Ahora viene la hora de la verdad. Empezamos el tratamiento. Estamos tensos. Ver una sala de control con tantas pantallas de ordenador como sí fuera la NASA, luego entrar al búnker con esa inmensa puerta o un laberinto hasta llegar al acelerador lineal de electrones, lógicamente impresiona y pone nervioso al más pintado. Y luego ver tanta gente con pijama o bata blanca a tu alrededor: técnicos de radioterapia (los encargados de administrar correctamente el tratamiento prescrito todos los días), el radioncólogo y el radiofísico, también genera el mismo sentimiento. Recomiendo ir al tratamiento con ropa cómoda y fácil de quitar, pues el paciente se colocará en la mesa de tratamiento ligero de ropa y hay que desvestirse y vestirse al acabar en un tiempo relativamente corto, pues otros pacientes estarán esperando su turno y de esa forma también ayuda al personal a gestionar bien los tiempos de tratamiento. Una vez en la mesa de tratamiento se reproducirá la posición que se obtuvo el día de la simulación. Es importante que el paciente esté relajado, no se mueva y deje que los técnicos le posicionen. Para ello utilizarán los sistemas de inmovilización al igual que en la simulación y los tatuajes que servirán de coordenadas para alinear al paciente y saber hacia dónde hay que “apuntar”. Una vez reproducido el esquema de tratamiento, llega la verificación, es decir, saber si “el blanco” está o no dentro de nuestro objetivo. La verificación se realiza mediante la utilización de diferentes dispositivos de imagen según el tipo de acelerador de que dispongamos. Obtenemos entonces una imagen radiográfica que podremos comparar en nuestra pantalla de ordenador con la imagen digital reconstruida hecha por el planificador. Si ambas son coincidentes damos el OK al tratamiento y se inicia la radiación. Si no es así, tratamos de averiguar qué ha fallado y volver a empezar hasta que ambas imágenes, la de planificación y la de verificación, sean superponibles. Este proceso en el mejor de los casos nos lleva unos 15 minutos y en el peor puede ser 30 o algo más. Si la discordancia es muy grande, puede ser que en algún caso haya que repetir el proceso de simulación y repetir el proceso.
La radioterapia suele administrarse en forma de sesiones diarias de lunes a viernes. El número de sesiones dependerá de muchos factores. Los tratamientos con finalidad de paliar algún síntoma son habitualmente cortos: sesión única, 5 ó 10 sesiones. Los tratamientos estándar con intención curativa suelen ser más largos: 25-35 sesiones, dependiendo de la localización, tipo de tumor, tolerancia de tejidos sanos circundantes, etc. Esto es un promedio y a veces puede haber variaciones en este dato. Ya explicaremos en otros capítulos los diferentes esquemas de radioterapia que hoy día pueden aplicarse.