Bienvenid@ a "Un Rayo de Esperanza". Soy Virginia Ruiz, una radiooncóloga que se define como médico en el sentido amplio de la palabra, con un interés especial por todo lo que rodea al enfermo oncológico. Creo firmemente en la Medicina Basada en la Evidencia, pero también en la Medicina Basada en la Diferencia y en la Experiencia. Estoy en la senda hacia una Medicina Humanista, porque si lo pensamos bien no existen enfermedades, sino enfermos…
El carnaval se va acercando y en él sacamos punta a muchas de nuestras miserias, nos desinhibimos y aprovechamos el disfraz y el sentido del humor como un catalizador absolutamente necesario. Esto se describe en su máxima expresión con el maravilloso ingenio de los conocidos Carnavales de Cádiz y sus famosas chirigotas.
Manuel García Molina cordobés de nacimiento, pero gaditano de alma, ha tenido a bien dedicarme unas palabras y videos a través de los ojos del Carnaval de Cádiz para esas heroínas anónimas y ángeles de la guarda, que son las pacientes con cáncer de mama. Una fórmula de efectos sorprendentes y terapéuticos. Les dejo con sus palabras:
Estimadas Heroínas y Ángeles de la Guarda:
Este post, que amablemente la Dra. Virginia Ruiz me ha cedido en su blog, me gustaría dedicárselo a las Heroínas y Ángeles de la Guarda que todos los días luchan sin descanso por lo único que en este mundo se merece pelear: LA VIDA
En la historia del Carnaval de Cádiz han sido muchas las ocasiones que os hemos homenajeado, pero totalmente insuficientes para lo que os merecéis. Son vuestras esperanzas convertidas en musa lo que ha hecho que muchas noches cogiésemos un lápiz y un papel.
Me gustaría hacer un pequeño repaso por aquellas agrupaciones, que desde este sur lleno de pasión y compromiso llamado Andalucía, nos han recordado vuestra batalla.
“La mujer es la mujer,
una patria sin bandera,
la mujer es madre de las madres
de los hombres que han nacío”
Juan Carlos Aragón
En un primer momento se puede pensar que el Carnaval no es el foro perfecto para recordar vuestra contienda, pero es exactamente el reino de nuestro Dios Momo donde mejor podemos rendiros un homenaje aquellos que estamos enamorados de esta musa esquiva llamada Carnaval.
En cada pisada por las calles de Gades se nos presenta la oportunidad de recordar la lucha y la libertad en mayúsculas, aquel liberalismo que convirtió a Cádiz en cuna de las libertades y madre de la Constitución, hoy se nos presenta en vuestro caso como un ejemplo de lucha por la vida. Hay algo más que valiente para luchar por la vida y en consecuencia por la libertad.
Cádiz y Andalucía os homenajean en cada suspiro, en cada canto y en cada tipo o máscara. Nuestras voces y nuestros sentimientos se plasman como vientos huracanados en nuestras letras, como ejemplo de las mismas me animo a recordar a la Chirigota “Los Protagonistas” que os dedica un pasodoble llamado “Voy a ponerme este pañuelo”.
Pero no solo Don Enrique García Rosado alias “Quique Remolino” se ha atrevido a cantaros sino muchos grandes autores insignes de nuestro carnaval como Don Antonio Martin, Don Tino Tovar, Don Pedro Serrano, Don Juan A. Diaz y muchos más que seguro que mi desmemoria me impide reseñar han compartido con vosotras nuestro aliento.
Para terminar, quisiera reflejar que el Carnaval representa el final del Invierno y el llamamiento a la Primavera o lo que es lo mismo el ocaso de una época fría y oscura convertida en otra llena de esperanza. El renacimiento de la Naturaleza, al cantar de los pájaros y la bienaventurada vida que todo lo fluye.
Vosotras y vuestr@s Ángeles de la Guarda sois ejemplo del incansable amor por la Vida en definitiva sois unas enamoradas de la ella sin remedio.
