Goliat era extraordinariamente alto para la media incluso para los estándares actuales. Los escritos más antiguos cifran su estatura en cuatro codos y un palmo (2,06 m). Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a Israel para que presentara a un hombre que luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría qué ejército llegaría a ser siervo del otro. Cuenta la leyenda que un sencillo pastorcillo llamado David de la tribu de Judá, quien era pródigo en talentos y con buen semblante hizo frente a su reto. David le lanzó una piedra con su honda, esta se le hundió en la frente y Goliat cayó a tierra.
Esta es la historia o leyenda, si lo prefieren, de cómo alguien tan pequeño como David pudo vencer a un gigante como Goliat. Así pues, en nuestras vidas sentimos determinadas situaciones que nos resultan “Goliats” insalvables. Esos “Goliats” viven en nuestro pasado, presente y también en el futuro en forma de miedos que se apoderan de nuestra mente. Como decía el filósofo y escritor francés Michel de Montaigne: “Mi vida ha estado llena de terribles desdichas, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron”. Y es muy posible que así sea, pues muchas de nuestras preocupaciones son más grandes en nuestra cabeza que en la realidad.
El cáncer en nuestra cotidianidad es visto como un “Goliat” difícil de vencer. Para sentirnos como David existen herramientas que pueden hacernos cambiar esta idea que nos sobrepasa y transformar nuestra preocupación hacia un sentido constructivo. No se trata de ser optimista. Es perfectamente lógico que ante un diagnóstico de cáncer uno sienta que el mundo se le viene encima. Es normal sentirse apesadumbrado, triste y preocupado en un primer momento. Es importante pues pasado ese primer momento, ponerse en acción y tratar de buscar puntos de vista e instrumentos que nos ayuden a sobrellevar la situación de un modo, digámoslo así, más positivo. Éstos serían:
- Hacerse preguntas, obtener respuestas y cambiar de nuevo las preguntas.
- Buscar soluciones a cada caso y trabajar en ellas.
- Ser consciente del aquí y ahora. Aprender a vivir el día a día como si fueran pequeños compartimentos estancos. Si dividimos a nuestro “Goliat” en diminutas porciones será todo más digerible.
- Buscar actividades que nos gusten, a ser posible que nos apasionen, que nos emocionen. Eso ayuda a “ocuparnos” y a no “pre-ocuparnos”.
- El pensamiento constructivo lo podemos generar de forma intrínseca, pero también es bueno compartirlo con alguien que te dé pistas o te facilite esa búsqueda de respuestas que necesitas.
- Escribir, dibujar o cualquier forma de expresión artística. Nos pueden ayudar a dar forma a los problemas, ya que los desgrana, los disocia y se convierten en un excelente ejercicio liberador, haciendo más llevadero todo el proceso.
- Buscar referentes o modelos. Para ello es bueno compartir experiencias con personas que hayan pasado por una situación similar a la tuya.
- Si es necesario, buscar ayuda y colaboración de un profesional. El psicooncólogo puede ayudarte a reforzar todo lo anteriormente expuesto.
- Poner todo lo anterior en práctica. No dejarlo como una idea que se posterga.