Historias de vocación

Diecisiete ciudades, veintinueve hospitales y una furgoneta estilo retro cargada de ilusiones recorre el territorio español para recoger “Historias de Vocación” de nuestros profesionales sanitarios. Detrás de cada profesional hay una historia de verdadero servicio y entrega a los pacientes.
La iniciativa que ha sido impulsada por Roche Farma España ha recorrido los principales hospitales de referencia de nuestro país para poner en valor la labor de los profesionales sanitarios y conocer qué les empuja cada día a dar lo mejor de sí mismos en su trabajo.

‘Historias de Vocación’ cuenta con el apoyo de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la Sociedad Española de Reumatología (SER), la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), la Sociedad Española de Neurología (SEN) y la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR)

Se recogen testimonios de médicos, enfermeras, celadores y otros profesionales sanitarios  a través de videos cortos que pueden verse en Facebook y Twitter. Gracias a esos testimonios se pone de manifiesto el lado más bonito, amigable y humano de nuestra profesión, así como los valores universales y el compromiso de servicio o entrega a los demás.

La vocación se define como la inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. El término proviene del latín “vocatio” o inspiración. Se utiliza también como sinónimo de llamamiento. En términos generales la vocación se relaciona con los anhelos, los gustos, los intereses y aptitudes de cada persona. Es un proceso que se desarrolla durante toda la vida, se construye de forma continua y permanente. La vocación implica descubrir quién soy, cómo soy y hacia dónde voy y quiero ir. La respuesta a estas preguntas es la que marca el camino a seguir.

La vocación en sí es un proceso de autodescubrimiento complejo y vivido de forma diferente por cada uno de nosotros. Hay personas que siempre han sabido lo que querían ser, otros han sido influenciados por su entorno y otros la han descubierto por casualidad. No hay una receta única para saber cuál es la verdadera vocación de cada uno. Hay personas que llegan a conocer su verdadera vocación de una forma tardía.

La vocación debe ser siempre algo que nos llene, que nos produzca una sensación indescriptible de satisfacción y disfrute, una actividad que dé sentido a lo que hacemos y que nos lleve a pedirnos a nosotros mismos a hacerlo bien y mejor. La vocación requiere de mucho trabajo, esfuerzo y espíritu de sacrificio, en cualquier disciplina y en Medicina no es menos.

La profesión médica es esencialmente vocacional. Entiendo que, por lo menos en mi caso, así ha sido. Nunca he querido, desde que tengo uso de razón, haber sido otra cosa que no fuera médico. Si hubiera hecho caso a los tests psicológicos que me hicieron en su día en el colegio orientándome hacia una carrera de letras, hubiera hecho Historia, Derecho o Filología inglesa. Cierto es que se me daban bien las Humanidades, pero supongo que las ganas y mi determinación por ser médico por encima de todo contribuyó a que hiciera caso omiso al consejo escolar, cursara el bachillerato de ciencias y escogiera el sueño de estudiar Medicina.

Una vez terminada la carrera y preparado el examen MIR tuve que elegir de nuevo. Tenía claro que quería una especialidad relacionada con el cáncer y escogí Oncología Radioterápica porque me parecía atractiva. Es una especialidad clínica, médico-quirúrgica y abarca además conocimientos de otras disciplinas como la Física Médica o la Radiobiología que no se dan en otras especialidades médicas. Una especialidad apasionante y de la que he tenido la suerte de vivir en plena era de una revolución tecnológica, cosa que ha hecho que evolucione en pocos años de forma exponencial.

Son muchas las historias que podría contar de pacientes a lo largo de veinticinco años de ejercicio de esta especialidad. Muchas de ellas han sido contadas en forma de relatos en este blog. Son historias emotivas, curiosas, personales y llenas de vida. Historias de vocación que ponen en valor las necesidades que los pacientes y nosotros mismos tenemos en nuestro día a día.

Les dejo con varios ejemplos de “Historias de Vocación”

https://www.facebook.com/historiasdevocacion/videos

La Dra. Maite Murillo Oncóloga Radioterápica y Jefe de Servicio del Hospital La Princesa de Madrid 


El Dr Martín Tejedor, Oncólogo Radioterápico y Jefe de Servicio del Hospital Miguel Servet de Zaragoza

El Dr Josemi Ponce, Oncólogo Radioterápico del Hospital Miguel Servet de Zaragoza

Miguel Pombar, Jefe de Servicio de Radiofísica del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela

El Dr Martín Lázaro Quintela, Oncólogo Médico del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo



El Dr Ignasi Tusquets, Oncólogo Médico y Jefe de Sección del Hospital del Mar en Barcelona

La Dra Ana Casas Fernandez, Oncóloga Médica del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla y paciente activa 

El Dr. Julio Mayol, Cirujano General y Director Médico del Hospital San Carlos de Madrid

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Relato de verano: Mi “storytelling”

Pocas veces soy dada a hablar de mi misma. Quizá sea por mi naturaleza introvertida o quizá sea porque soy de la opinión de que mi historia tiene poco de interesante. Sin embargo pienso que si hablo de humanismo de los pacientes cabría hablar también de la parte humana (que la tenemos) de los profesionales. Albert Espinosa en un foro comentaba que los médicos conocemos muchísimos de los aspectos más personales de los pacientes y le parecería bien e incluso deseable que se pudiera conocer alguna parte humana de los médicos: su equipo de fútbol, sus hobbies, su color favorito, dónde estudió, etc. pues ello hace más cercana la figura que a veces se tiene tiránicamente divinizada del médico.