Por lo que os animo este año a llenaros de los versos alocados y gritar con toda vuestras fuerzas:
“Porque he apredido a vivir, vivir, vivir, vivir
Ahora si sé disfrutar,
cada segundo que vivo lo valoro mucho más
porque he aprendido a vivir, vivir, vivir, vivir
Me quedo en la eternidad
porque se me hacen eternos to’ los besos que me da'”
Para acabar la Chririgota “De Nuevo en el Mercado” del año 2012 de Don Juan Antonio Díaz y Don Daniel Amaya con “Mujeres de Alta Clase Social que van al Mercado”
Hace unos días salía a la luz en las páginas centrales del semanario “Interviú” un reportaje sobre radioterapia y las promesas rotas del cáncer que nada tenía de erótico-festivo, aunque este sea éste su clásico reclamo de portada. De todos modos, viendo los déficits y problemas que a diario sufrimos médicos y pacientes, no descarto que algún día haya que hacer un “Full Monty” o iniciativa similar para llamar la atención.
Este semanario ya se había hecho eco en ediciones anteriores de los problemas que presentan a diario los pacientes que acuden a radioterapia en el territorio español, bajo el título de “El peregrinaje hacia la radioterapia” y “Los vuelos del cáncer”. En los tres artículos hay un denominador común que no es más que explicar todas las penalidades que sufren nuestros pacientes para poder llegar a tiempo a darse sus sesiones de radioterapia.
Un tratamiento estándar de radioterapia puede durar entre cinco y siete semanas según el caso. Si existen averías, revisiones de máquina programadas, festivos múltiples o toxicidades que obliguen a interrumpir el tratamiento puede que el tiempo se alargue. Cada sesión de radioterapia dura aproximadamente unos 15 minutos de media. Habitualmente son tratamientos que pueden aplicarse de forma ambulatoria y permiten a los enfermos hacer una vida relativamente normal tras cada sesión.
Visto así, parece sencillo y llevadero, pero hay una realidad detrás en la que quizá no reparamos con la suficiente conciencia. Si el paciente vive en la ciudad donde está el equipamiento de radioterapia no tiene mayor problema en acudir todos los días al hospital. Sin embargo, cuando el paciente vive en un pueblo perdido, sin apenas transporte público y a kilómetros del centro que se le ha asignado por el Servicio de Salud de su Comunidad Autónoma, las cosas se complican. El paciente, al menos eso ocurre en Castilla y León, se ve obligado a ser transportado en una ambulancia colectiva que recoge a pacientes de la zona, los trae al Servicio de Oncología Radioterápica y cuando todos los pacientes de esa ambulancia han acabado el tratamiento los devuelve a sus domicilios. Y así día tras día. Muchos se levantan a las 4 o 5 de la madrugada y llegan a su casa por la tarde. Llegan a su casa sin ganas de hacerse la comida ni de comer, mareados o exhaustos. Algunos hacen hasta 400 km diarios, pues en Burgos tratamos a pacientes de la provincia de Burgos, Palencia y Soria. Una extensión geográfica muy amplia, con malas carreteras en algunos casos o condiciones climáticas muy adversas en invierno como la nieve y el hielo. Desde que estoy aquí recuerdo al menos tres accidentes de tráfico en este peregrinar, con mayores o menores consecuencias.
