos muchas veces los clínicos. Descubre también ese sentimiento de culpabilización fútil al que los enfermos se ven bombardeados en su inconsciente sobre el origen de su enfermedad oncológica. Y también he sentido una emoción indescriptible al describir esa ternura sigilosa de su núcleo más íntimo y familiar, así como la de sus conversaciones con su malogrado amigo Avelino. 
“Frente a mi” es un libro intimista, que te acerca al lado humano de la enfermedad a un lado y otro de la mesa de la consulta. Además está escrito con literatura de la buena, de esa que te deja poso, magistralmente escrita diría yo, que te da buen sabor de boca. Gustavo Catalán no trata de ponerse como enfermo ejemplar, trata únicamente de exponer literariamente su punto de vista con Medicina Basada en la Experiencia. Una experiencia plural, la de sus propios pacientes y singular, la vivida en primera persona. Recomiendo su lectura a médicos y pacientes, pues no creo que deje indiferente a nadie.
Gracias desde aquí Gustavo por relatar de la forma en que lo has hecho tu historia. Seguro que a mi y a otros muchos este libro nos servirá para entender mejor y acercarnos a los enfermos como se merecen. Un abrazo.
Les dejo con una secuencia de la película “El Doctor” donde el Dr MacKee se enfrenta a la misma dualidad a la que tuvo que enfrentarse el Dr Catalán al ser médico y paciente en su propio hospital. En esta cómica escena el Dr MacKee enseña a sus alumnos de Medicina lo que los pacientes sienten. 

Por favor, valora el artículo

Un Testimonio (muy) Vital

Ayer, casi por casualidad,  tuve la oportunidad de leer en un blog el testimonio de MARCOS, un “chaval” de 29 años médico, oncólogo y paciente de un cáncer. Lleva ya 6 años de SUPERVIVENCIA (así lo quiero llamar yo), 6 años de SUPERACIÓN, 6 años de CREER en sí mismo y 6 años para poder quitar el “IM-” del prefijo de la palabra y hacerlo POSIBLE.
 
De todo su emotivo relato me quedo con estas cuatro frases:
NO PERMITAS QUE TE DIGAN QUE ES POR TU CULPA
NO PERMITAS QUE TE DIGAN NO SE PUEDE
NO PERMITAS QUE TE TRATEN SIN PIEDAD
NO PERMITAS QUE TE SENTENCIEN A MUERTE
Creo que es un lujo contar con este “Testimonio Vital”. Merece la pena leerlo en su contexto y reflexionar sobre ello. 
Entrada extraída del blog Psicooncología para pacientes : “…el mundo parecía derrumbarse a mis pies” (Viernes 18 de Enero de 2013)


Sin Miedo. Rosana Arbelo.

Por favor, valora el artículo