Paleooncología
Los restos de este esqueleto correspondiente a un varón entre 25 y 35 años de edad, se hallaron en 2012 en una tumba en Sudán por una estudiante de la Universidad de Durham (Reino Unido). El análisis de los huesos ha revelado que el hombre padecía metástasis óseas, pero no ha podido ser posible detectar el origen del tumor primario ni certificar que esas metástasis fueran la causa de su muerte.
Hay que tener presente que las evidencias de cáncer son extremadamente raras en los restos fósiles humanos por lo que descubrir un cáncer que no sea originado en los huesos es excepcional. Un grupo de científicos del Museo de Arqueología de Lisboa, con la ayuda de radiólogos y egiptólogos, han revelado un cáncer en una momia egipcia de 2.300 años. Tras practicársele una tomografía axial computerizada (TAC) se confirmó que la momia correspondía a un hombre de unos 60 años con un cáncer de próstata terminal. Posteriormente se encontró en otra momia de 2.200 años el mismo tipo de cáncer.
Oncología Basada en el Humanismo
El paciente oncológico en muchas ocasiones se pierde en el complicado engranaje, a modo de cadena de montaje, de médicos especialistas y tratamientos que apenas comprende. Intervenciones con nombres impronunciables, quimioterapias descritas con siglas y radioterapia con cifras, fotones y datos técnicos que el paciente no alcanza a comprender. Algunos pacientes incluso no conocen el nombre del médico que les atendió y lo describen por sus características físicas o por el modo en que les trató. El paciente siente como va de mano en mano como la falsa moneda y percibe como en esas manos en las que pone su confianza ciega, la humanidad brilla por su ausencia y se diluye.
Los profesionales estamos cada vez más preparados, más especializados y tratamos de estar al día para ofrecer lo que creemos mejor a nuestros pacientes. Pero las consultas atestadas, el ritmo frenético de trabajo, la burocracia administrativa y los desencuentros en el tratamiento interdisciplinar no hacen sino poner palos en las ruedas. Se ha dejado de lado a la cara más amable y sagrada de nuestro trabajo que es el lado humano. No se valora lo suficiente esa cercanía necesaria en la relación médico-paciente y a la formación continuada del médico en este aspecto tan importante de nuestra profesión. Parece que lo más importante es exhibir bonitas curvas de supervivencia y cifras estadísticamente significativas.
La Medicina actual se basa en la evidencia científica disponible. Y debemos seguir en esa senda, pero la evidencia no nos da, desgraciadamente, respuestas a todo. Si así fuera, la Medicina sería simplemente una ecuación matemática a resolver y no lo es. Se dice que la Medicina es un Arte. Un arte donde la experiencia del médico y las características individuales y únicas de cada paciente cobran sentido. Aquí es donde se reclama el trato humano que todos los pacientes se merecen y en especial los pacientes oncológicos. La ausencia de humanismo nos condena a un estrepitoso fracaso.
En el blog “Tránsitos intrusos”, Juan Irigoyen en su post “Un día libre de tratamiento” nos explica esa percepción humana que el paciente y sus familiares tienen de nosotros. Leerlo es todo un ejercicio de autocrítica y reflexión. Nuestro objetivo no debe ser otro que el paciente visto de una forma integral. Como siempre digo hemos de tratar enfermos y no enfermedades.
Este es mi decálogo para aplicar una Oncología Basada en el Humanismo:
– Explicar de forma clara, inteligible y adaptada al nivel de cada paciente la enfermedad oncológica que padece.
– Empatizar con el paciente, mostrando un trato cercano y digno, respetando siempre su intimidad. Cuidar las palabras y evitar los eufemismos.
– Dar a conocer al paciente todas las opciones terapéuticas con sus pros y contras. Tener una actitud deliberadora ante ellas. Acompañar y respetar siempre en la decisión que el paciente haya tomado.
– Informar sobre cómo se van a aplicar los tratamientos, su secuencia, efectos secundarios más frecuentes y sus potenciales resultados.
– Tener en cuenta la confidencialidad y el secreto médico que el paciente merece ante su enfermedad oncológica.
– Respetar el derecho a saber, o no, el pronóstico del paciente acerca de su enfermedad. No abandonar nunca el cuidado de un paciente. Curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre.
– Facilitar el trabajo y el conocimiento entre compañeros de diferentes especialidades sea cual sea su rango jerárquico y experiencia. El respeto mútuo es fundamental en el trabajo interdisciplinar.
– Actuar siempre bajo el principio de “primum non nocere”, evaluando siempre el binomio riesgo-beneficio. Ser cuidadosos a la hora de ofrecer a los pacientes entrar en ensayos clínicos. Informar bien a los pacientes de la inclusión en ellos y de su relevancia en el avance del conocimiento.
– Valorar el binomio coste-beneficio de los tratamientos y ajustar los parámetros de supervivencia a calidad de vida para hacer sostenible el complejo entramado del actual sistema sanitario.
– La formación continuada y puesta al día es primordial tanto en el aspecto científico como en el humano. De nada sirve tener buenos conocimientos si olvidamos al ser humano que hay detrás de cada enfermo. Cabe ser un buen médico y un médico bueno.