Lo que creo que los gestores no reparan es que algunos de estos pacientes tienen Servicios de Oncología Radioterápica a menos kilómetros o mejor comunicados, por lo que si en lugar de hacer una distribución del flujo de pacientes en función de la provincia o Comunidad Autónoma donde reside el paciente se hiciera por cercanía del centro hospitalario a su domicilio el confort del paciente ganaría muchos enteros. Por poner un ejemplo, un paciente de Miranda de Ebro tiene a veinte minutos el Hospital Txagorritxu de Vitoria y a una hora o más (dependiendo del itinerario por carretera nacional o autopista de pago) hasta Burgos. Lo mismo ocurre con algunos pueblos de Palencia como Venta de Baños que tienen Valladolid a 30 minutos y Burgos a 1 hora, por no hablar de los pueblos limítrofes con otras comunidades o los pueblos de montaña. Esto es especialmente dramático para pacientes con un estado general deteriorado, pluripatológicos o muy mayores. En algunos casos nos vemos obligados a ingresarlos en el Hospital para que puedan cumplir con el tratamiento. Los oncólogos radioterapeutas intentamos hacer cada vez más tratamientos hipofraccionados en mama (mayor dosis por fracción con el mismo efecto y menor duración global del tratamiento) y otras patologías donde es posible hacerlo. La Asociación Española Contra el Cáncer dispone de pisos de acogida para estos pacientes, pero no es siempre una opción disponible y se requiere que los pacientes estén en todo momento acompañados.
En el mencionado artículo apuntado arriba se hace referencia a las promesas electorales sobre la puesta en marcha de Servicios de Oncología Radioterápica en varias localidades como en Palencia donde son tratados en el Hospital Universitario de Burgos donde yo trabajo, en Segovia que son tratados en Valladolid, en Ceuta donde tienen que cruzar el Estrecho para tratarse en Algeciras, los vecinos de Melilla que deben ir al Hospital Carlos Haya de Málaga o los pacientes de Ibiza y Menorca que deben trasladarse al Hospital de Son Espases en Palma de Mallorca. El número de habitantes de dichos lugares probablemente lleve al argumento de que si se crearan allí Unidades de Oncología Radioterápica, éstas no serían rentables. Pero quizá no haya que verlo todo desde un punto de vista estrictamente económico. Hay que ver lo que se ahorra en transporte y en calidad de vida de los enfermos oncológicos que ya sufren de por sí demasiados contratiempos. Debería ser un compromiso ético con el paciente. Si lo pensamos bien tampoco es rentable investigar sobre tumores infantiles, sobre enfermedades o tumores raros y no por ello se ha de dejar destinar recursos a estos grupos de pacientes más desfavorecidos. Si se trabaja a medio gas en estas instalaciones periféricas, ¿se ha pensado por ejemplo rentabilizarlas con un en destino como la investigación e irradiar por ejemplo cultivos celulares para estudios radiobiológicos que son necesarios?
La sanidad española se ha vanagloriado siempre de ser modélico y universal, pero tengo la extraña sensación de que desde que se ha disgregado por Comunidades Autónomas las diferencias empiezan a ser ya demasiado notorias. Porque si somos todos “hijos de un mismo Dios” y pagamos todos nuestros impuestos para una caja común ¿por qué no recibimos la misma atención sanitaria en función del lugar de residencia?
Este hombre llevaba toda la vida corriendo, una vocación de la que vivía y que le había dado, según el mismo presumía, más de mil medallas. A sus 95 años, Emiel Pauwels, el atleta más longevo del mundo, sólo pensaba en nuevas metas. Y la perspectiva de tener que renunciar a ellas por un cáncer de estómago le quitó las ganas de seguir. Y no pensaba sólo en el atletismo. Así que cuando este belga nonagenario supo que la enfermedad le obligaría a cambiar de vida, decidió acabar su carrera más larga. Él, que tantos retos había afrontado desde los 14 años, optó por acogerse a la eutanasia. Murió tras solicitar una inyección letal (permitida en su país de origen, Bélgica) tras despedirse por todo lo alto.
La historia de Emiel Pauwels encierra una mezcla de miedo a la enfermedad y valentía ante la muerte que le llevó a tomar un camino inimaginable en casi cualquier otra parte del mundo. “Para nosotros ha sido una cuestión sencilla que hemos discutido juntos”, explica con serenidad Eddy, su único hijo. Cuando se le pregunta si ha sido duro aceptarlo, asegura haber estado “al cien por cien junto a su padre” en esta elección, que no duda en calificar de valiente.