Mi historia se remonta nueve meses antes de mi nacimiento. Mis padres, muy jóvenes los dos, decidieron unir sus vidas un año y pico antes de venir al mundo y se trasladaron a Cataluña para encontrar fortuna. Allí nací yo, en una pequeña ciudad, Girona,  llena de encanto y belleza. En esa ciudad me crié y crecí durante 18 años. Desde muy pequeña, sin saber muy bien por qué, pues no tengo antecedentes de esta profesión en la familia, quise ser médico. Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, con siete u ocho años yo siempre respondía que médico. No se me tomó demasiado en serio por aquel entonces, pero yo siempre tuve la necesidad de ayudar a los que sufren. Cuando en alguna ocasión yo caía enferma y venía el médico a casa me parecía como mágico que tras verme abrir la boca y tomarme la temperatura supiera lo que tenía, diera una receta a mi madre y a los pocos días ya estuviera bien. Lo que no llevaba bien era el sabor de algunos de los jarabes o las inyecciones que por aquel entonces te ponía el practicante en casa.

Tras acabar el COU y la selectividad, inicié mis estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona. Los dos primeros años estuve en Bellaterra y vivía en una localidad cercana a la que iba en tren, en Sant Cugat del Vallés en una residencia de estudiantes. En tercero de carrera había que elegir unidad docente y me decidí por el Hospital Vall d’Hebró en Barcelona. Allí finalicé mis estudios hasta sexto de carrera. Durante esos cuatro años también viví en otra residencia de estudiantes situada en el Tibidabo y que ahora es la sede de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya).  Fue una época dulce de mi vida pues disfruté mucho de la vida en la facultad y compartiendo experiencias con estudiantes de otras carreras universitarias. Me pasé muchas horas bajo una luz azul del flexo del escritorio mi habitación o en la biblioteca estudiando. Más de las que uno se puede imaginar porque hay mucho que estudiar en los seis largos años que dura esta carrera y nunca sabes lo suficiente.

Acabé mis estudios de Medicina en Junio y en Septiembre me presentaba al MIR. Fue un verano de encierro completo y estudio riguroso de mañana, tarde y noche. Aquel esfuerzo tuvo su recompensa y tocó elegir especialidad. Yo tenía claro que quería hacer algo relacionado con el cáncer. Antes de elegir me paseé por diferentes hospitales de Barcelona preguntando por las opciones con el número que había obtenido. Durante el rotatorio realizado en sexto de carrera estuve en la planta de Oncología del Hospital Vall d’Hebró y allí tuve contacto por primera vez con oncólogos radioterapeutas. Ellos quizá me ayudaron a la elección de mi actual especialidad médica.

Llegó el día de elegir y opté por hacer mi residencia en un pequeño hospital de Barcelona situado muy cerquita del precioso Parc Güell de Gaudí, el Hospital de l’Esperança. Allí me formé como especialista en Oncología Radioterápica, pero también roté unos meses por el Hospital Clínic y el Hospital de Bellvitge y Duràn i Reynals, hoy reconvertido en el ICO (Institut Català d’Oncologia). Fue una época de aprender y trabajar mucho, de guardias, de dormir poco, de seguir estudiando mucho, de ir a cursos y de sesiones con otros residentes en la Academia de Ciencias Médicas de Barcelona.

Acabé el MIR y conocí, como muchos médicos ahora lo que es estar en búsqueda activa de empleo. Dancé por diversos hospitales con contratos eventuales o de sustitución, en centros privados hasta que conseguí una interinidad en el ya desaparecido Hospital de Son Dureta en Palma de Mallorca donde trabajé durante ocho años. Finalmente salió una oposición nacional de especialistas y conseguí consolidar una plaza de médico especialista en Burgos, desde donde estoy trabajando desde hace nueve años.

Desde Septiembre de 2013 estamos ya instalados en el nuevo Hospital Universitario de Burgos donde hemos estrenado un moderno servicio. No me puedo quejar, dado los malos tiempos que corren en el a veces desolador panorama de la sanidad española. Ahora es tiempo de reactualizarse, de mejorar y ofrecer lo mejor a nuestros pacientes. En el hospital y fuera de él. En ese camino estoy.

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