Emulando a la gran Karen Blixen y sus Memorias de África, trataré de contar esta historia tras la sequía de entradas en el blog por la vorágine de acontecimientos que he vivido en los últimos días que me han obligado a parar y reflexionar.
Al pie de las colinas de la Oncología me encontraba yo hace casi tres años. Una historia personal de adversidad me sirvió para que cambiara de perspectiva y tomara la decisión de sacar fuera una sensibilidad que siempre me fue vetada o aconsejada no expresar. Tener sensibilidad al dolor te hace vulnerable, pero paradójicamente, esa vulnerabilidad puede convertirse en fortaleza. La clave está, como diría el psiquiatra Viktor Frankl en darle un sentido.
Ese sentido nació en Valencia y las circunstancias vividas en aquel preciso instante hicieron que diera el paso a escribir como ejercicio necesario para resarcirme y de algún modo crecer, tirar hacia delante. En ese ejercicio nació “Un Rayo de Esperanza” con la firme intención de divulgar y expresar muchas cosas que no caben en la típica consulta médica. Volver a Valencia tres años después me ha hecho recordar muchas cosas y no olvidar las razones que me empujaron a escribir.
Durante estos días de congreso he tenido la oportunidad de reencontrarme con compañeros, de intercambiar opiniones, de escuchar, de aprender, de compartir, hasta de sentir entusiasmo e ilusión. Por primera vez participaba en un Congreso Nacional liderando una mesa sobre nuevas tecnologías como presentadora, moderadora y ponente. Meses antes nos habíamos intercambiado correos electrónicos con un grupo de compañeros, algunos fuera de nuestra especialidad pero proactivos en la red, buscando cómo explicar este mundo digital a nuestros colegas de un modo atractivo e incluso provocador. Estábamos deseosos de contagiar ilusión y de crear una comunidad colaborativa a través de estas nuevas herramientas 2.0. Un reto que se nos alargó cerca de cuatro horas y que no dejó indiferente a nadie (incluso a los tecnoescépticos). Los tuits sobre noticias sobre el congreso con el hashtag #SEOR15 empezaron a crecer a niveles estratosféricos, así como las fotos del entorno del congreso en Facebook. Los compañeros nos felicitaban a todos por la exposición de los contenidos y algunos empezaron a entender que algo está cambiando, que debemos ir con los tiempos.
También tuve la oportunidad con mis compañeros de Desayuno con Fotones, Gaspar Sánchez, Xavi Juan Sanabre y Naia Pereda de grabar y coordinar diferentes entrevistas. Un trabajo tremendamente enriquecedor del que espero salgan buenos frutos, a pesar de las dificultades y los desafíos que este nuevo medio nos presentaba. La verdad es que la disposición de los entrevistados fue ejemplar y nos lo pusieron fácil tanto a Naia como a mi.
La Oncología tiene sus colinas y sus valles, su grandeza y su penuria, su fortaleza y su debilidad. La conquista de nuestro objetivo, curar el cáncer, cada vez está más cerca y los oncólogos debemos aunar esfuerzos con todo el conocimiento y corazón posibles. Uno no debe separarse de otro y si lo hacemos estaremos condenados a un estrepitoso fracaso. En este camino somos muchos los actores que intervenimos. Con cada nuevo conocimiento aparece un nuevo actor y vamos sumando. Disciplinas cada vez más complejas entran a formar parte en el escenario: la biología molecular, la genética, la genómica, la inmunología, la epigenética, la nanotecnología, los protones, la hipertermia, etc. Mirar este panorama te deja boquiabierto, asombrado y también por qué no, esperanzado. Lo más bonito de todo esto es tener la fortuna de estar en ese camino y por supuesto, vivirlo.
Quiero agradecer el afecto y “buen rollo” que recibí por parte de los miembros de la Junta de SEOR, del comité organizador, de los miembros de la organización del congreso y de todos mis compañeros de mesa y amigos. A Miguel Ángel Máñez por su amena e interactiva exposición. A Nacho Rodriguez Melcón por su entrega y buen hacer. A Joaquín Cabrera por su espíritu conversador. A Amadeo Wals por ser tan “especial”. A José Antonio Trujillo por provocarnos a todos una sana reflexión. A Ángel Montero por ser ese aguijón que nos empuja a seguir. A Naia Pereda por su ilusión y ganas de participar. A David Muñoz por ser tan entrañable y cercano. A Tere Muñoz Migueláñez por su audacia y su autenticidad. A Matthew Katz por hacernos partícipe de su conocimiento y crear comunidad a nivel internacional. A Ignacio Azinovic por creerse nuestro discurso. A Miguel Ángel De la Cámara por ayudarnos desde su perspectiva como espectador, su incontestable PLE (Entorno Personal de Aprendizaje) y su competencia digital. Por supuesto a Gaspar Sánchez y Xavi Juan por su esfuerzo de grabación. Una experiencia que será digna de ser recordada por todos los participantes.