Desde Brujas, donde tiene su domicilio, el hijo de Pauwels explicó los motivos: “Era el fin de su carrera como atleta, ya no podía correr más y entonces decidió acabar con su vida. Correr era muy importante para él”.
Pauwels, con sus medallas, delante de su hijo, Eddy; sus sobrinas Ingrid (izquierda) y Josiane, y el marido de esta, Roger; en la reunión familiar la víspera de su muerte. Fuente: Diario El País.
Tanto o más que el recurso a la eutanasia, la historia conmueve por la forma que tuvo Pauwels de decir adiós a la vida. En lugar de vivir el proceso de forma lacrimógena, el atleta abrió las puertas de su casa en los últimos días a todo el que quisiera pasar a despedirse y coronó el adiós con una fiesta el pasado lunes, un día antes de la muerte, rodeado de las 20 o 30 personas más queridas, entre ellas su hijo. Brindó con champán y lo consideró “la última travesura” de su trayectoria.
La fiesta se convirtió en una auténtica oda a la vida. “No lloréis por mí”, dijo a sus allegados, con los que quiso fotografiarse para dejar constancia del momento. “Esas lágrimas me ponen triste. Sed felices, como yo. Toda la gente a la que quiero está hoy aquí. Solo por mí. Por eso puedo ser feliz”, recordó a los asistentes. Y concluyó: “Ha sido la mejor fiesta de mi vida”.
Esa manera tan heterodoxa de celebrar la muerte ha sorprendido a los propios belgas, acostumbrados a vivir la eutanasia como un derecho del paciente cuando se enfrenta a una enfermedad terminal. Era el caso de Pauwels, aunque con matices. El cáncer que le habían detectado en noviembre, justo después de haber conseguido un oro en la Copa del Mundo 2013 celebrada en Brasil, amenazaba con postrarlo en una cama hasta su muerte. Los médicos le auguraban una buena recuperación y por eso lo habían animado a operarse. Pero la hipótesis de pasar al menos 20 días en el hospital fue demasiado para él, explica Bert Heyvaert, periodista del diario belga De Standaard, que lo entrevistó poco antes del fallecimiento. “No quería sufrir a los 95 años. Además, ya me estaba sintiendo bastante enfermo y no sabía si podría seguir llevando la misma vida después de la operación. Así que decidí hacer los papeles para la eutanasia”, le confió a este periodista.
En Bélgica es tradición organizar, tras el fallecimiento de un ser querido, lo que se denomina una mesa de café. Los allegados comparten mantel y recuerdan al fallecido mientras beben café acompañado de algo dulce. Con el paso de las horas, las lágrimas iniciales suelen convertirse en sonrisas al recordar los mejores momentos del difunto. Bert toma la analogía de un experto en eutanasia al asegurar que lo que hizo Emiel Pauwels con la fiesta en su domicilio fue “organizar su propia mesa de café en vida”.
El atleta belga, que seguía ganando a los 95 años, recurre a la eutanasia. “Sed felices como yo”, pidió a sus amigos
La peripecia de Pauwels resulta, en todo caso, poco representativa de la eutanasia tipo en Bélgica. De las más de 1.000 que se realizan anualmente en el país (el 1% del total de fallecimientos, con un importante incremento en los últimos años), una mínima parte se ajusta al patrón de Pauwels: ancianos que consideran haber vivido lo suficiente y prefieren marcharse antes de enfrentarse a una enfermedad sobrevenida. “Tres cuartas partes de los enfermos que piden someterse a la eutanasia sufren enfermedades muy graves, en fase terminal. Hay muy pocos casos que coincidan con el perfil de Pauwels, nonagenario con un cáncer provocado por su edad”, argumenta Marc van Hoey, presidente de la asociación Right to Die (Derecho a Morir) en Bélgica. Este médico, con más de 20 años de experiencia a sus espaldas, insiste en que el proceso es muy estricto y que los profesionales se aseguran de que todas las eutanasias practicadas sean legales.
Bélgica es uno de los países más avanzados en la regulación de la eutanasia (solo Holanda, Luxemburgo y Suiza la contemplan también en Europa). La ley se aplica desde 2002 para adultos que hayan expresado la voluntad de morir al experimentar un sufrimiento físico o psíquico que no se puede aliviar.
Antes de llegar a un estado terminal, Emiel Pauwels eligió morir como había vivido: rezumando energía. La misma que exhibía en la carrera que disputó en San Sebastián, cuando resultó ganador en 60 metros lisos. Y con un sentido del humor del que hacía gala al aludir, casi hasta el último momento, al interés que despertaba en las mujeres por sus proezas deportivas.
Esta historia puede parecernos comprensible dado que Pauwels había completado su ciclo vital con creces y cumplido su sueño de correr hasta el final de sus días, sin entrar a valorar el debate moral que evidentemente se nos plantea y que aquí no entro a juzgar. Mi intención es realizar un sano ejercicio mental para tomar conciencia de la levedad de la vida y de cómo nos gustaría a cada uno que fueran esos últimos días si supiéramos su fecha de caducidad.
Hace pocos meses los medios de comunicación se hicieron eco de otro caso, el de Brittany Maynard, una joven estadounidense de 29 años afecta de un glioblastoma multiforme que decidió libre y conscientemente el momento de poner fin a su enfermedad y todo lo que ella le conllevaba, a través de un mismo procedimiento legal en un estado de su país. Ella es la otra cara de la misma moneda, un contrapunto, pues era una mujer joven a la que le quedaban muchos sueños por cumplir y que no había acabado con su previsible ciclo vital, pero que al igual que Emiels tenía muy claros los motivos por los que decidía limitar el esfuerzo terapéutico y no continuar. En nuestro país creemos que unos buenos y esmerados cuidados paliativos mitigan el sufrimiento de ese proceso natural que a todos nos llegará en su momento. A nivel bioético a nadie se nos escapa la duda que se nos plantea y nos surge. Son muchas cuestiones aún por resolver y reflexionar. Brittany responde a esta cuestión según su testimonio y sus propias palabras:
“Mi sueño es que cada enfermo terminal tenga la elección a morir en términos de su propia dignidad”
Los e-pacientes merecen e-doctores porque cabe atender las necesidades de ambos para hacer una mejor asistencia sanitaria para todo el mundo.
Todos merecemos una oportunidad para estar sanos. Los médicos, por supuesto, se centran en ayudar a los pacientes. Por desgracia, a menudo vemos que las frustraciones de los pacientes con el sistema sanitario se proyectan hacia los médicos.
Mientras tanto, los médicos nos encontramos ante una creciente presión en múltiples frentes. Sí, somos imperfectos, pero poniendo en el ojo de mira la ira del paciente hacia los médicos no se resuelven los problemas que todos enfrentamos como seres humanos que, en algún momento, necesitaremos atención. (Nota: Estoy usando el término “médicos” como un ejemplo para esta reflexión, pero estas observaciones se pueden aplicar a todos los profesionales de la salud).
Los pacientes necesitan médicos. Los médicos necesitan a los pacientes. Vamos a encontrar una manera de valorarnos ambos.
Los pacientes merecen estar empoderados
La salud es algo más que no estar enfermo. La definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) pone toda la gama de necesidades de los pacientes en primer lugar: “La salud es un estado de completo bienestar físico, bienestar mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
¿Cómo pueden los pacientes alcanzar el estado de salud que se merecen? Sólo si están empoderados. La “e” en e-paciente puede significar muchas cosas, pero si la salud es un derecho humano básico, entonces el empoderamiento es la única “e” que garantiza ese derecho.
Estar empoderado significa ser capaz de satisfacer ciertas necesidades fundamentales, los que necesitan estar en su lugar antes de que podamos tomar decisiones informadas precisas acerca de la salud. Esto es lo que necesitamos para el empoderamiento:
Jerarquía de las necesidades del paciente:
1.- Necesidades físicas o fisiológicas:
– Nivel de conciencia – Nutrición – Nivel de dolor – Descanso
2.- Necesidades del entorno:
Seguridad:
– Protección – Condición no crítica – Atención de calidad
Soporte:
– Cuidadores – Personal sanitario – Amigos
3.- Necesidades personales:
Desarrollo personal:
– Conocimiento – Habilidades – Valores – Amor propio
Empoderamiento:
– Comprometido con la toma de decisiones compartida.
Tiempo
La autonomía no es absoluta Empoderamiento no es lo mismo que la autonomía. La verdadera autonomía es la capacidad de hacer una gestión libre independiente. A veces no tenemos el lujo del tiempo o el dolor puede colorear nuestra perspectiva. Los seres queridos a menudo pueden tener una fuerte influencia sobre nuestras decisiones. Los seres humanos son por naturaleza sociales, no verdaderamente independientes.
A veces no estamos de acuerdo con los profesionales de la salud. Aún cuando los médicos o enfermeras quieran ayudar, su experiencia o preocupaciones éticas pueden evitar que se nos dé lo que queremos o necesitamos. Los pacientes son inherentemente vulnerables.
Además, mientras más personas puedan estar involucradas en la toma de decisiones compartida o incluso conduzcan el proceso, no todos los pacientes quieren una autonomía completa. Las preferencias en la toma de decisiones del paciente pueden variar, dependiendo de muchos factores. No es razonable insistir en que los pacientes tengan la absoluta toma de decisiones si quieren recibir orientación o dirección de sus médicos.
Los pacientes merecen tener el acceso, la dignidad y la oportunidad de participar en la toma de decisiones, pero esto no conduce automáticamente a la satisfacción. En nuestro deseo de control, algunas de nuestras elecciones pueden en realidad hacernos daño. En lugar de estar enfadado con los médicos y tomar nuestras frustraciones contra ellos, sugiero que reconozcamos y exploremos los puntos en común que pueden ayudar a los pacientes y médicos por igual.
Los médicos son pacientes también:
Cuando estamos enfermos, entendemos a los que sufren y necesitan ayuda. Los enfermos serán legítimamente atendidos por los médicos. Lo que a menudo olvidamos es que aquellos que nos ayudan también pueden estar luchando con problemas de salud.
Si bien los datos sugieren que los médicos se encuentran cada vez mejor de estado de salud que la población general cuando se trata del tabaco y la obesidad, los médicos tienen índices cada vez más altos más de burnout y suicidios. Múltiples encuestas muestran que muchos estudiantes de medicina y médicos pueden tener pensamientos suicidas, con un estudio que estima que hasta un 24% de los médicos han pensado en quitarse la vida en algún momento.
Los médicos no se han hecho fácilmente a sí mismos. Las expectativas excesivamente altas de alcanzar una era diferente y una tendencia a internalizar las tensiones en lugar de buscar ayuda, puede conducir al desgaste, a la desesperanza y a hacernos daño. El acceso a la medicación también hace que el abuso de sustancias pueda ser un problema particular en algunas especialidades.
Múltiples factores contribuyen al agotamiento del médico, a la depresión y al deterioro. No podemos resolverlos o eliminarlos a todos, pero los e-pacientes quisieran tener médicos sanos y bien. Los médicos saludables son más accesibles, escuchan mejor, y son más capaces de dedicar tiempo a los pacientes. Como un pequeño subgrupo de pacientes, los médicos merecen salud mental y física para garantizar que puedan estar allí cuando los necesitemos.
Entonces, ¿qué necesitan los médicos para el empoderamiento?
Los médicos también tienen una jerarquía de necesidades Los sanadores necesitan fundamentalmente estar sanos como los pacientes. Entonces, necesitan las mismas características personales, de formación y de apoyo para estar en mejores condiciones de hacer su trabajo, ayudar a los pacientes.
Con la salud y las características virtuosas como base del éxito, los médicos pueden ganar el derecho a la confianza de los pacientes y sus cuidadores, así como de la sociedad en general. Este modelo reafirma la relación médico-paciente y alinea a los pacientes con los médicos.
Por lo que es mejor para todos
Todos estamos insatisfechos con un sistema de atención sanitaria poco saludable en un mundo que cambia muy rápidamente. Capacitar a los pacientes y a los médicos asegura que pueden trabajar juntos. Las nuevas tecnologías y las pruebas complementarias no son soluciones, son sólo herramientas. Si los pacientes y los médicos no se animan por sí mismos, otras partes interesadas (por ejemplo, hospitales, compañías de seguros, industria) pueden inconscientemente empeorar las cosas.
Pensándolo bien, los pacientes, los cuidadores y los médicos deberían estar juntos. Incluso cuando no estamos de acuerdo, podemos respetar nuestras diferencias mientras trabajamos para lograr soluciones, tanto en la clínica como para el sistema de salud.
Los dos tenemos mucho que aportar a la mesa. Los pacientes empoderados son más capaces de colaborar. Los médicos empoderados son más capaces de adaptarse a cada una de las necesidades de los pacientes y comunicarse bien para construir confianza. Nos necesitamos unos a otros. Y si nos apoyamos mutuamente, todo el sistema de salud será el mejor en si mismo.
Artículo de traducción libre extraído de la página web de la Clínica Mayo sobre Social Media Health Network. El autor es el Dr Matthew Katz, que ha sido miembro del Consejo Asesor Externo del Centro de Medios de Comunicación Social de la Clínica Mayo y es miembro de Platino en la Red de Social Media de Salud.
He confeccionado estos dos videos explicativos en español e inglés a modo de resumen y conclusión de lo expuesto en este post. Espero transmitir con este mensaje la necesidad de construir un modelo de relación médico-paciente deliberativo que nos haga crecer a ambos.
Percatarse de las pequeñas cosas en la vorágine de una vida cotidiana, sin grandes sobresaltos puede ser una tarea imperceptible. Cosas simples como salir a la calle, sentir el aire en la cara, pasear, ver el mar o un paisaje nevado, contemplar una flor o una sonrisa, tomar un café y hablar distendidamente con un amigo pueden resultar pequeños milagros de la vida para muchas personas.
Es habitual oir que no valoramos las pequeñas cosas hasta que las perdemos: la pérdida de autonomía personal por accidente o enfermedad, la ruptura o pérdida de un amigo o un ser querido, la pérdida del hogar por el motivo que sea, etc. En el momento que un hecho de estas características te sucede, tu vida se transforma, la perpectiva cambia, gira y las cosas que considerabas importantes cuando estabas bien, se convierten en irrelevantes. Es entonces cuando aparece la magia de las pequeñas cosas.
Hace pocos días me enviaron este video experimental de Dulcineastudios para la AECC. Se escogieron un grupo de personas jóvenes y sanas de la calle y las sentaron al lado de jóvenes con cáncer o sus familiares. Ellos no podían verse entre ellos, se encontraban separados por un biombo. Se les planteó a ambos la misma pregunta: ¿Qué os hace felices? ¿Si pudieras pedir un deseo, cuál sería? La diferencia como pueden comprobar no deja indiferente al espectador que llega a sobrecogerse de emoción al escucharlos.
Al final reflexionas y aprendes a darte cuenta que lo pequeño es siempre lo más importante. Eso es lo que vale verdaderamente la pena: las cosas diminutas que causan emociones gigantescas.
Oigamos las voces de estos jóvenes con cáncer y sus familiares, sus respuestas nos hará cambiar el prisma con que miramos la vida.